Cada año la mariposa monarca viaja miles de kilómetros desde Canadá y Estados Unidos para abrigarse del invierno en los cálidos bosques de Michoacán, en México. Estos insectos descansan únicamente en los bosques de abetos (Abies religiosa), en lo alto de las montañas. Sin embargo, antes de que acabe el siglo, estos árboles probablemente dejarán de existir en las cimas y se posicionarán en las laderas. El calentamiento global es el principal culpable del movimiento del bosque y la virtual desaparición del hábitat climático de la mariposa monarca. Su viaje se transformará radicalmente en menos de cien años.
Los bosques de abetos en México o ‘bosques de oyamel’ ofrecen a las mariposas una combinación ideal de humedad y calor. Los biólogos aseguran que, sin los abetos, las mariposas no podrían sobrevivir su viaje anual de casi 5,000 kilómetros. No basta salvar a los árboles de la tala clandestina, también es necesario prever su eventual desaparición por el cambio climático. Para afrontar esto, los especialistas en la mariposa monarca miden la fiabilidad de crear “nuevos bosques” en otros sitios para dar soporte a estos animales.
Homero Gómez González fue hallado sin vida, después de 16 días desaparecido. El caso del defensor de la mariposa monarca en México sigue impune, y se une a la lista de 93 asesinatos a defensores de la tierra, en los últimos tres años.
La migración asistida de la mariposa monarca
Los científicos le han nombrado “migración asistida”. La técnica consiste en plantar brotes de Abies religiosa en lugares que, en los próximos 40 años, tendrán un clima similar al de las montañas de Michoacán. Un estudio liderado por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y publicado en Frontiers investiga la forma de sembrar un nuevo bosque de abetos en el Nevado de Toluca. Aunque actualmente es un lugar demasiado frío, el Nevado a largo plazo tendrá la misma temperatura que el santuario original de la mariposa monarca.
Para medir la viabilidad de un bosque para la migración asistida, el equipo colocó 960 plántulas de abetos a cuatro altitudes diferentes durante los últimos seis años. Para protegerlas del frío extremo del Nevado de Toluca y la insolación, aprovecharon la presencia de arbustos nativos como Senecio cinerariodes, Lupinus montanus y Pinus hartwegii. Los brotes del futuro santuario fueron cuidados por “plantas nodrizas” con asombrosa efectividad.