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TN PRESS

Faltan más muestras de valor y entereza

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Un país mejora desde el actuar positivo de ciudadanos serios, honestos y con coraje. La actualidad se contrapone a ese criterio de praxis adecuada, al menos en valores. Se sigue en deuda en materia de muestras de valor y entereza en la función pública, por lo que resaltan el sometimiento por chantajes de jefes, patrones y líderes políticos, o por el desinterés personal. La cobardía por necesidades o por acomodo es la constante en instituciones donde se atropellan derechos no solo laborales, sino incluso humanos. Están igualmente quienes solo quieren acceder a cargos para sumar poco trabajo por paga alta.

No existe un solo estamento donde no ocurran atropellos en el afán de mantener el “orden”, no precisamente basada en las leyes, sino en la idea dictatorial de quienes manejan las instituciones oficiales, y aquellos donde el verdadero mandamás maneja simples marionetas que fungen de administradores. La impunidad exalta arbitrariedades, compradas por monedas, y donde la prensa juega un papel preponderante al desviar o no ver lo que es evidente.

Así no se maneja una institución, y mucho menos un estamento que representa a su población, a quien se intenta afanosamente persuadir sobre maravillas sobrevaluadas. El Paraguay no se construye con falsedades, autoritarismo de supuestos líderes, o dirigentes políticos, que más bien sueñan con el poder para perpetuar ideas mezquinas y generar dinero a cuentas propias. Tampoco se construye con integrantes acomodados por el clisé de ser apadrinado. El país necesita de funcionarios valientes, no de simples esbirros o planilleros.

Nadie está obligado a cumplir disposiciones no ajustadas a derecho. La amenaza de descontratación o no renovación, son armas de maquiavélicos y dictadores, plenamente vigentes. La amoralidad no debe seguir siendo guía de poblaciones. Sentar posturas con coherencia y defender lo que por derecho corresponde, es actitud de patriotas y ciudadanos completos. Ser funcionario de una institución pública no implica ser perrito faldero de nadie y ser denigrado. Tampoco ser perezoso o inepto.

Dejar de ser como el resto, el que no se atreve, el que critica en casa, por los pasillos, el que dice estar cansado de tratos indignos, pero permanece en el molde, solo suma para que megalómanos crezcan y prosigan en la carrera pisando cabezas. Para cambiar, para llegar a nuevos tiempos en la región y en el país, tenemos que empezar por modificar la sumisión característica de quienes por necesidades acceden a caer a bajo nivel.

Acomodarse no es para la función pública, pues no se suma con presencia hacia lo necesario. Despejarse de ese manto de temor y ese caparazón de ignorancia, y pereza, ayudará a enterrar definitivamente a mentes enfermas que pregonan la manipulación como modo de gobernar. Ser funcionario público debería ser de alto honor, y compromiso pleno con el servicio a la gente.






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