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Yamandu Costa: “La generosidad es la moneda más bella”

PYN
23 Min Read

Yamandu Costa tiene un currículum que avala una presencia musical excelente. De hecho, ese talento que supo hacer crecer a lo largo de los años, es algo que lo lleva a recorrer el mundo entero, algo que él reconoce como un privilegio, ya que habita los escenarios desde que era un pequeño niño de alrededor de 5 años. Es que su familia era muy musical pero también muy seria en ese sentido.

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Yamandu entendió que si quería dedicarse profesionalmente a esto, el compromiso y la disciplina debían ser sus banderas. Gracias a eso, hoy es celebrado por la gente que disfruta de su presencia artística, pero también de su agradable ser fuera del escenario. Es que para el guitarrista, el mundo de la “fama” es algo que no resuena con él, porque al final, estamos todos pisando el mismo suelo y con un objetivo en común: ser una humanidad más generosa, solidaria y amorosa, cada uno con el aporte que lo haga único.

El hecho de dar oportunidades a otros es también algo importante para él y en todo momento. Por ejemplo aquí compartió escenario con el músico argentino Facundo Rodríguez y con el grupo paraguayo MbarakaTrío, dándoles un espacio central en su concierto.

El pasado 27 de febrero en el Teatro Municipal "Ignacio A. Pane", Yamandu Costa ofreció un concierto impecable.
El pasado 27 de febrero en el Teatro Municipal «Ignacio A. Pane», Yamandu Costa ofreció un concierto impecable.

Así de humano se muestra él para dar esta nota, en la residencia de la Embajada del Brasil, el pasado miércoles 26, un día antes de su concierto en el Teatro Municipal. Con remera y short de sport, en zapatillas, se prepara para conversar, no sin antes traer su equipo de mate, su guitarra al lado y su lima de uñas. Se acomoda en un sofá y afirma estar muy agradecido por volver.

-Volvés por fin, después de tanto tiempo, a tocar a un país que te aprecia mucho.

-Y yo tengo una relación muy cercana con la cultura paraguaya. Mi nombre, de alguna manera, ya significa eso, al ser en guaraní. Mi papá era un amante de la cultura guaraní, desde muy niño me explicaba sobre la triste historia de Paraguay, sobre el sentimiento de culpa que tenemos por eso también. A la vez, mi papá era un amante de la música paraguaya, conocía a José Asunción Flores, la historia de la guarania, era amante de la polca, por supuesto de Mangoré, entonces Paraguay para mí siempre fue un país muy, muy importante, y yo por haber nacido en la región sur de Brasil, en la frontera con Argentina y Uruguay, de alguna manera intento llevar para el mundo no solo de la guitarra brasileña sino la de nuestra región, entonces siempre tengo en mi repertorio una guarania, una polca, siempre hablo de Paraguay de una manera cariñosa y verdadera porque así siento. Heredé eso del sentimiento que tenía mi papá con la historia de este país. Además, cuando era jovencito veníamos con la familia a tocar en las fronteras de Ponta Pora, Mato Grosso do Sul, Campo Grande.

-Es que somos una gran nación guaraní pero las fronteras nos dividen.

-Hay una frase muy linda de Tom Jobim, que fue nuestro gran compositor, donde decía que los hombres hacen las fronteras y los pájaros cruzan por arriba. No hay fronteras, somos una patria, la patria de la yerba mate, por ejemplo, todos tomamos mate, compartimos la cultura de la pecuaria, o nuestra música que de alguna manera se parece, claro que cada región con sus peculiaridades, pero eso es culpa ya de la cultura popular, del ambiente, del clima, de la comida, del humor, todo va dependiendo de su región, pero tenemos sí esta herencia guaraní. Todas las Misiones gauchas que tenemos cruzan varios países, de las Reducciones Jesuíticas, entonces es una historia en común, somos hijos de una misma región. Yo tengo sangre italiana de mi mamá, pero como dice un amigo mío: en esta región los italianos o alemanes aprenden a tomar mate.

-Además compartimos historias de sufrimiento, a nivel continente, a causa de la colonización europea. Ahí tenemos todos las mismas cicatrices.

-Exacto. Entonces creo que hay que comprenderse de esa forma, como patrias hermanas. Venimos de la misma región.

