El dióxido de carbono es un ingrediente esencial para que haya existido la vida en la Tierra, lo que lo convierte en un objetivo clave en la búsqueda de vida en otros lugares del espacio exterior. Dado que el CO2 se condensa en pequeñas partículas de hielo en el frío profundo del espacio, su presencia puede arrojar luz sobre la formación planetaria.
Se cree que Júpiter y Saturno se formaron a partir de un proceso ascendente (dicho de otro modo, «de abajo hacia arriba») en el que un montón de diminutas partículas heladas se unieron para formar un núcleo sólido, el cual luego absorbió gas para crecer hasta convertirse en los gigantes gaseosos que hoy conocemos.
«Tenemos otras líneas de evidencia que apuntan a la formación de estos cuatro planetas en HR 8799 mediante este enfoque ascendente», dijo Laurent Pueyo, astrónomo del Instituto de Ciencia del Telescopio Espacial y coautor del trabajo. «¿Cuán común es esto en planetas de período largo que podemos fotografiar directamente? Aún no lo sabemos, pero proponemos más observaciones del Webb, inspiradas en nuestros diagnósticos de dióxido de carbono, para responder a esta pregunta».
Desbloqueando el potencial del James Webb
Al telescopio James Webb también hay que darle sus flores, ya que ha demostrado que es capaz de hacer más que inferir la composición atmosférica de exoplanetas a partir de mediciones de la luz estelar; de hecho, ha demostrado su capacidad de analizar directamente la composición química de atmósferas tan alejadas de nosotros.
Normalmente, el telescopio Webb apenas puede detectar un exoplaneta al vislumbrarlos cuando cruza frente a su estrella anfitriona, esto debido a la gran distancia que nos separa. Pero en esta ocasión, la observación directa fue posible gracias a los coronógrafos del James Webb, instrumentos que bloquean la luz de las estrellas para revelar mundos que de otro modo estarían ocultos.
“Es como poner el pulgar delante del sol cuando miras al cielo”, dijo Balmer. Este ajuste, similar al de un eclipse solar, permitió al equipo buscar luz infrarroja en longitudes de onda que revelan gases específicos y otros detalles atmosféricos.
«Estos planetas gigantes tienen implicaciones muy importantes», dijo Balmer. «Si estos enormes planetas actúan como bolas de bolos recorriendo nuestro sistema solar, pueden perturbar, proteger o, en cierto modo, hacer ambas cosas a planetas como el nuestro. Por lo tanto, comprender mejor su formación es crucial para comprender la formación, la supervivencia y la habitabilidad de planetas similares a la Tierra en el futuro».