¿Qué nos puedes decir sobre la originalidad en la literatura y la poesía? Hay teorías contra la originalidad… ¿Es la originalidad, como dicen algunos, un disparate?
La búsqueda de originalidad es una constante histórica y antropológica en la producción poética en todos los tiempos y en todas las culturas, que yo sepa –excepto en el reggae de Jamaica, que siempre es lo mismo–… Miri-pitã, «deseado por el pueblo», lo llaman los arawetés del Amazonas. Se refieren a un canto chamánico original, según el antropólogo Eduardo Viveiros de Castro. La novedad también es valorada por los yoruba. Dice una canción ìjálá, género poético-musical dedicado a Ogum: «Àrà l’emi ‘n f’Ògún-ún dada». Verso en el que el poeta declara que Ogum crea innovaciones con él: «lo nuevo es mi juego con Ogum».

Siempre encontramos, también en la historia de la creación estética occidental, artistas que buscan y celebran lo nuevo y rompen con los cánones vigentes. Dante fue un hombre medieval que, al mismo tiempo, ya apuntaba hacia el Renacimiento, construyendo la lengua literaria italiana. Giotto exploró una nueva relación entre el espectador y el cuadro colocando la escena al nivel de los ojos de quien la contempla. Bach, en el primer movimiento del Concierto de Brandeburgo número 5, hace que el clavicémbalo se desprenda del grupo y continúe sin acompañamiento durante unas decenas de compases, creando el primer concierto conocido para teclado.
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En la modernidad occidental tenemos las vanguardias, donde la búsqueda de lo nuevo, de la originalidad, se vuelve programática e incluso obsesiva, convirtiéndose en criterio de valor, lo que es una exageración. Entonces, para unos la originalidad es todo; para otros, es una tontería. Polarización absurda. Quien se esfuerza obsesivamente por ser original pierde el tiempo, porque la originalidad no es fruto de la voluntad. Son las circunstancias las que la desencadenan y la hacen posible. Del mismo modo, rechazar la originalidad es otra pérdida de tiempo: sólo revela inapetencia, falta de entusiasmo creativo, de relámpago en el bosque encantado del lenguaje.
Hubo poetas cangaçeiros en el interior de Brasil, como Lampião o Zabelê, a quien mencionas en un documental de TV Cultura. ¿Quiénes son los otros cangaçeiros? Parece que los ritmos poéticos cangaceiros influyeron en Luiz Gonzaga. ¿Qué puedes comentar sobre la poesía y el cangaço en el interior de Brasil?
El padre Maciel, gran conocedor del cangaço, destacó el talento de Lampião, poeta, acordeonista y artesano del cuero. Su formación poética se desarrolló entre versiones nororientales de las hazañas de Carlomagno, narraciones orales sobre cangaçeiros famosos, aventuras romantizadas por cantantes en pliegos de cordel. Lampião disfrutó de la literatura de cordel desde pequeño. Lo que tenemos de él son fragmentos de un poema autobiográfico. Cito parte: «Cuando recuerdo, señores, / Mi tiempo inocente / Jugando en las sabanas / Mi campo sonriente, / Siento que mi corazón / Herido por esta pasión / Palpita y llora amargamente».

La forma estrófica es tradicional (siete versos de siete sílabas, ascendiendo la quinta y la sexta para resolver la estrofa en el último verso), al igual que el esquema de rima. Y la aliteración cerrado-sertão-sonriendo es fina. Pero Lampião aún no había terminado el poema, todavía lo estaba componiendo, al punto de que a veces escribe sextillos en redondillas más grandes, rimando en los versos pares, y a veces adopta otros tempos y otras formas estróficas.
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En general, la poesía del cangaço se caracteriza por la frescura de la creación y la concreción referencial. Se produce y se consume en un grupo social pequeño y marginado, y alude a un repertorio común de experiencias. Suelo poner el ejemplo de las canciones compuestas durante un ataque a la ciudad de Belmonte, en Pernambuco, cuando los cangaçeiros fueron a matar al alcalde que propinó una paliza al campesino Ioiô Maroto. Entraron en la ciudad a las 4 de la madrugada cantando una composición que mantenía el tradicional coro lampiónico (é Lamp, é Lamp, é Lamp…), incorporando cuartetas alusivas a lo que empezaba a desarrollarse. Como este fragmento sobre el campesino golpeado, el teniente que dio la paliza y el alcalde que la ordenó: «Ioiô no fue respetado / Nos prometimos vengar / Pontenegro le dió una paliza / Gonzaga es quien va a pagar». Por supuesto, la ciudad entró en pánico. El alcalde intentó refugiarse en el ático de su casa, pero desde allí cayó de cabeza al suelo y murió. Resuelto el caso, el grupo dejó Belmonte cantando una nueva canción, sobre la victoria de Lampião (sin disparar un solo tiro). Ahora bien, lo que hay que decir es que la canción fue el arma principal del ataque. No era una canción sobre el cangaço. Pero sí era una canción cangaçeira.

