Estos hallazgos podrían tener un impacto significativo en el futuro de la industria aeronáutica. El cambio climático está provocando que las condiciones meteorológicas sean más impredecibles y extremas. En las últimas cuatro décadas, la frecuencia de turbulencias severas ha aumentado un 55%. Para garantizar la seguridad de los pasajeros, los aviones deben ser más resistentes y capaces de ejecutar maniobras ágiles en condiciones difíciles sin comprometer la estabilidad de la aeronave ni la seguridad a bordo.
Al mismo tiempo, el volumen de tráfico aéreo sigue en aumento, por lo que es crucial explorar innovaciones que mejoren la eficiencia de las aeronaves y contribuyan a la descarbonización de los vuelos sin depender únicamente de avances en el combustible. Los sistemas pasivos no solo podrían desempeñar un papel clave en este proceso, sino que lo harían sin necesidad de recurrir a complejos sistemas electrónicos.
Sin embargo, el camino hacia la adopción comercial de esta tecnología es complicado, como ha ocurrido con muchas otras innovaciones inspiradas en la naturaleza. Por ejemplo, en la década de 1980, los científicos descubrieron que los tiburones tienen pequeñas protuberancias llamadas riblets, que cubren su piel y reducen la resistencia al desplazarse en el agua. Se preguntaron si aplicar un diseño similar a los aviones podría disminuir significativamente el consumo de combustible. En 1997, investigadores cuantificaron que los riblets de piel de tiburón pueden reducir la resistencia aerodinámica de los aviones en casi un 10%. No obstante, las pruebas comerciales en aeronaves reales no comenzaron hasta 2016.
Lufthansa Technik, una empresa aeroespacial alemana, finalmente desarrolló AeroSHARK, una tecnología de superficie inspirada en la piel de tiburón. «Hoy en día, 25 aviones de siete aerolíneas han sido modificados con nuestra tecnología de piel de tiburón, y el número sigue creciendo», afirma Lea Klinge, portavoz de Lufthansa Technik. Añade que este tipo de innovaciones requieren décadas de investigación y que integrar nuevas soluciones en las flotas existentes sin interrumpir las operaciones sigue siendo un desafío importante.
A la hora de escalar estas aletas inspiradas en plumas, «hay algunos retos logísticos en cuanto al tipo de materiales con los que podemos fabricarlas o cómo fijarlas adecuadamente a las alas», señala Wissa. Implementar una innovación de este tipo no sería tan sencillo como simplemente añadir una película de plástico al pequeño prototipo del experimento del equipo. «A menudo, integrar soluciones innovadoras a nivel comercial puede volverse rápidamente un proceso complejo y multidisciplinario», afirma Ruxandra Botez, ingeniera aeroespacial de la universidad ETS Montreal. Un avión debe superar una serie de pruebas de seguridad y certificaciones, lo que puede tomar fácilmente varios años. Botez también señala que la mayoría de los aviones modernos se construyen sobre mejoras graduales de modelos anteriores, y los fabricantes suelen ser reacios a desviarse demasiado de los diseños existentes.
Lentink, sin embargo, sostiene que centrarse únicamente en la escalabilidad comercial es un enfoque equivocado. Añade que si solo se prueban innovaciones con una escalabilidad clara, los investigadores no se atreverán a pensar más allá. «Si realmente queremos innovar en el sector aeroespacial, debemos proponer ideas totalmente descabelladas», afirma. «Quedarse demasiado cerca de la aplicación final limita la capacidad de los ingenieros para crear cosas nuevas». En su opinión, los alerones inspirados en la cubierta de plumas, en su forma actual, probablemente no estén cerca de una aplicación inmediata. «Pero no lo veo como una crítica», aclara. «Lo veo como investigadores desarrollando ideas clave que ahora pueden avanzar en esta tubería tecnológica hacia una aplicación».