Cuando vi los dos primeros episodios de The Acolyte en la premiere de Madrid, elogié su fotografía, los elementos más frescos y la singularidad del enfoque de misterio de asesinatos para la acción real, pues no era nada que no hubiéramos visto en forma animada con varios arcos argumentales de The Clone Wars y La Remesa Mala. Luego deseaba que mantuviera el buen ritmo narrativo, y esperaba que ocultara una o dos grandes revelaciones más adelante.
Sin embargo, aunque conservó algunos de esos valores, la serie se empezó a torcer muy pronto en varios aspectos clave, no sólo para Star Wars, sino para prácticamente cualquier producción que se suponga buena y que enganche. A veces parecía la serie de Obi-Wan Kenobi. Y no en términos de cinematografía, coreografía o valores de producción, no. The Acolyte se ve muy bonita la mayor parte del tiempo, con una gran dirección artística, un buen uso del color, planos dramáticos y cortes emocionantes. Por no hablar de algunas de las mejores peleas desde la serie de Ahsoka, con un toque añadido de artes marciales. Además, la calidad visual y el cuidado técnico son mucho mejores, aunque los fondos CGI resulten cantosos en algunos entornos.
Lo que The Acolyte comparte con Obi-Wan Kenobi es una bochornosa falta de dirección y supervisión. Comparte los momentos absolutamente ridículos, comparte la sensación de que algunos de los episodios han sido tan horriblemente editados y calculados que parecen relleno barato que nadie necesitaba, y comparte la contradicción entre tomarse a sí misma en serio pero luego no tanto, y viceversa.
Se había publicitado como lo más oscuro hasta ahora de Star Wars, pero necesitó ir tirando de chistes bobos y caricaturescos hasta cierto punto para luego pegar el volantazo más crudo en el Episodio 5. Un giro tan duro, tan extrañamente equilibrado que me pareció fuera de lugar, gratuito en lugar de impactante. Y al mismo tiempo, tanto ese episodio, como los Episodios 7-8 a modo de final de temporada, son los más coherentes en cuanto a narración y, bueno, puro entretenimiento.
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La showrunner Leslye Headland nos prometió “mucha emoción, amor y pasión” en Madrid, y aunque ahora entiendo lo que quería decir (no esperéis que Star Wars se permita sexo todavía), para que esos elementos encajaran la serie necesitaba desesperadamente un mejor desarrollo de los personajes. Todos y cada uno de ellos, sin excepción, tienen su momento o momentos de tomas ilógicas o de cambios repentinos de comportamiento que rompen lo que habías llegado a pensar de ellos, o el poco apego que les habías cogido hasta entonces. Y se podría decir que es para mostrar que todos son humanos, indecisos e imperfectos, pero no es eso, sino giros mal guionizados.
Esto incluye a los dos personajes jedi más sólidos, el Maestro Sol de Lee Jung-jae y la Maestra Indara de Carrie-Anne Moss, que pintan un retrato muy claro y convincente hasta que también se ven atrapados en extraños cambios y sinsentidos. Y de nuevo, no porque oculten algo, todos sabemos que es así, sino porque han sido dirigidos de forma extraña y torpe.
Con esta dicotomía entre “oye, eso ha estado guay/original/curioso” y “¿pero qué acabo de ver?”, puede que incluso te cueste seguir viéndola hasta llegar a los episodios finales, donde se revelará toda la verdad. Pero entonces no es así. Los directores dejan un montón de cabos sueltos de forma deliberada para que se resuelvan en The Acolyte: Temporada 2, lo que es bastante probable a pesar de las reacciones y críticas negativas. A fin de cuentas, está ambientada en un momento muy interesante dentro de la línea temporal de Star Wars, y aunque la serie no recurra tanto al fanservice y a las referencias como la obra de Dave Filoni, hacia el final enlaza directamente con las entregas principales, de esa manera muy específica y con esos personajes que los fans esperaban. Y esto va más allá de los apuros canónicos que sufre y del por otra parte intrigante concepto de “La Vergencia“, que no voy a destripar aquí.
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En general, entiendo y apoyo el mensaje principal que esta serie quería transmitir. Y no, haters, no se trataba de forzar la inclusión o la música pop en vuestra querida ficción. Trataba sobre el miedo a lo desconocido, sobre cómo la religión puede pasar de poderosa a peligrosa, sobre tomar decisiones por un supuesto bien mayor y sobre enfrentarte a tu propia corrupción de distintas maneras. Y también nos ofrece una de las mejores descripciones de la prepotencia de los Jedi, ominosamente previsora en ese momento. Todo eso da en el clavo, sólo que de formas tan cutres y a veces artificiales que no parece real ni convincente. Y el hecho de que el dúo protagonista principal con la Mae/Osha de Amandla Stenberg sólo se marque un par de frases creíbles no ayuda.
Así que “el mejor profesor el fracaso es”, como diría el maestro Yoda, y nos quedamos con un programa repleto de fallos que, por enésima vez para Disney, podría haber sido mucho, mucho mejor. ¿Aprenderán de ese fracaso conservando lo que es bueno o salvable? No estoy seguro, ya que algunos episodios (3, 4, 6) y momentos te echan tanto para atrás que me temo que a muchos ya no les importará. Sin embargo, con un tono más diligente, con una dirección más certera, y sin los pedazos que van en contra de la lógica de Star Wars o simplemente narrativa, ahora quiero saber qué les ocurre a ciertos personajes, aunque excluya a Osha y a Mae de mi intriga.