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Mirar fotos de la naturaleza ayuda a reducir la percepción de dolor, confirma estudio

PYN
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Una recomendación habitual para cuando te sientes enfermo o estresado es que te tomes unas vacaciones y disfrutes de la naturaleza. El golpe de la brisa en el rostro, los sonidos de un riachuelo, la calma de un día soleado, mucho se ha dicho del poder que tiene la naturaleza para relajarnos. Incluso trabajar en un espacio con vista a un jardín tiende a mejorar nuestros ánimos, en contraste a estar encerrado en una oficina sin ventanas. ¿Pero qué hay de la evidencia científica sobre este efecto en el cerebro humano?

“Numerosos estudios han demostrado que las personas reportan sistemáticamente sentir menos dolor al estar expuestas a la naturaleza [entre otros fenómenos]», explicó en un comunicado Max Steininger, estudiante de doctorado de la Universidad de Viena. “Sin embargo, hasta ahora, las razones subyacentes de este efecto no estaban claras”.

Steininger y su equipo de investigadores vieron los resultados de su estudio publicados en marzo en la revista Nature Communications. “Nuestro estudio es el primero en aportar evidencia, a partir de exploraciones cerebrales, de que esto no es simplemente un efecto placebo (impulsado por las creencias y expectativas de las personas de que la naturaleza es buena para ellas), sino que el cerebro reacciona menos a la información sobre de dónde proviene el dolor y qué tan intenso se siente”, indicó el autor principal de este proyecto de investigación.


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El experimento consistió en el monitoreo de la actividad cerebral de 49 voluntarios en Austria mediante resonancia magnética funcional (fMR). A los sujetos les asignaron la simple tarea de observar una serie de imágenes mientras recibían descargas eléctricas en el dorso de la mano izquierda.

Las primeras imágenes mostraban una típica escena de la naturaleza, con un lago rodeado por un bosque; en el fondo se escuchan el ruido del viento, las hojas y el canto de los pájaros. La segunda escena consistía de una serie imágenes en el entorno urbano, con grandes edificios y el ruido del tráfico. Una tercera serie de imágenes mostraba una oficina, acompañada por el bullicio de una jornada laboral.

Un analgésico natural

Lo que este experimento tipo Naranja Mecánica arrojó fue que los voluntarios reportaron sentir menos dolor de los toques durante la escena de la naturaleza. Eso era de esperarse, pero fueron las imágenes de fMR las que contaron la misma historia, esta vez con datos científicos. Por ejemplo, las imágenes de la naturaleza provocaron una disminución de la actividad en la nocicepción, proceso mediante el cual el sistema nervioso detecta y responde a estímulos potencialmente dañinos, como el dolor. El hecho de que esto fue logrado con simples imágenes digitales fue revelador en sí mismo.

“Este estudio destaca cómo los encuentros virtuales pueden brindar el potencial curativo de la naturaleza a las personas cuando no pueden salir”, indicó Alex Smalley, investigador de la Universidad de Exeter y coautor del estudio. “Pero esperamos que nuestros resultados también sirvan como evidencia renovada de la importancia de proteger entornos naturales saludables y funcionales, animando a las personas a pasar tiempo en la naturaleza para el beneficio tanto del planeta como de las personas”.


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Si bien las imágenes de la naturaleza brindaron a los voluntarios una distracción apacible de la sensación de dolor, es de notar que otras áreas del cerebro relacionadas con la regulación del dolor no se vieron afectadas de manera significativa. “Nuestros hallazgos sugieren que el efecto analgésico de la naturaleza es real, aunque el efecto que encontramos fue aproximadamente la mitad del de los analgésicos”, indicó Steininger.

“Las personas con dolor deben, sin duda, seguir tomando cualquier medicamento que les hayan recetado. Pero esperamos que en el futuro se puedan utilizar formas alternativas de aliviar el dolor, como la experiencia en la naturaleza, para ayudar a mejorar el manejo del dolor”, añadió el doctorando.

En otras palabras, la contemplación de la naturaleza no es ninguna cura ni el mejor painkiller, pero sí ofrece una opción apartada de los fármacos que vale la pena tomar en cuenta.

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