Todos nos hemos preguntado lo mismo: ¿por qué hablan los pericos?, ¿cómo reproducen tan bien ciertas palabras? Hoy tenemos más información para intentar formular una respuesta certera. Según los resultados de un estudio publicado en Nature, los cerebros de estas aves, en particular del periquito australiano (Melopsittacus undulatus) parecen experimentar patrones de activación de circuitos cerebrales que hasta ahora solo se habían observado en los humanos cuando hablan.
La naturaleza tan particular del periquito ondulado
Su nombre científico es Melopsittacus undulatus, aunque comúnmente se le conoce como periquito ondulado o australiano. La palabra melopsittacus proviene del griego y se compone de una parte que significa «canto o melodía» y otra que significa «loro», para destacar el característico reclamo que emite esta especie, el cual se caracteriza por sonidos cortos e intermitentes.
Por su parte, el adjetivo undulatus (ondulado) hace referencia a las rayas negras onduladas que caracterizan las alas del animal. El resto del plumaje es de un color típico, amarillo o verde brillante. En la naturaleza, el periquito australiano vive y anida en grupos y suele alimentarse de semillas y hojas. La especie se importó a Europa en el siglo XIX, donde también se ha adaptado a vivir en cautiverio como animal de compañía.
Estas aves tienen una capacidad realmente asombrosa para reproducir palabras e incluso frases enteras. Por esta razón, los autores del Instituto de Neurociencia y del Departamento de Otorrinolaringología de la Universidad de Nueva York pensaron en estudiar los periquitos ondulantes para entender por qué la especie habla, es decir, qué características particulares los hacen capaces de hacerlo en comparación con otras aves.
Para ello, los especialistas implantaron quirúrgicamente pequeños sensores de silicio en el cerebro de cuatro periquitos australianos, con el objetivo de monitorear la actividad de una región conocida como «núcleo central del arcopallium anterior» (AAC), que se sabe está estrechamente relacionada con el órgano vocal de estos animales. Los investigadores también analizaron la actividad cerebral de cuatro ejemplares del diamante mandarín (Taeniopygia guttata), un ave cantora que no puede reproducir palabras.