El esfuerzo mundial que venimos realizando desde hace 38 años para reducir los contaminantes que socavan la integridad de la capa de ozono está funcionando realmente: el «agujero» en la capa de ozono sobre la Antártida se está cerrando gracias a la prohibición de los clorofluorocarbonos impuesta por el Protocolo de Montreal en 1987. Así lo demuestra por primera vez un nuevo estudio, publicado en Nature, realizado por un equipo del MIT (Massachusetts Institute of Technology) coordinado por Susan Solomon, una de las primeras en estudiar y dar la voz de alarma sobre los peligros del adelgazamiento de la capa de ozono en la atmósfera.
El agujero en la capa de ozono y el Protocolo de Montreal
Durante años, fue uno de los problemas medioambientales más discutidos en los medios de comunicación: el «agujero» de ozono, es decir, el adelgazamiento de la capa de gas ozono (O3) en la estratosfera sobre la Antártida, exponía la vida en la Tierra al peligro de la radiación solar. La culpa, como quedó claro hace casi cuarenta años, la tenían los gases contaminantes, en particular los clorofluorocarbonos (CFC) que utilizamos como refrigerantes, aislantes y en los propulsores. Estas sustancias en la atmósfera estaban interfiriendo con el ozono, rompiendo sus moléculas y reduciendo el espesor de este filtro natural a la radiación solar. Afortunadamente, no se perdió mucho tiempo: los países se unieron y acordaron prohibir los CFC y otras sustancias que agotan la capa de ozono con la esperanza de reparar el daño causado. Fue el primer intento de gobernanza climática mundial, que más tarde daría lugar a las Conferencias de las Partes (COP) de la ONU.
Han pasado ya 38 años desde la entrada en vigor del Protocolo de Montreal: desde entonces, las concentraciones de CFC en la atmósfera se han reducido y, como demuestran los datos recogidos en los últimos años por la comunidad científica, el ozono está mucho mejor. La herida, en resumen, está cicatrizando.
¿Por qué se está cerrando el agujero?
Son muy buenas noticias, por supuesto, pero la realidad es que hasta ahora no se había podido establecer con suficiente certeza por qué se estaba cerrando el agujero de la capa de ozono. Hay que decir, de hecho, que el espesor de la capa de ozono también se ve afectado por diversas variables ambientales, como la estacionalidad, el vórtice polar y los fenómenos climáticos de El Niño y La Niña. «Aunque detectar un aumento estadísticamente significativo del ozono es relativamente sencillo, atribuir estos cambios a factores específicos es más difícil», comentó Peidong Wang, investigador del Departamento de Ciencias de la Tierra, Atmosféricas y Planetarias del MIT.
La huella humana en el agujero
Sin embargo, el propio Wang, junto con colegas del equipo de Susan Solomon, ha tenido éxito en la tarea, y por primera vez ha obtenido pruebas cuantitativas de que el factor determinante en la recuperación de la capa de ozono antártica es, efectivamente, el esfuerzo mundial por reducir los CFC.
Los científicos lo consiguieron con un enfoque innovador tomado de los estudios sobre el cambio climático. El método (que, por cierto, le valió el Premio Nobel de Física en 2021 a Klaus Hasselmann, su creador) se conoce como ‘fingerprinting’ y sirve para aislar la influencia de factores climáticos concretos en un suceso, como confirmar y cuantificar la huella del ser humano en el cambio climático.
Wang y Solomon aplicaron el fingerprinting para identificar el efecto de las reducciones de contaminantes que interfieren en el ozono. Fueron necesarias muchas simulaciones en las que los científicos cartografiaron los cambios en la capa de ozono en respuesta a distintas condiciones ambientales hasta que se identificaron patrones. Al comparar estos patrones con las observaciones por satélite de la capa de ozono sobre la Antártida desde 2005 hasta la actualidad, descubrieron que, con un nivel de confianza del 95%, el patrón que más se asemeja a los datos reales es el debido al agotamiento del CFC en la atmósfera.
Es posible resolver los problemas medioambientales
Esto, comentaron los autores, da confianza en que los problemas medioambientales pueden resolverse, en que el compromiso de la comunidad internacional puede marcar la diferencia. Además, según Susan Solomon, si la tendencia de recuperación de la capa de ozono continúa, en 2035 podríamos asistir a un año en el que no habrá ningún tipo de agotamiento de la capa de ozono en la Antártida: “Algunos de ustedes”, concluyó, «verán desaparecer por completo el agujero de ozono a lo largo de su vida. Y serán las personas las que lo habrán hecho posible».
Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.