-El mismo Mangoré tenía mucha influencia europea en lo que hacía, como también de la región.

-Exacto, mucha, claro, porque compuso también muchas cosas brasileñas, choros. Después de aquí voy a Colombia y voy a grabar “Maxixe”, que es un choro de Mangoré con un trío colombiano. Él ya tenía ese entendimiento de la importancia de la música de Brasil. La cultura guitarrística de Barrios es hasta hoy algo increíble.

-Hablas mucho de la herencia y eso quería mencionar también, sobre cómo recordás la música de tu infancia y tus primeros momentos en un escenario.

-A partir de los 5 años subí a los escenarios y recuerdo porque fueron momentos que me marcaron, porque fueron importantes. Yo crecí en una familia que trabajaba con música, entonces yo sabía que eso ayudaba a la familia, puedo decir que soy un músico desde esa edad. Siempre fue algo serio, mis papás me enseñaron que el escenario era algo serio, que tenía que darle importancia a eso, entonces de eso no me olvido, pero son flashes, tampoco me acuerdo de todo y no me daba cuenta de la coyuntura en general porque era un niño, pero a la vez recuerdo, hago esfuerzo para recordar.

Ahora que han pasado tantos años recuerdo a las personas importantes que frecuentaban mi casa, pero cuando niño no medía el impacto, eran amigos de mi papá, pero eran los más grandes compositores de ahí. Tuve esa suerte de convivir con músicos como Ramón Ayala, Lúcio Yanel, entonces hoy me doy cuenta de la linda suerte que tuve, de que mi casa sea como el pasaje de esta gente, eso es una enseñanza muy profunda que te marca.

También las circunstancias de que no tuve una vida normal, fui al colegio pero poco, no me gustaba, yo sentía que los niños eran muy infantiles pero porque yo vivía en un mundo de adultos, entonces yo quería tocar, quería estar en el mundo de la música. Pero ahora que tengo dos hijos me doy cuenta de qué vida loca tuve, pero a la vez maravillosa, con sus beneficios.

-¿Y algo de esa niñez intentas conservar intacta por ejemplo en tus procesos o en el escenario?

-Para mí la música fue de alguna manera un refugio. Cuando la música empieza tu entras en un mundo encantado. Por supuesto que hay que estar concentrado, es una disciplina, una mezcla de concentración y relajación, pero sí te lleva a otro mundo y ese mundo siempre vale la pena, es por eso que hacer música es un privilegio más allá de que es una profesión. Estar en contacto con la música, sin necesidad de hacerla, como estar con amigos en un encuentro donde haya música, tocar o cantar en conjunto, eso es una cosa ancestral, muy terapéutica y hace muy bien a la salud mental, a la salud de los sentimientos. Entonces yo tengo una vida con muchos compromisos, es una locura, un torbellino, pero tiene un momento milagroso que es cuando empieza la música, ahí vale la pena.

-Se dice también que cuando uno toma un instrumento este se vuelve como una extensión del cuerpo, entonces ¿qué tan importante es cuidar ese cuerpo y por ende la mente?

-Lo hago dentro de lo posible. Es que dentro de nuestra vida hay mucha exageración, la gente te espera con los mejores banquetes, pero hay de todo, como también momentos complicados, podés vivir en el lujo y en la basura, a la misma medida. Ayer llegué acá a las 2 de la mañana, dormí bastante, pero es una vida de adaptación e interesante en ese sentido también para alguien que no tiene muchos caprichos, yo soy así. Hay que entender que el privilegio es estar en contacto con la gente, te tiene que gustar la gente, hablar, conocer, intercambiar experiencias, más que nada estar abierto a nuevas culturas, situaciones, es una vida camaleónica de estar adaptándose a todo momento y representándose a sí mismo, creando el mejor personaje que puedes tener de ti mismo, también intentar por lo menos dejar una buena impresión por donde pases, siempre abriendo puertas, haciendo lo mejor posible.

Yamandu Costa toca una guitarra de siete cuerdas.
Yamandu Costa toca una guitarra de siete cuerdas.

-Hablas del personaje y me hacer pensar en la identidad que uno construye alrededor de lo que hace ¿eso es algo que ya existe, surge, uno crea o encuentra?

