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Machismo en el entretenimiento: ¿cómo cambiaron las películas, series y la música?

PYN
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Durante gran parte del siglo XX, las películas presentaban a mujeres en roles secundarios, a menudo como objetos de rescate o interés romántico del protagonista masculino. Las primeras princesas de Disney, como Blancanieves y Cenicienta, ejemplificaban este arquetipo: personajes pasivos cuya felicidad dependía de la intervención masculina.

Con el tiempo, y en respuesta a movimientos sociales y feministas, la industria cinematográfica comenzó a reimaginar a sus protagonistas femeninas. Películas como Mulan (1998) y Valiente (2012) introdujeron personajes femeninos fuertes y autónomos que desafiaban las expectativas tradicionales. Este cambio no solo reflejaba una evolución en la narrativa, sino también una respuesta a la demanda de audiencias que buscaban representaciones más auténticas y diversas.

En la actualidad, personajes como Moana, las princesas Elsa y Ana de Frozen, Raya, la princesa Vanellope en Ralp El Demoledor y otras, se hicieron notar y dejaron claro su mensaje de empoderamiento.

Series de televisión: del ama de casa al liderazgo femenino

La televisión es testigo de una transformación en la representación de las mujeres. En las décadas de 1950 y 1960, las series mostraban a mujeres en roles domésticos, reflejando la expectativa social de la época. Sin embargo, producciones como Murphy Brown (1988) y Buffy, la cazavampiros (1997) marcaron un cambio al presentar a mujeres en roles profesionales y de liderazgo, enfrentando desafíos y tomando decisiones independientes.

En la actualidad, series como The Handmaid’s Tale y “Big Little Lies” abordan temas de autonomía, identidad y resistencia femenina, visibilizando las complejidades y contradicciones de la experiencia femenina.

Sin embargo, no todo es digno de elogio en esta narrativa que, en su aparente intención de exaltar el empoderamiento femenino, termina perpetuando representaciones problemáticas. La romantización de experiencias de violencia, vulneración y denigración a las que las mujeres han sido sometidas históricamente se convierte en un recurso recurrente que disfraza la crudeza de estas realidades bajo el velo de la resiliencia y el empoderamiento malentendido.

Romantizar la desigualdad

Un ejemplo reciente es Anora, la ganadora del Oscar a Mejor Película. El filme, dirigido por Sean Baker, cuenta la historia de una joven trabajadora sexual que se enamora de un heredero ruso adinerado, con quien se casa impulsivamente en Las Vegas. La trama se desarrolla entre la pasión y el conflicto, especialmente cuando los padres del joven exigen el divorcio. Aunque la película fue celebrada por su estética y la interpretación de su protagonista, las críticas apuntan a la peligrosa idealización de una figura que algunos han denominado la “princesa prostituta”.

Lejos de retratar las duras condiciones, la inseguridad y la falta de derechos que atraviesan la mayoría de las trabajadoras sexuales, Anora ofrece una visión edulcorada que encubre las desigualdades estructurales que afectan a este colectivo. La protagonista se presenta como una figura casi etérea, cuya historia de amor parece un vehículo para su redención personal, soslayando las complejidades y violencias inherentes al trabajo sexual en contextos de vulnerabilidad.

Esta idealización, que convierte una experiencia marcada por la desigualdad en una suerte de cuento de hadas contemporáneo, plantea la pregunta sobre los límites entre la representación artística y la responsabilidad social. La obra de Baker, con su marcado estilo indie, deja la sensación de que la libertad femenina solo es válida cuando se amolda a un relato que resulta cómoda para la mirada masculina y la industria cinematográfica.

La música y la sexualización de las artistas femeninas

La industria musical es uno de los ámbitos donde el machismo se manifiesta de manera más evidente. Durante décadas, las artistas femeninas fueron presentadas como objetos de deseo, con una presión constante por cumplir con estándares estéticos impuestos por la industria y el público.

Si bien artistas como Madonna desafiaron estas normas con mensajes de empoderamiento sexual, la hipersexualización siguió siendo la norma para muchas mujeres en la música. En la última década, cantantes como Billie Eilish y Lizzo han desafiado estos estándares, priorizando la autenticidad y el control sobre sus propias imágenes.

Los premios y la brecha de género

Los premios cinematográficos y musicales también son objeto de críticas por su falta de equidad de género. Un informe de la organización Women in Film revela que solo el 14% de las películas más taquilleras de 2023 fueron dirigidas por mujeres. En la música, los Grammy han sido señalados por su escasa representación femenina en categorías clave como Álbum del Año.

Sin embargo, iniciativas como la campaña #TimesUp y los discursos de artistas como Taylor Swift han contribuido a visibilizar esta problemática y a exigir cambios estructurales en la industria.

Las redes sociales juegan un papel fundamental en la visibilización del machismo en el entretenimiento. Movimientos como #MeToo han expuesto casos de abuso y discriminación, generando una mayor presión sobre la industria para adoptar políticas de igualdad y respeto.

Críticas y desafíos pendientes

A pesar de los avances, las críticas persisten. La hipersexualización de las artistas femeninas sigue presente en videoclips y campañas publicitarias. Además, la brecha salarial y la falta de oportunidades para mujeres en roles de dirección y producción continúan siendo desafíos importantes.

La creciente presencia de mujeres detrás de cámaras y en posiciones de poder dentro de la industria augura un futuro más equitativo. Directoras como Greta Gerwig y Chloé Zhao están redefiniendo el cine con historias que exploran la experiencia femenina desde una mirada más auténtica y libre de estereotipos.

Fuentes:

  • Women in Film
  • Asociación de Críticos de Cine de Hollywood
  • Rolling Stone
  • Billboard

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