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Del veneno de araña podría producirse un fármaco para prevenir los daños por infarto

PYN
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A partir de una proteína contenida en el potentísimo veneno de la araña de tela de embudo (Hadronyche infensa) podríamos disponer algún día de un medicamento que prevenga los daños provocados por los infartos de miocardio. El candidato a fármaco se está estudiando desde hace tiempo y está a punto de entrar en la fase de ensayo clínico, es decir, la fase en la que se pasa de la investigación en modelos animales a la participación de seres humanos. La investigación viene de parte de la Universidad de Queensland, Australia, donde trabaja el grupo que desde 2017 estudia las propiedades del veneno y, en concreto, la proteína Hi1a que contiene.

Daños relacionados con el infarto de miocardio

Las enfermedades cardiovasculares, entre ellas el infarto, son la principal causa de muerte a nivel mundial. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), casi 18 millones de personas murieron por enfermedades cardiovasculares en 2019, lo que supone casi un tercio de todas las muertes mundiales. De estos 18 millones, el 85% se debió a un infarto de miocardio o a un accidente cerebrovascular.

Pero, ¿qué es exactamente un infarto de miocardio? Un infarto de miocardio se produce cuando el suministro de sangre al corazón se interrumpe repentinamente, por ejemplo debido a un coágulo de sangre. Esto reduce el suministro de oxígeno y provoca daños en los tejidos.

La cuestión se complica aún más con el llamado «daño por reperfusión»: la reanudación de la circulación sanguínea (conocida como reperfusión) en la parte del tejido que ha estado privada de oxígeno durante un tiempo provoca daños oxidativos y una cascada de reacciones inflamatorias.

Estudios preclínicos

La proteína Hi1a contenida en el veneno de la araña de tela de embudo parece ser capaz de prevenir precisamente las consecuencias del daño por reperfusión mediante el bloqueo de un canal iónico específico (Asic1a, canal iónico 1a sensible al ácido) situado en la superficie de las células cardiacas. Esto es lo que se desprende hasta la fecha de los estudios preclínicos realizados por el equipo de investigación de la Universidad de Queensland, el último de los cuales se publicó en la European Heart Journal en diciembre de 2023.

De esta última investigación realizada en ratones, explica Nathan Palpant, profesor de la Universidad de Queensland, se observó que «Hi1a es tan eficaz para proteger el corazón como el único fármaco cardioprotector que llegó a la fase 3 de ensayos clínicos, un fármaco que finalmente fue archivado debido a sus efectos secundarios. Además, descubrimos que Hi1a solo interactúa con las células de la zona lesionada del corazón durante un ataque y no se une a las regiones sanas del corazón, lo que reduce la posibilidad de efectos secundarios».

Futuros estudios clínicos

El proyecto de investigación pasará ahora a la fase de ensayo clínico, tras haber recibido 17.8 millones de dólares del Fondo para el Futuro de la Investigación Médica (MRFF) del Gobierno australiano.

«Esta financiación del MRFF nos permitirá realizar ensayos clínicos en humanos para probar una versión miniaturizada del Hi1a como fármaco para tratar infartos y proteger los corazones de los donantes durante el proceso de extracción», afirma Glenn King, profesor de la Universidad de Queensland.

De hecho, según estudios anteriores, el fármaco candidato también parece ser capaz de proteger el tejido cardiaco de corazones extraídos de ratones de laboratorio para trasplantarlos a otros animales. En general, un corazón extraído de un donante puede reimplantarse en un plazo de tiempo limitado, más allá del cual el daño tisular es demasiado grande para que el órgano vuelva a funcionar correctamente. Según el equipo australiano, el uso de Hi1a en el corazón trasplantado podría alargar este intervalo.

«Si tiene éxito», concluye King, «mejorará la supervivencia y la calidad de vida de los pacientes, ampliará drásticamente la reserva de corazones de donantes disponibles para trasplantes y reducirá significativamente los costos sanitarios».

Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Andrea Baranenko.

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