En Ecuador, apenas el 24,6 % de las aguas residuales son tratadas, según se desprende de un informe del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) publicado en diciembre pasado.
De acuerdo con ese mismo documento, denominado Estadística de Información Ambiental Económica en Gobiernos Autónomos Descentralizados Municipales – Gestión de Agua Potable y Saneamiento 2023, el agua residual no tratada va a parar a ríos (56,7 %), quebradas (35,8 %), entre otros lugares.
Un joven llamado José Paul Núñez Vásquez, junto a sus hermanos José Gabriel (biotecnólogo) y Cristina (socióloga), ha decidido contribuir a paliar esa situación, especialmente en zonas rurales sin alcantarillado o mecanismos de saneamiento, creando su propio sistema para tratar aguas residuales, reutilizando llantas viejas y usadas.
La iniciativa, según cuenta Núñez en entrevista con RT, surgió después de un viaje por Sudamérica que hizo en 2018, justo después de graduarse en Ingeniería Ambiental. En países como Brasil y Uruguay se familiarizó con los sistemas de tratamiento en los que reutilizaban algunos materiales para su construcción. «Fue ahí de donde nació la idea de poder venir a Ecuador nuevamente y poder implementarlo», relata.

En 2019, de la mano de sus hermanos, crearon un emprendimiento al que denominaron Kpulí Voltando Terra; el nombre surgió porque la charla la tuvieron bajo un árbol de capulí y porque con su idea estarían «regresando a la tierra».
Nació «la idea de poder brindar soluciones sostenibles que mejoren el medioambiente, como también protejan la calidad de vida de los seres humanos», menciona. En primera instancia, con su emprendimiento se enfocaron en el desarrollo de «bioplaguicidas», principalmente de pepa y cáscara de aguacate.
El sistema
No obstante, la espinita que había traído Núñez de su viaje seguía ahí y decidieron hacer los sistemas de tratamiento de las aguas residuales, que es ahora su fuerte; sin dejar de lado su negocio de bioplaguicidas.
Núñez, quien además hizo una maestría en Ingeniería del Agua y Gestión de residuos Urbanos, señala que el sistema fue creado para tratar aguas negras y grises; las primeras son aquellas que provienen del inodoro y las otras de lavadora, cocina, duchas, lavamanos, entre otros.

El ingeniero ambiental explica que en su iniciativa las llantas usadas las utilizan «como si fuera un biodigestor, es el pulmón del sistema». Los cauchos para su mecanismo los consiguen a través de una organización llamada Sistema Ecuatoriano de Gestión Integral de Neumáticos Usados (Seginus), que justamente en 2023 los galardonó, con el segundo lugar, en su I Edición de Premios a la Innovación Sostenible.
Detalla que la obra se construye de la siguiente manera: Se crea una especie de cisterna en el suelo, de entre uno a dos metros de profundidad. En el fondo se colocan las llantas y a sus lados y encima se dispone una capa de escombros de construcción, sobre esta va grava, más arriba arena, luego tierra. La parte superior se utiliza para la siembra o un jardín autosustentable.
Y el mecanismo funciona así: Las aguas residuales que salen del hogar mediante tuberías pasan primero por una «caja de revisión» o una «rejilla», donde se quedan los desechos sólidos grandes, a fin de evitar que estos afecten al sistema. Luego, el líquido y otros residuos van directamente a las llantas.
Una vez que los neumáticos receptan esas aguas, los lodos residuales pasan a descomponerse «y aquí ya comienzan a crearse unas bacterias», en un proceso anaeróbico, es decir que funciona sin oxígeno, dice Núñez. Luego, las capas de escombros, grava, arena y tierra que están sobre los neumáticos actúan como biofiltros, tratan el agua, a través de un proceso aeróbico, y transforman los contaminantes en nutrientes para el terreno.
Posteriormente, de acuerdo con la explicación, estos nutrientes permiten el crecimiento de cultivos sembrados en la superficie. «Tenemos la capa de cobertura vegetal, que es la capa con tierra, donde las raíces van a absorber el agua tratada y las van a liberar por las hojas«, agrega Núñez. Indica que todo esto se llama «evapotranspiración» y «es un proceso natural que se da».
El sistema está impermeabilizado para evitar que el agua residual «se percole a aguas subterráneas» y más bien permitir que comiencen a elevarse y pasar por todos estos campos de biofiltros.
La funcionalidad del sistema puede ser evaluada a través del comportamiento de las plantas, puesto que si están saludables o no ya es un «bioindicador» que les permite corroborar que el proceso se esté dando bien o mal. En caso de ser necesario la introducción de microorganismos para garantizar un mejor funcionamiento, esto se puede hacer.
Pronto, planean ir a la Agencia de Regulación y Control Fito y Zoosanitario (Agrocalidad) para que pueda validar que los frutos que se obtienen de las plantas sembradas en la superficie del sistema sean aptos para el consumo.

El sistema tiene una vida útil de 25 a 30 años. Sin embargo, trabajan en mecanismos para impermeabilizar también al neumático, de manera natural, para garantizar unos 30 años más.
Costos e implementación
Núñez comenta que «cada sistema tiene su reto y tiene su diferencia», porque su instalación depende del número de personas que conviven en el lugar y el tipo de agua que van a gestionar.
Entre sus prototipos tienen sistemas que funcionan por separado, es decir, unos para aguas negras y otros para las grises, y también mixto, que mezclan ambos residuos. «Vemos que funcionan súperbien, cualquiera de los dos», dice.
Núñez estima que para un hogar de cinco personas, el presupuesto podría ser de alrededor de 943 dólares. Con eso se podrían adquirir los materiales para implementar el sistema y, aparte, se le sumaría la mano de obra.

En Ecuador, dice, «las condiciones climáticas son favorables» y, por tanto, el sistema puede funcionar en las regiones «costa, sierra y oriente».
Núñez dice que, además de la reutilización de las llantas, el fin de este sistema es «empoderar a comunidades rurales, sobre todo en nuevas tecnologías ambientales» y ofrecer «nuevos sistemas alternativos para la gestión de las aguas» y que estas no vayan a parar a los ríos y quebradas.
Y aunque su enfoque es la zona rural, ya instalaron uno de sus mecanismos en una vivienda en la zona urbana de Quito; y esperan hacer las investigaciones para proponer que dentro de la ciudad se hagan sistemas de «pretratamiento» de aguas «para que al momento que se vayan a una planta centralizada no vayan con tanta concentración de contaminantes ni con tanto volumen».
Además del galardón otorgado por Seginus, Kpulí Voltando Terra ha sido premiado, tanto localmente, como fuera de Ecuador. Por ejemplo, en 2024, resultaron ganadores en el concurso ‘Jóvenes Líderes Transformando la Vivienda y el Hábitat’, en la categoría Innovación y Emprendimiento, realizado en México; y también, en el mismo país obtuvieron el primero lugar en el ítem Innovación Social de los Premios INNOVAGRO.