La montaña da, pero la montaña pide. En la cordillera de la Vilcanota se levanta, duro, blanco y azul, el pico del Ausangate. El otrora Apu Ausangate, un espíritu sagrado, fecundaba a la Pachamama derramando las aguas de los picos nevados sobre los valles y lagunas. Hoy se calcula que se han perdido más de la mitad de las masas de hielo glaciar peruano en los últimos 50 años debido al cambio climático, lo que se traduce en la desaparición de reservas de agua vitales no solo para las comunidades que viven en los valles de la cordillera. Es también una pérdida que se añade a las crisis ambientales globales: la hídrica, cuyos efectos se reproducen, de una forma u otra, a lo largo del globo. Nos falta el agua en el planeta que siempre pensábamos azul.
A Constantino Aucca Chutas, a quien le llaman también Don Tino, Jefe, Guaraca o Papá, la inquietud le alcanzó muy pronto. “Muchas veces, de niño, caminaba por el campo, disfrutaba del río, de la naturaleza, o cuidaba las ovejas y las vacas de los abuelos, y pensaba ¿esto durará por siempre?”. Los datos, en principio, no parecen albergar una respuesta amable. La Organización Meteorológica Mundial emitió la alerta más preocupante de los últimos años: el 2023 fue el más caluroso de la historia, los mares alcanzaron temperaturas récords, los gases de efecto invernadero siguen caldeando el planeta y los glaciares (los de los polos y los de las montañas) están perdiendo hielo a velocidades inusitadas.
Don Tino le reza a la montaña, al viejo Apu, a los ríos. Les pide y les reclama. Y paga su deuda espiritual con la Pachamama con un morralito que contiene cervezas negras, gaseosas dulces, azúcar blanca, hojas de coca y un poco de sebo que entierra pidiendo protección. Y la deuda terrenal la retorna a las comunidades que a lo largo de toda la cordillera andina quieren reforestar de la mano de este biólogo. Constantino está a cargo de la Asociación Ecosistemas Andinos (ECOAN) y de la organización Acción Andina, y ha sido reconocido con el Premio Rolex a la Iniciativa 2023.
La ECOAN surgió como una respuesta urgente a la degradación de uno de los paisajes más altos del mundo. “La deforestación tiene varias razones. Una es el fuego. Puede ser natural o provocado, por ejemplo, para reemplazar un terreno natural con otro cultivo, que es lo normal por el sobrepastoreo de nuestras regiones. Tenemos especies que han sido traídas de otros continentes que necesitan comer demasiado. Nos gusta el bistec o la vaca, así que tenemos que destruir más bosque. Otras son la extracción de recursos de la minería legal o ilegal, que lo destroza todo, las montañas, los acuíferos, por conseguir un bien material. Eso es lo que se llama tráfico ilegal de tierras. Es increíble saber que hay países donde uno que tiene plata se puede comprar una montaña para sí mismo. Para su personal disfrute”, explica el biólogo.
Constantino Aucca, Gregorio Ferro, Efraín Samochuallpa y Willy Palomino fundaron ECOAN en el año 2000 para preservar los bosques de queuña (Polyepiss Australis) en las montañas de Cuzco, trabajando mano a mano con las comunidades campesinas, las principales perjudicadas de la degradación de los entornos naturales. La flora originaria en muchos casos había sido o destruida o sustituida por especies como el pino o el eucalipto que desecan los acuíferos subterráneos. Sin embargo, la queuña, o tabaquillo, es una especie endémica de bajo porte, con tronco duro formado por múltiples capas. De ahí su nombre científico, que significa “muchas pieles”. Crece a gran altura, formando una masa boscosa imprescindible para el mantenimiento hídrico de la zona, ya que condensa el agua de las neblinas; en sus bases nace un manto herbáceo que se aprovecha del agua recolectada y previene la erosión al impedir la escorrentía.