Han pasado doce años desde el impresionante suceso de Cheliábinsk. Pero volvamos a aquel febrero de 2013: estamos en Siberia, en el óblast situado en la frontera entre Rusia y Kazajistán. Son las 9:20 hora local y es una mañana cualquiera para el millón de habitantes que vive en la ciudad. De repente, se oye un estruendo y, a continuación, otra serie de explosiones en el aire: un asteroide se había fragmentado en el cielo y sus pedazos habían caído al suelo, produciendo intensas ondas de choque en todo el territorio. El suceso de Cheliábinsk, el más intenso desde el de Tunguska en 1908, no causó muertos, pero sí casi 1,500 heridos.
Lo que ocurrió en Cheliábinsk
Tras el pánico inicial, en los días siguientes los astrónomos analizaron los numerosos datos y más de 400 videos de aficionados disponibles, reconstruyendo la dinámica del impacto. El bólido (el meteoro muy brillante) fue visible entre 95 y 12 kilómetros de altura durante un total de 17 segundos. Fue generado por un pequeño asteroide de unos 19 metros de diámetro y 12,000 toneladas de masa, que se frenó al caer en la atmósfera, perdiendo energía y fragmentándose en varios pedazos. Esto generó ondas de choque en varios lugares, correspondientes a los distintos fragmentos que explosionaron en la atmósfera: y fueron precisamente esas ondas de choque las que crearon los mayores problemas.
Más brillante que el Sol
El suceso de Cheliábinsk causó 1,491 heridos, 112 personas fueron hospitalizadas, 2 de ellas en estado grave. Ninguna de ellas había sido alcanzada directamente por el asteroide, pero la onda expansiva del impacto hizo que los cristales de muchas ventanas estallaran y volaran por los aires, hiriendo a las personas que se encontraban en el interior de los edificios. Además, 180 personas sufrieron dolor ocular debido a la intensa luz (durante unos instantes el meteoro fue más brillante que el Sol), y unas 70 tuvieron dificultades para ver (aunque solo fuera temporalmente). 20 personas sufrieron quemaduras por la luz ultravioleta, como si hubieran estado en la playa al sol durante muchas horas. Tras la explosión, las líneas telefónicas se saturaron de personas que intentaban llamar para pedir ayuda o a sus familiares para saber si estaban bien o simplemente para saber qué acababa de ocurrir.
Los meteoritos de Cheliábinsk
Gran parte del asteroide se consumió pulverizándose entre 70 y 30 kilómetros de altura. Un único fragmento de gran tamaño, de unos 70 centímetros, llegó a la Tierra en el lago Chebarkul: pesaba 540 kilogramos. Se encontraron otros siete meteoritos en las cercanías, pero todos juntos pesaban mucho menos que el fragmento principal, unos 84 kilogramos. En total se encontraron 1.923 meteoritos tras el suceso de Cheliábinsk, la mayoría de ellos con un peso inferior a 1 gramo. En total, la masa que llegó a la Tierra se estima entre 4,000 y 10,000 kilogramos, es decir, menos del 1% de la masa inicial del asteroide. Estos meteoritos no son raros, ya que han sido clasificados como «condritas ordinarias», las más comunes de todas. Sin embargo, son un recuerdo imborrable de un increíble impacto planetario de la historia reciente.
¿Podría repetirse?
Los impactos planetarios ocurren todo el tiempo; todos los días llueven del cielo fragmentos de roca en grandes cantidades. En la mayoría de los casos se trata de polvo o poco más que arde en la atmósfera. En unos pocos casos llegan rocas espaciales un poco más grandes, que consiguen golpear el suelo y convertirse en meteoritos. En algunos casos se producen impactos mucho mayores, como cuando un asteroide de unos 50 metros explotó en pleno vuelo en los cielos siberianos sobre Tunguska el 30 de junio de 1908. Hay unos 35,000 asteroides cercanos a la Tierra ahí fuera y más de 3,000 de ellos están clasificados como «potencialmente peligrosos», así que sí, podría volver a ocurrir y volverá a ocurrir, razón por la cual las agencias espaciales de todo el mundo trabajan para vigilar los asteroides y desarrollar técnicas de defensa planetaria (la sonda DART de la NASA es un ejemplo): solo así podríamos adoptar las estrategias necesarias para prepararnos o evitar un posible impacto planetario de proporciones catastróficas.
NASA/DART
Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.