Pactar es “acordar dos o más personas o entidades algo que se comprometen a cumplir”. Este desafío a la sociedad le hace la Editorial El Lector con su proyecto “Un pacto con la lectura”, presentado el miércoles ante una numerosa y calificada concurrencia. Muchos de los asistentes rubricaron el pacto como un deber de ocuparse en divulgar las ventajas de la lectura.
Con frecuencia se dan a conocer datos preocupantes acerca del rendimiento escolar. El Ministerio de Educación y Ciencias de vez en vez difunde las cifras que demuestran lo mal que andamos en materia educativa. Incentivar la lectura ayudará a mejorar las condiciones paupérrimas de nuestra educación en general. En este sentido, el ministerio de Educación ayuda con la adquisición de libros para iniciar o enriquecer las bibliotecas escolares.
Los editores de la colección Biblioteca Universal, de la Editorial Océano, al darnos a conocer su propósito nos dicen: “Un gran pensador inglés dijo que la verdadera universidad hoy en día son los libros. Y esta verdad, a pesar del desarrollo que modernamente han tenido las instituciones docentes, es en la actualidad más cierta que nunca. Nada aprende mejor el hombre que lo que aprende por sí mismo, lo que le exige un esfuerzo personal de búsqueda y de asimilación; y si los maestros sirven de guías y orientadores, las fuentes perennes del conocimiento están en los libros”.
Son muchos los elogios que a lo largo de la historia se han hecho de los libros. Sería redundancia repetir o agregar conceptos acerca del valor de los libros como factor esencial para distinguir al ser humano de los animales. No obstante ese reconocimiento universal, no obstante la multiplicación de las editoriales que, a su vez, multiplican sus tiradas, nos encontramos en la paradójica situación de que se lee poco.
Está fuera de toda duda que la educación y la investigación son una verdadera inversión. Los estudios realizados por organismos internacionales acerca de las limitaciones estratégicas de nuestro despegue económico, coinciden en señalar las deficiencias en comunicación y en educación como las decisivas. Nuestro desempeño como sociedad depende así, en gran medida, de la formación de nuestros jóvenes. Pero, al mismo tiempo, no hay procedimiento más seguro y verdadero de promover la integración social que una buena educación.
Y esta buena educación está fuertemente ligada al hábito de la lectura. El hábito es costumbre, o sea, actos repetitivos, no ocasionales, accidentales, como suelen darse con el acercamiento a los libros.
En otros casos, que son mayoría, ese acercamiento no existe. Entonces qué podemos esperar de una sociedad, de un país donde leer libros sigue siendo el lujo de unos pocos.
Frente a esta realidad, el desafío es que los libros lleguen a la mayor cantidad posible de personas. Y esto será factible solamente con un hecho elemental: una fuerte inversión del sector público aliado con el sector privado.
En el capítulo XVI de “El conde de Montecristo”, de Alejandro Dumas, el sabio italiano, abate Faría, cuenta a su compañero de prisión, Edmundo Dantés, que en su biblioteca tenía aproximadamente 5.000 volúmenes. A fuerza de leerlos y releerlos, descubrió que con 150 obras bien escogidas se tiene, si no el resumen completo de los conocimientos humanos, por lo menos todo lo que es útil al hombre y a la mujer.
El pacto con la lectura tiene el noble propósito de que las escuelas y los colegios, y otras instituciones como cooperativas, cuenten con libros provechosos.
Hay algo peor que no leer: no comprender lo leído.