“Esto fue muy, muy asombroso”, dice Oana Del Castillo-Chávez, coautora del estudio y antropóloga biológica en el Instituto Nacional de Antropología e Historia de Yucatán en Mérida, México. “Los restos del Cenote Sagrado incluían los de niños y niñas, y no hay evidencia de Chichén Itzá u otras ciudades mayas antiguas de parientes cercanos siendo sacrificados”, agrega.
La investigación fue realizada por un equipo interdisciplinario, liderado por Rodrigo Barquera Lozano, del Departamento de Arqueogenética del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (MPI-EVA, por sus siglas en inglés), en Leipzig, Alemania, también académico de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). También partició Víctor Acuña Alonzo, titular de esta casa de estudios; Oana del Castillo Chávez, investigadora del Centro INAH Yucatán, y Diana Iraíz Hernández Zaragoza, alumna del Laboratorio de Genética Molecular de la ENAH, entre otros especialistas.
Las víctimas jóvenes del estudio actual están estrechamente relacionadas con personas que actualmente viven cerca de Chichén Itzá, cuyos genomas muestran cambios potencialmente vinculados a la exposición de sus antepasados a epidemias del siglo XVI.
El análisis de datos genéticos reveló que todos los individuos del chultún eran varones de entre tres y seis años de edad, y que en el entierro masivo estaban presentes parientes cercanos (hermanos/primos), incluidos dos pares de gemelos monocigóticos. Una exploración genética más detallada mostró igualmente que, al menos una cuarta parte de los niños, estaban estrechamente relacionados entre sí. “Los resultados nos indican que los niños estaban siendo seleccionados en parejas para actividades rituales asociadas con el chultún”, refirió Oana del Castillo.
Chichén Itzá fue una de las ciudades más importantes de la civilización maya antigua, especialmente entre los años 800 y 1000 d.C., cuando otras regiones estaban en declive. El sacrificio ritual de niños parece haber sido un evento regular en Chichén Itzá, pero muchos aspectos de la práctica siguen sin estar claros.
Los niños que Del Castillo-Chávez y sus colegas analizaron fueron encontrados en la década de 1960 en una cámara subterránea llamada chultún y en una cueva adyacente, cerca del Cenote Sagrado. Los restos no mostraban signos de violencia, pero fueron encontrados como parte de un santuario, ahora destruido por trabajos de construcción.
Con la esperanza de identificar el sexo de los restos y obtener otros conocimientos genéticos, Del Castillo-Chávez se asoció con el inmunogenetista Rodrigo Barquera y el paleogenetista Johannes Krause del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig, Alemania, y sus colegas. El equipo obtuvo datos genómicos antiguos de los cráneos de 64 de los aproximadamente 106 individuos enterrados en el chultún.
La datación por radiocarbono sugirió que los niños fueron sacrificados entre el siglo VII y mediados del siglo XII d.C. Además de revelar que todas las víctimas eran niños, los datos genómicos mostraron que una cuarta parte tenía un pariente de primer o segundo grado —probablemente un hermano o primo— en el chultún, incluidos dos pares de gemelos idénticos. La presencia de gemelos y parientes cercanos podría estar relacionada con rituales que involucraban figuras gemelas de la mitología maya, sugieren los investigadores.
No está completamente claro por qué se seleccionaron a estos niños para el sacrificio. El análisis isotópico de sus huesos sugirió que sus dietas ricas en plantas —probablemente maíz— eran típicas de los antiguos mayas. Los individuos relacionados tendían a tener perfiles isotópicos similares, lo que sugiere que fueron criados de manera similar.