-Yo creo que uno encuentra su personalidad, pero hay que tenerla en cuenta desde jovencito. Es muy importante tener esa búsqueda porque eso define lo que viene después, porque más que ser bueno en lo que haces, la única manera de ser incomparable es creando tu mundo. Cuando creas tu mundo musical, tu forma de tocar, no eres el mejor, eres único, y mucho mejor que ser el mejor es ser único, porque ahí nadie puede llegar cerca, no tiene cómo, es una defensa, como un escudo, yo hago eso. Y cuando desarrollas tu estilo todo es muy transparente, tu calidad, tus defectos, tus inquietudes. Uno cuando toca es claro, es transparente, todo está ahí, la música tiene el poder de condensar, es como si fuera un filtro de tu alma, un filtro de lo que tu quieres pasar, a tu medida, ni más ni menos.

Yo creo que quien quiere ser un artista tiene que saber que lo más importante es que desarrolle su personaje, su propio personaje, y saber después separarlo, saber que como dice el tango: “la fama es puro cuento”, que quien cree que es famoso está equivocado desde el principio, y no hay que buscar eso, hay que buscar la belleza verdadera del arte, lo que pasa después viene por añadidura, en diversos niveles. Pero tienes tu personaje artístico y luego tu persona y ambas tienen que convivir, hay que saber darles sus espacios.

-No puedo evitar querer conocer tus pensamientos sobre el streaming, la masividad, la cantidad de música que sale por día ¿Eso cómo afecta a la creación musical?

-Hay música cada vez más superficial, aunque más que la música es la utilización de la música. Recién fuimos al mercado 4, un lugar increíble, la vida real como es… bueno, y la música era reggaetón en todos lados, y uno ve que la música es muy utilizada como un adorno, es una cosa que está ahí aparentemente moviendo, pero está en segundo plano. La música alta a veces me molesta, porque cuando yo escucho música paro todo, yo no lograría conversar contigo escuchando música, pero de repente soy un viejo, claro, un dinosaurio, estoy viejo para eso. Pero para mí se separan las cosas, cuando voy a empezar a tocar quiero que me escuchen. Y esta nueva generación de las redes sociales ve a la música como un adorno. Veo en Brasil por ejemplo que la gente va a los conciertos de cantantes conocidos para cantar, no va más para escuchar.

Entonces el mundo cambió muy rápidamente. Steve Jobs es el nuevo Jesús por crear el teléfono inteligente, que te atrapa y te deja disponible 24 horas, a la vez monitoreado, es una gran trampa. Sí, un gran invento que nos conecta y nos da facilidad de hacer muchas cosas al mismo tiempo, pero de doble filo. Hay que tener mucho cuidado con eso e intentar no perder el foco en las cosas reales, porque hoy en día la gente crea un personaje, pero crean el personaje que les gustaría ser en Instagram, solo ponen las fotos lindas, entonces vendes una idea, una ilusión para ti mismo, no solamente para los otros, ahí está el punto, entonces uno se cree eso. Hoy somos todos números, productos, de lo que queremos vender a los otros, entonces es una locura. Es una revolución de la que no hay vuelta, entonces hay que adaptarse, analizar y a veces si ayuda a alguien a llegar a un punto de entendimiento, bueno, ya valió la pena.

Ahí también entra la música. La música es un lenguaje que ninguna red social podrá darte, para hacer música hay que tener disciplina, foco, calma, perseverancia, sentarte a estudiar el instrumento, en eso no hay mentira.

-Además que ahora está con todo el tema de la inteligencia artificial.

-Ufff, eso yo no sé analizar todavía, porque asusta, da miedo, porque escuché cosas muy bien hechas.

-Lo importante es no perder nuestra identidad cultural.

-Es que vivimos en un mundo donde todas las plazas comerciales son la misma, todas las marcas crecen… Louis Vitton, Dolce y Gabanna, están en los interiores de Brasil, en estados como Goias que es un estado agro, con muchas vacas, soja, plata, ahí entró eso. Entonces estamos, de alguna manera, acabando con las culturas del mundo, eso es una pena. Yo vivo en Europa, un continente que todavía tiene sus cosas, pero el ritmo de cambio es violento también. El viejo portugués, ese zapatero que hacía arreglos baratos está yéndose, porque también la inflación inmobiliaria llega a los centros urbanos y la especulación empieza a mandar a la gente a los suburbios, porque no tienen plata para vivir en su ciudad, este mundo está así y ¿cómo se puede parar? La gente habla mucho de política, que uno tiene una tendencia más de derecha o de izquierda, hoy no hay más eso, está el capital que manda en todo y va sofocando a la gente. No sabemos a dónde vamos a ir a parar.

