Si alguien pensó que el atentado había transformado políticamente a Donald Trump se equivocó. Ese espejismo de un líder moderado y enfocado en unir al país ya empezó a evidenciarse el jueves durante su discurso de aceptación de la nominación republicana en la convención en Milwaukee, donde los mensajes calculados se ahogaron entre la vuelta de su lenguaje duro y de los ataques. Pero aquello fue solo un aperitivo. Y este sábado, en su primer mitin tras el intento de asesinato y ya con su candidato a vicepresidente al lado, J.D. Vance, el viejo Trump conocido se ha mostrado en todo su esplendor.
El aparatoso vendaje en la oreja derecha que llevaba en la convención ha sido relevado por un par de pequeños esparadrapos en su aparición en el Van Andel Arena de Grand Rapids, en Michigan. Pero es lo único que se ha reducido. Trump se ha extendido durante una hora y 50 minutos. Y en todo ese tiempo ha sido el Trump más exagerado, provocador, grandilocuente, desmedido y apegado a los insultos.
Sin ningún esfuerzo aparente por ganarse a votantes indecisos optaba por dar a la audiencia la carnaza de la denigración de los demócratas, con nombres propios como los de la vicepresidenta Kamala Harris y la expresidenta de la Cámara Baja Nancy Pelosi acompañados por el adjetivo “loca”. Pero se cebaba sobre todo en hacer sangre con el presidente Joe Biden, su edad y su estado (81 años, tres más que él) y la crisis que atraviesa su candidatura.
No era una cuestión de poner en contraste propuestas políticas, era bajar al fango para decir frases como que Biden es “un viejo débil” que “no se entera de lo que pasa”. Y se deleitaba en las dificultades que asfixian la campaña del mandatario y por ende todos los demócratas. “No tienen ni idea de quién es su candidato y nosotros tampoco”, ha dicho en un momento.
“Un balazo por la democracia”
“Dicen que soy una amenaza para la democracia pero la semana pasada me llevé un balazo por la democracia”, ha dicho en otro momento, cuando estaba repasando de nuevo el atentado que pudo costarle la vida. Como un espejismo quedaba lo que había prometido al relatar lo sucedido en un tono mucho más sobrio en la convención: que no volvería a describir el ataque porque era “demasiado doloroso”.
En sus casi dos horas, y después de que Vance hablara por solo 13 minutos, ha hecho las delicias de su entregado público, más de 10.000 personas que han entrado en el recinto tras horas haciendo cola. En uno de los estados bisagra donde se decidirán las elecciones de noviembre, el sinónimo de la industria del motor, le han aplaudido su discurso contra los vehículos eléctricos, sus propuestas de recortes de impuestos y de renovación industrial y ese mensaje en el que se construye como el líder para un resurgir de la clase trabajadora con medidas proteccionistas y mano dura con otras naciones.
“Si nos fastidian les fastidiamos”, ha dicho al referirse a una posible guerra comercial Trump, que tiene en su agenda una propuesta de aranceles para todos. Y aunque en esa batalla el enemigo principal es China, eso no le ha impedido hacer encendidas alabanzas a Xi Jinping, al que ha definido como “brillante” y al que se refería con admiración porque “controla a 1.400 millones con puño de hierro”.
También en su discurso ha tenido grandes alabanzas para Elon Musk, que ha prometido 45 millones de dólares al mes para un nuevo supercomité de acción política de apoyo al republicano. “45 millones al mes… Un gran tipo”.
Inmigración y agenda social
Los entregados asistentes aún le han aplaudido más cuando lanzaba su endurecido discurso que promete acabar con la “invasión” de la inmigración que vincula a un escenario exagerado y apocalíptico de crimen, cundo aseguraba que realizará la mayor operación de deportación masiva de la historia o cuando, a diferencia de en la convención también, enarbolaba la agenda más conservadora.
En ese terreno Trump volvía a tratar de alejarse públicamente del extremista y polémico Project 2025, un manifiesto para su potencial segundo mandato, y decía que lo ha preparado “la derecha severa”, aunque muchos de sus autores están asociados a él, a su primer mandato y, potencialmente, a un segundo. Más adelante, no obstante, provocaba entusiasmo cuando entraba en terreno de armas o materia social y amenazaba con recortar derechos de las personas trans o hacer retroceder avances en cuestiones de raza o género.
Trump, que retomaba sus insultos a la prensa y desempolvaba los puntos más estrambóticos de su discurso volviendo a hablar de tiburones y baterías eléctricas o de Hannibal Lecter, recobraba igualmente con reforzado vigor todas sus acusaciones sobre el inexistente fraude electoral en 2020 y sembraba dudas sobre la integridad del sistema si el resultado este año no le es favorable. Aseguraba que no solo ganará sino que barrerá. Y aun cuestionando de nuevo las garantías del voto anticipado o por correo animaba a votar “cuando sea” para lograr una victoria “tan incontestable que esta vez no la puedan amañar”.
Vance
Para Vance el mitin era el primer baño de masas ya como candidato a vicepresidente. Y su breve intervención subrayaba parte de las razones por las que Trump le ha elegido. El senador de Ohio retomaba una vez más su historia personal para buscar la conexión con los votantes de Michigan, que como Wisconsin y Pensilvania son estados donde los republicanos creen poder sellar la victoria en noviembre. Y lograba buena recepción a su discurso de “EEUU primero”, ese en el que denuncia décadas de liderazgo que han permitido que desaparezcan millones de puestos de trabajo.
También lograba que le jalearan cuando, tras defender tener una fuerte seguridad nacional que permita “golpear y golpear fuerte” si se va a una guerra, instaba también a la cautela, “no intentando meter a EEUU en todas las esquinas y conflictos perdidos del mundo. A veces, amigos, no es asunto nuestro y tenemos que mantenernos fuera de ello”, decía provocando aplausos.