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Yunguilla: el proyecto que arrancó con '18 locos' y hoy es ejemplo de turismo comunitario

PYN
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A 45 minutos de Quito, 32 kilómetros de distancia, se encuentra Yunguilla, un lugar que es ejemplo de turismo comunitario en Ecuador y que este año cumple 30 años llevando a cabo esta práctica, atrayendo a nacionales y, especialmente, a extranjeros.

«Somos una comunidad que apuesta al turismo comunitario ambiental y sostenible», expresa, en entrevista con RT, Yessenia Morales, actual coordinadora de Marketing del sitio. En el lugar habitan alrededor de 180 personas, en más de 50 familias, y todos en mayor o menor grado —a tiempo completo o parcial— están involucrados en el proyecto.

Pero para entender lo que es hoy este lugar es necesario remontarse a la década de 1960, cuando se conformó la comunidad a raíz de la Reforma Agraria en Ecuador. Hasta entonces, en la zona había dos grandes haciendas, una llamada Yunguilla y la otra Rosas Pamba, que tenían peones; entonces, con la aplicación de esa ley, realizada con el objetivo de redistribuir la tierra de manera equitativa, los latifundios se eliminaron y se dividieron ciertos terrenos para los trabajadores.

«Entonces nace la comunidad, porque todos los que eran peones empiezan a tener sus propias tierritas en toda esta zona. Ellos deciden llamarle como una de las haciendas, Yunguilla», que en kichwa significa «lugar donde las nubes chocan con las montañas», detalla Morales.

Este acontecimiento, agrega, fue «positivo y negativo al mismo tiempo». Positivo, porque se conforma la comunidad como tal; pero negativo, porque la ley les exigía a los nuevos dueños que cumplieran con al menos el 10 % de trabajo generado en esa tierra, y optaron por talar el bosque, para aprovecharlo como madera y carbón.

El giro

Yunguilla está ubicada dentro del Chocó Andino, área que en julio de 2018 fue declarada por la Unesco como Reserva de Biosfera. Pero volviendo al pasado, en 1995, la Fundación Maquipucuna, creada a finales de la década de 1980, se acerca a la comunidad y les ofrece un proyecto, con el objetivo de dejar la tala del bosque y, en su lugar, iniciar la reforestación.

Solo 18 hombres de la comunidad de Yunguilla decidieron involucrarse en el proyecto, capacitándose y comenzando a cuidar la tierra. A ellos, relata Morales, los llamaban los ’18 locos’, por haber aceptado ese reto, mientras el resto se preguntaba cómo iban a mantener a sus familias.

«Hay que tomar en cuenta que la reforestación, cuidar el ambiente es muy bonito, es muy bueno para el planeta, sin embargo, rentable económicamente no lo es», menciona; por lo que cerca de cumplirse el año de iniciado ese proyecto, los ’18 locos’ ya estaban decididos a volver a la tala; aunque a la par las mujeres habían comenzado un proyecto de huerto orgánico.

Entonces, surgió una iniciativa de «ecoturismo» y a pesar de que esa primera generación, la de los ’18 locos’, no estaba muy convencida, sus hijos, los más jóvenes, sí se mostraron dispuestos a llevarla a cabo, aunque con los pioneros al mando. Se capacitaron en varias áreas, identificaron los atractivos turísticos de la zona y en 1998 recibieron a los primeros turistas, provenientes de Países Bajos.

Estos primeros visitantes llegaron de la mano de Maquipucuna, pero pronto se corrió la voz entre los turistas y siguieron llegando. Ahí, los locales entendieron que «la pobreza más grande que tiene una comunidad no es económica, sino es la ignorancia de no apreciar lo que tiene», menciona Morales.

La corporación

En el año 2000, la comunidad da el siguiente paso, cuando decide conformar y legalizarse como la Corporación Microempresarial de Yunguilla. Para entonces, el resto de los pobladores que no estaban en el proyecto se dieron cuenta de que a los ’18 locos’ y sus familias le estaba yendo bien con el programa de «ecoturismo».