Tus poemas tienen ritmo, rima, swing. «Lo que cuenta es la embolada» es un verso de un poema de Outrossim. Maiakovski habló de la importancia del ritmo en la poesía. ¿Qué importancia tiene en la tuya? ¿Y qué opinas del verso? ¿Cuál sería un buen verso? ¿Está muerto el verso? ¿Pasado de moda? ¿Y la rima? ¿Es cosa del pasado?
Creo que el ritmo es clave. Pero no hago de eso un principio. Puedo componer poemas visuales (o intersemióticos) de una o dos palabras, en cuya construcción puedo pensar incluso en ritmo geométrico, por ejemplo, pero no en ritmo verbal, prosodia, etc. A veces lo que hago es prosa en reglones cortados, algo que Ezra Pound aborrecía. Ni el verso ni la rima están muertos: tiendo a encontrarlos aquí y allá, con cierta frecuencia. No creo necesario renunciar a ninguno de los recursos de un repertorio poético antiguo, ni siquiera a los epítetos, que encontramos tanto en Homero como en los orikis nagô-yoruba.
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Los concretistas hablaban de la muerte del verso, del fin del «ciclo histórico» del verso, y lo entiendo perfectamente. Fue la vanguardia en acción, buscando construir una poesía radicalmente «ideogramática», más allá del verso y la frase. Y con esta «matemática de la composición» se produjeron algunas piezas notables, como el poema Velocidade de Ronaldo Azeredo. Pero fue, repito, una postura vanguardista, algo anticuada, que hoy incorporamos al gran arsenal que también incluye el verso.

La vanguardia tiene que delimitar el terreno, crear una «zona cero», ese tipo de cosas. De ahí que te veas obligado a pensar en cosas como la «evolución» de las formas. Décio Pignatari incluso alimentó una fantasía «funcionalista» del poema como un objeto útil, a raíz de su creencia (con base marxista) de que la máquina enseñaría racionalidad al trabajador. Caetano, al formular el tropicalismo, habló de la «línea evolutiva» de la música brasileña, que debería retomarse a partir de João Gilberto.
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Entendemos la necesidad de este tipo de discurso –y está bien, ya que produjo frutos exuberantes y vigorosos, tanto en el concretismo como en el tropicalismo–. Pero está claro que no hay ninguna «evolución», ninguna linealidad. Es cierto que hay cosas que evolucionan. Un barco, por ejemplo, es un objeto mejorable en cuanto a potencia del motor, velocidad, etc. Pero un aforismo filosófico o un poema no son objetos perfeccionables: Nietzsche no es una mejora de Heráclito, ni Eliot es una mejora de Dante… En cuanto al final de tu pregunta, sobre qué es un buen verso, pienso lo siguiente: un buen verso es aquel que queda grabado en la memoria como una estructura, con su diseño, su Gestalt. Valéry decía: el poema es memorable en tanto que tiende a fijarse en la memoria como una Gestalt, como una forma o estructura semiótica, y no como un «contenido» separable de la disposición de sus signos. La poesía es un lenguaje estéticamente formalizado. Y el poeta es el coreógrafo de la danza de las palabras.

*Douglas Diegues es poeta, editor y traductor y está considerado el principal exponente del portuñol selvagem. Hay textos suyos en antologías internacionales de narrativa y poesía como Neues vom Fluss (Alemania) o Los chongos de Roa Bastos (Argentina). Ha publicado Dá gusto andar desnudo por estas selvas (2002), Astronauta Paraguayo (2007), TripleFrontera Dreams (2017) y Maravillosos transdelirios (2023), entre otros libros.
*Antonio Risério es antropólogo por la Universidad Federal de Bahía, ensayista y poeta. Ha publicado Carnaval Ijexá (1981), Fetiche (1996), Que você é esse? (2016), Sobre o relativismo pós-moderno e a fantasia fascista da esquerda identitária (2019), As sinhás pretas da Bahia: Suas escravas, suas joias (2021), Outrossim (2021) e Identitarismo (2024), entre otros libros.