Ariane 6 podrá explotar dos configuraciones: la primera, denominada Ariane 62, montará dos boosters de propulsante sólido P120C en común con Vega C. Esta será la configuración en la misión de debut. La segunda, Ariane 64, empleará cuatro propulsores. Cada P120C es capaz de desarrollar un empuje de 4500 kN (unas 450 toneladas) durante 130 segundos.
Con un peso al despegue de 540 toneladas y un empuje de 8000 kN, Ariane 62 podrá transportar cargas de hasta 10 toneladas y 300 kilos hasta la órbita baja (o Leo, entre 300 y 1000 kilómetros de altitud). En cambio, podrá lanzar pesos de hasta 4.5 toneladas a la órbita geoestacionaria (o Geo, a 36,000 kilómetros de altitud). Ariane 64, que al despegue pesará 870 toneladas y utilizará un empuje de 15400 kN, podrá poner en órbita Leo de hasta 21 toneladas y 600 kilos, mientras que en órbita Geo podrá lanzar 11.5 toneladas.
En el programa Esa -responsable de la arquitectura general del sistema y de su financiación- Ariane 6 participan trece naciones europeas: Alemania, Austria, Bélgica, España, Francia, Irlanda, Italia, Noruega, Países Bajos, República Checa, Rumanía, Suecia y Suiza. Como contratista principal industrial y autoridad de diseño del lanzador, ArianeGroup es responsable de su desarrollo y producción con sus socios industriales, así como de su comercialización a través de su filial Arianespace. Cnes, la agencia espacial francesa, es contratista principal y autoridad de diseño del complejo de lanzamiento, así como responsable de la construcción y explotación de la rampa de Kourou.
Como ya demostrará el vuelo inaugural, será posible adoptar soluciones de uso compartido, que permitan a distintos clientes compartir el mismo lanzamiento y reducir así los costos. No es casualidad que cargas útiles de agencias espaciales (la ESA, por supuesto, pero también la NASA), empresas privadas y universidades (Lisboa, Montpellier y la belga Sint Pieterscollege) vuelen a la cabeza del primer Ariane 6: es una prueba, también político-estratégica, de hasta qué punto el nuevo lanzador apunta a un mercado cada vez más diversificado.
Un aspecto, el de la competitividad, respecto al cual la ESA y sus Estados miembros tendrán que demostrar que han tomado las decisiones correctas.
Evolución (no) revolución
No faltan las críticas de quienes están convencidos de que Ariane 6, programa aprobado por el Consejo Ministerial de la ESA en diciembre de 2014, es una evolución, pero no una revolución. “Había una bifurcación en el camino y no tomamos el camino correcto”, anunció el ministro francés de Economía y Finanzas, Bruno Le Maire, al comentar la decisión de no desarrollar vehículos reutilizables.
Si bien es cierto que Ariane 5, sobre todo en la primera fase de su historia, dominó el mercado mundial de lanzamientos, en la última década SpaceX ha trastocado los paradigmas y equilibrios del sector, en particular explotando un cohete reutilizable y muy fiable como el Falcon 9, capaz de reducir drásticamente el costo por kilogramo de puesta en órbita. Y es difícil ignorar cómo Starship, que promete convertirse en el primer sistema de lanzamiento totalmente reutilizable, reducirá aún más los precios (y, tal vez, las piernas de la competencia).