Esto generó un breve conflicto, puesto que algunos de los fundadores se negaban a incluir a más personas, que no confiaron en ellos desde el principio. No obstante, los jóvenes de entonces mediaron e hicieron que el resto de la comunidad se sumara. Esto, además, permitió que las mujeres, las que ya tenían un huerto orgánico y de sus frutos hacían mermeladas, más adelante también pasaran a ser socias de la corporación.

Juntos, uniendo recursos económicos, compraron una finca, que pasó a ser un terreno comunitario, de alrededor de 16 hectáreas, donde actualmente se concentra una gran parte de las actividades turísticas y productivas de Yunguilla.

Finca y producción

En esa finca comunitaria está un restaurante, que es el punto neurálgico de Yunguilla; hay senderos, así como un lugar para acampar, donde se facilita una plataforma para la carpa, espacio para cocinar y baños.

Está el vivero forestal y huerto orgánico; además de la ‘Casa de los abuelos’, que es un museo para los visitantes y, también, un espacio para el disfrute de las primeras generaciones, que ya están en la tercera edad.

Y, muy importante, está el denominado «sendero de las fábricas», que a lo largo del terreno tiene un lugar donde producen dos tipos de queso (fresco y prensado), otro donde fabrican mermeladas (de mora, frutilla, uvilla y chigualcán) y uno más donde hacen artesanías.

Culuncos, el principal atractivo

Morales señala que en el lugar ofrecen al menos tres tours; el primero de ellos se concentra en la finca, en las áreas productivas y el resto de la comunidad.

El segundo lleva a los visitantes a conocer los «culuncos», el principal atractivo turístico de Yunguilla; estos son unos caminos por donde transitaban los Yumbos, un pueblo preincaico que tenía como actividades principales la agricultura y el comercio, y se desplazaban entre la costa y la sierra a través de estas sendas. Siglos más tarde, de acuerdo con la entrevistada, esos senderos fueron usados también para el contrabando de «puro», alcohol derivado de la caña de azúcar.

En este segundo tour, los turistas no solo conocen los culuncos, sino que suben a un mirador llamado ‘El Chochal’, desde donde se pueden apreciar hasta siete volcanes. El recorrido se cierra también en la finca.

El tercer tour es de senderismo, de entre 6 y 8 horas, a través de un camino que conduce desde Yunguilla hasta otra área de conservación llamada Santa Lucía.

Aparte de los tours, Yunguilla cuenta con un programa de voluntariado, que incluye una convivencia más integral en las casas de las familias de la comunidad; algo que nació a raíz de que una turista quiso quedarse más tiempo.

Yunguilla no tiene hotel o cabañas para el hospedaje de turistas, sino que, para que tengan una experiencia más completa, los visitantes se pueden quedar a pernoctar en las propias casas de los pobladores. «Cada casita está adecuada para que, por lo general, la familia viva en la parte baja y tiene las habitaciones para el turista en la parte alta, con su baño privado», indica Morales.

En la zona donde está asentada Yunguilla también se pueden observar aves y sus habitantes pueden incluir hasta una «noche cultural», menciona.

Las claves

Morales destaca que hay varias claves en la fórmula que ha llevado a Yunguilla a ofrecer turismo comunitario durante 30 años, convirtiendo al lugar en referente y atrayendo a otras comunidades de Ecuador, que buscan aprender de su «modelo de gestión».

En primer lugar, resalta la «organización y unión de la comunidad», junto con la «ideología de no competir» entre ellos mismos. Como ejemplo, dice que en principio tenían alrededor de cinco tiendas de víveres y actualmente existe una sola, y es comunitaria, que los abastece a ellos y también tiene los productos para vender a los visitantes, como sus mermeladas, quesos y ‘snacks’ saludables (de zanahoria blanca, camote y plátano verde), yogurt y artesanías.

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«La comunidad trabaja bastante en temas de relevo generacional«, siendo esta otra de las claves, según expresa Morales, poniéndose como ejemplo, pues ella es parte de la tercera generación de quienes operan el proyecto. Este último grupo, además, es el que, en mayor número, ha acudido a la universidad, volcando ese aprendizaje en Yunguilla.

A ello se suma el crear proyectos «en base a la necesidad que tiene la comunidad» y para obtener ingresos extra. Al respecto, señala que tras la pandemia decidieron no apostar solamente por el turismo, sino contar con otras actividades productivas del campo que les permitan seguir subsistiendo.

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