Desde hace un par de años atrás, se ha mostrado que de mal se puede andar peor, en asuntos relacionados con el manejo de la Municipalidad de Ciudad del Este. Todo lo que se destapó hasta la fecha, desde direccionamiento de licitaciones, aval para adquisiciones fraudulentas, despilfarro del dinero de la gente, pago a planilleros, amantes y parentela, confirman que la institución se convirtió en un boliche, donde se festeja y se excede con bienes de los contribuyentes.
La gestión del intendente Miguel Prieto, es paupérrima para asuntos de interés general, pero de mucho beneficio indebido para cercanos. El manejo como boliche, con decisiones tomadas sin considerar el bienestar de la comunidad, ha llevado a una serie de problemas que siguen afectando la calidad de vida de los habitantes de esta parte del país. La falta de transparencia en la gestión de recursos públicos y la ausencia real de rendición de cuentas, no son invenciones de opositores, sino la cruda realidad de un grupúsculo de malvivientes.
Si bien se reclamaba que la “Intendencia debe ser más abierta y clara en su gestión”, se pasó a fortalecer el sucio esquema de corrupción vigente desde hace décadas. No se permitió que los ciudadanos estén informados sobre cómo se están utilizando los recursos, cuando se prometió en campaña que nunca se obviaría dicho compromiso. No dejó de ser sucia hipocresía de ladrones de guante blanco, que salió a la luz con investigaciones fiscales.
Todo manejo discrecional, afecta la prestación de servicios básicos, como la recolección de residuos, el mantenimiento de calles y la atención en centros de salud, siendo muy claro que no se mejoró en nada. La falta de planificación y gestión eficiente ha llevado a una disminución en la calidad de estos servicios, cuando se comprometió en tener una ciudad acorde a los nuevos tiempos. Solo se tuvo show mediático, y como mayor logro adornos navideños.
La gestión perjudicial de la institución tiene consecuencias a largo plazo, primordialmente en la infraestructura desfasada y en la imprevisibilidad. La desilusión de los ciudadanos que tienen mínima noción de la realidad, también es visible en la cada vez más disminuida participación ciudadana, pues pareciera que la deshonestidad es propia de autoridades, y se elija a quien se elija, el círculo vicioso no se corta. No es mentira que con lo mediocre solo se edifica mayor desigualdad social. Es hora de que los ciudadanos interesados exijan un cambio en la gestión de la comuna de la capital departamental.
Hay que forzar que el Intendente y su equipo sea efectivamente transparentes, rindan cuentas y prioricen el bienestar de la comunidad, al menos al cierre de este periodo funesto. La ciudad merece hace añares una gestión que beneficie a todos, no solo a unos pocos. Si todo sigue igual, es por la extrema tolerancia del pueblo, que es observadora del “kilombo” en que se convirtió el ente autárquico que representa sus intereses, su dinero y su futuro.