La falsedad en asuntos de mando-obediencia, no es algo contemporáneo, pues la mentira ha pasado a ser atributo de miserables que fungen de referentes comunales. El acto de ensayar constantemente poseer creencias, opiniones, virtudes, sentimientos y cualidades, pero no vivenciarlas una vez en espacios de poder, solo confirma que la hipocresía es repetida. Algunos consideran útil a la hipocresía, así como a la mentira, para alcanzar un determinado fin, que por méritos propios no sería factible. Fingir moralidad, es uno de los peores puntos en este esquema.
Esta “doble vida”, de hablar y aparentar altura moral, es bastante aplicada por referentes de la clase política, de esta parte, como prácticamente de todo el país, pero resaltan autoridades municipales que anteriormente por poco no lloraban con la situación de falta de pago de salario a empleados comunales, pero ahora practican la misma irregularidad. Ningún referente político se escapa de esta realidad de tener como “valor” la hipocresía, manipulación y la mentira. Algunos tienen mejor capacidad de ocultar realidades, pero resulta imposible no notarlo.
Ocultar inmundicias no es factible por mucho tiempo, pues es fétido.
Al que no le importa que dependientes, pagados con dinero del pueblo, no cobren salarios por varios meses, es una persona vacía, que no propondrá jamás ideales que la sociedad necesita reflotar. Es lamentable la manera de intentar engañar a una población que se impresiona con estruendos publicitarios y magnifica lo que ordenan agrandar. La amoralidad no puede seguir siendo regla en intendencias.
Una autoridad, dirigente político o candidato, debe primero ocuparse de manejar correctamente recursos públicos, mostrar integridad en todo tiempo, no solo durante campañas electorales. En este mundo donde la hipocresía se hizo una forma de impresionar, es el reflejo de cuan enferma está la misma sociedad que desea mejorar, pero no se compromete en emprenderla. Si este antivalor de mostrar lo que no se es sigue predominando, solo se lamentará que no se pueda replicar historias como antes sí primaban hombres probos y gente digna.
Es inconcebible buscar mejores tiempos, si los mismos encargados de manejarnos utilizan caparazón de coherentes, dignos, éticos y se pasan menospreciando obligaciones y deberes humanos. Pero primordialmente, la ciudadanía, la gente interesada por mejorar, la que se preocupa por dejar un ambiente más sano en todos los aspectos a sus hijos, deberán asumir seriamente el compromiso de ser coherentes y exigir coherencia.
La esfera del poder debe depurarse y dejar de ser sepulcros blanqueados, de modo a pasar a ser forjadores de nuevos tiempos, cimentado la semilla no solo de la prosperidad material, sino la recuperación de valores perdidos. La ciudadanía al dejar de ser ciega, podrá determinar el grado de hipocresía en que se desenvuelven los del poder municipal. Vivir realidades es una cuestión útil, no solo para puntos de vistas, sino de proyectos, y mejores administraciones.
