No funciona igual que en las películas de ciencia ficción. No hay Neuralizador como en Men in Black, ni implantación de recuerdos de una vida imaginaria como en Total Recall. Pero la posibilidad de manipular la memoria, borrar o implantar nuevos recuerdos ya existe. Al menos en ratones. Entonces: ¿quieres borrar los recuerdos de tu ratón?
Hace poco más de una década, un grupo de neurocientíficos del Centro de Aprendizaje y Memoria del MIT, dirigido por el premio Nobel Susumu Tonegawa, demostró, de hecho, que es posible identificar y posteriormente manipular un engrama; ya sabes, claro, la huella mnémica que se forma en el cerebro tras un determinado tipo de experiencia. En este caso, una dolorosa, ya que se trataba de una descarga eléctrica que golpeaba a las cobayas cada vez que se encontraban en una determinada zona de un contenedor creado especialmente para el experimento. Las ratas, conscientes del dolor, se paralizaban de miedo cada vez que estaban a punto de acercarse al punto de la descarga. Y hasta ahí, todo era normal. Pero los investigadores, una vez identificadas las neuronas correspondientes a ese mal recuerdo, lograron activarlas, obteniendo la misma reacción de terror en los animales que nunca habían recibido la descarga. En otras palabras, las cobayas reaccionaban a un recuerdo “implantado” artificialmente.
Son los milagros de la optogenética
Ésta es apenas una de las alteraciones de la memoria que permite la optogenética. Una técnica que combina ingeniería genética y óptica. Con la primera, las células nerviosas sobre las que se quiere actuar, en este caso las de la memoria, se hacen distinguibles de las demás. Con la segunda, se utilizan haces de luz para activarlas o desactivarlas.
La optogenética es el campo de investigación en el que trabaja Steve Ramírez, neurocientífico de la Universidad de Boston. “Consiste en utilizar la ingeniería genética para hacer que las células cerebrales que creemos que almacenan recuerdos adquieran un color diferente. En ese momento se utiliza un microscopio para acercarse a esas células e intentar averiguar en qué se diferencian de otras células que no participan en procesos relacionados con la memoria o cómo se han diferenciado cuando participaban en el proceso de conservación de los recuerdos”. Microscopios tan pequeños que pueden implantarse directamente en el cerebro de cobayas. Este procedimiento, denominado mapeo de engramas, también ha permitido descubrir cómo, a nivel neuronal, los recuerdos asociados a acontecimientos negativos o dolorosos parecen diferentes de los positivos. Y posteriormente alterar artificialmente su valencia, de negativa a positiva, o “apagar” las células correspondientes a los “malos” recuerdos.
Una técnica invasiva que, evidentemente, no es aplicable a los seres humanos. “Pero de otra manera es probable, si no inevitable, que dentro de unas décadas se puedan obtener resultados similares en humanos para tratar trastornos como el síndrome de estrés postraumático o la depresión”, señala Ramírez.
Olvídate de eso
Aurelio Cortese, jefe de grupo e investigador principal de los Laboratorios Internacionales de Neurociencia Computacional del Instituto ATR de Kioto, está experimentando con otro método para modificar los recuerdos en humanos. Decoded Neurofeedback, abreviado DecNef, combina dos tecnologías: por un lado, el escaneado cerebral mediante resonancia magnética funcional y, por otro, un algoritmo de aprendizaje automático que procesa los datos en tiempo real. “Una técnica que empezó a desarrollarse hace unos diez años”, explica. “Al principio, se trataba de modificar un aspecto de la percepción visual, por ejemplo acelerando la memorización de información relacionada con la orientación en el espacio, reforzando la actividad neuronal correspondiente. Un resultado revolucionario en su momento. Pero, con el tiempo, fuimos capaces de modificar memorias relacionadas con objetos, animales, es decir, algo mucho más complejo que un simple estímulo visual. La razón de que esto fuera posible es que la forma de acceder a la representación neuronal es la misma: en ambos casos, el algoritmo de aprendizaje automático aprende a reconocer la representación neuronal correspondiente al estímulo, en el primer caso, y a la imagen presentada a los participantes en la prueba, en el segundo. Una vez aprendido el patrón de actividad para calcular la probabilidad de que corresponda a nuestro objetivo, se pide a los participantes que se sometan a una serie de pruebas para remodelar su actividad neuronal de modo que coincida con el patrón de actividad deseado. Cada vez que esto ocurre, reciben una pequeña recompensa monetaria“.
Básicamente, se trata de aprender a controlar el impacto de los recuerdos negativos, estresantes o dolorosos. Un procedimiento que se repite cientos de veces, aprovechando la capacidad del cerebro para aprender por refuerzo. El objetivo: actuar sobre el recuerdo para “borrar” las fobias respecto a determinados animales. “Para evitar cualquier tipo de sesgo, realizamos pruebas a doble ciego, lo que significa que tanto los participantes como los experimentadores desconocen el objetivo de la manipulación. Ya hemos demostrado que la reacción fisiológica a los recuerdos vinculados a emociones negativas se ve disminuida por el DecNef. El recuerdo elegido como objetivo, en definitiva, se modifica. Lo que antes se consideraba aterrador, por ejemplo, se convierte en neutro”. Y añade: “Los sistemas de aprendizaje automático y la inteligencia artificial están adquiriendo un papel fundamental en este tipo de estudios porque la actividad neuronal es extremadamente compleja”.