-Ahí aparece el arte que de alguna manera puede ser un salvavidas, porque está en todo, y nos puede hacer abrir un poco la mente, despertar hacia una revolución.

-Yo prefiero vivir en el mundo de la música, yo prefiero vivir en un mundo de sueños, pero prefiero eso, porque si abro los ojos y miro lo que está pasando es muy depresivo. El mundo de la música te salva. Más que eso, es el mundo de la belleza humana, donde se manifiesta mucho a través del arte, entonces creo que sí es un punto de salvación, pero el arte por el arte arriba de las religiones, tendencias políticas, el arte bella por su naturaleza. Si se puede mejorar el mundo así, de alguna manera, creo que es porque el arte le hace bien a la gente.

Yamandu (de camisa naranja) rodeado de amigos, colegas, alumos, en el Festival de Cuerdas y Campus, en Hohenau.
Yamandu (de camisa naranja) rodeado de amigos, colegas, alumos, en el Festival de Cuerdas y Campus, en Hohenau.

-Me gustaría cerrar hablando también del autoconocimiento ¿Qué tanto sentís, en tu caso, que te conocés a través de tu arte?

-Desde ese punto de vida a veces me siento limitado porque siempre miré la vida con este filtro, de la música, entonces no sé analizarme muy bien en ese aspecto, pero veo que uno a veces se preocupa si está viajando mucho o trabaja sin parar. Estoy en la ruta desde el 20 de enero y sigo hasta el 1 de abril. Pero también si estoy en mi casa me quedo 5 días y me aburro de una manera increíble. Es fácil apegarse a las quejas, pero yo creo que tengo una vida muy interesante, dinámica, donde siempre están pasando cosas, obvio que me cansa, pero a la vez no sé lo que haría, qué podría hacer. Intento organizar mi vida financiera para poder elegir un poco, manejar mi tiempo mejor, y dedicarme a algún proyecto social, que ayude a la gente, pero siempre manos a la obra. Ayudar a niños, jóvenes, gente necesitada, a través del lenguaje de la música. Hay una escuela en mi ciudad natal, en Passo Fondo, que lleva mi nombre, Escuela Pública de Música Yamandu Costa, después de ir ahí por primera vez entendí lo que puede ser transformador para la juventud, el tener contacto con la música, entonces eso me despertó una luz. Mi papá también era un educador natural, ayudó a mucha gente a través de la enseñanza de la música, entonces veo en este camino de repente una forma de poder ayudar a la gente.

-Y eso es lo esencial, compartir lo que uno sabe en pos de un bien común, mayor que uno mismo.

-Exactamente, eso es lo importante, hacer algo que sea más importante que tu humanamente, salir de tu propio ombligo, estar enfocado en los demás.

-Quizás esa sea nuestra salvación.

-Es verdad, extender la mano y sentir que la generosidad es la moneda más bella, que más te da. Uno cuando siente eso, entiende que puede ayudar a transformar a veces a una persona. Hace poco fui a China, un viaje muy cansador, pero llegué y toqué en un lugar muy importante, la Ópera de Shanghái, con orquesta. Después fui a un lugar del interior y había una chica de 15 años estudiando guitarra, y papá me pedía que por favor en un ratito pueda hablar con ella, y yo no soy profesor, pero le dije bueno. Vino la niña con la guitarra, no hablaba inglés y mi inglés es malo, pero entonces le pedí que toque algo, empezó a tocar cosas que yo conocía y empecé a tocar con ella, cuando empecé a conectarme con ella a través del lenguaje de la música empezó a llorar, tocaba llorando. Valió la pena el viaje por tener ese momento con la niña, mucho más que tocar en la Ópera, porque sentí que esta atención que le di se quedará marcada como cariño, como algo verdadero. Los avisos están en las entrelíneas, uno tiene que estar sensible para notarlas, porque ahí está la clave a veces de las cosas que realmente importan. En todos lados, todo el tiempo, todo pasa frente a nosotros.

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