Las cifras sobre pruebas en animales son desgarradoras. Según Humane Society International, hay más de medio millón de animales que mueren cada año debido a experimentos cosméticos. Hasta junio de 2024, más de 40 países han aprobado leyes que prohíben el uso de especies en pruebas dermatológicas y farmacológicas.
En el primer cuarto del siglo XX, la industria fue obligada a experimentar con animales tras un desafortunado caso en el que una mujer quedó ciega al utilizar una máscara de pestañas defectuosa. La aprobación de las pruebas en especies entró en vigor en 1938, admitida por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés), y se incluyó ese mismo año en la Ley Federal de Medicamentos y Cosméticos. Países alrededor del mundo siguieron su ejemplo, por lo que para que un producto fuera puesto a la venta, debía involucrar rigurosos análisis de toxicidad de los componentes. El maquillaje, productos de belleza y diversos artículos de uso personal ahora eran seguros para los seres humanos, a costa del maltrato animal. Organizaciones sin fines de lucro y activistas mundiales, como People for Ethical Treatment of Animal (PETA, por sus siglas en inglés) impulsaron movimientos ‘anti-testeo’, llevando al diálogo crítico sobre los principios de las Tres R: reducción, refinamiento y reemplazo, una prueba para “minimizar” el uso de animales o, bien, experimentar “humanamente”.
Por ello, la existencia de métodos alternativos al uso de especies animales en el desarrollo de productos es una prioridad y un peldaño fundamental para alcanzar los objetivos de sustentabilidad pactados por la ONU.
Reemplazo de pruebas en animales
Desde 1989, L’Oréal no realiza pruebas en animales; 14 años antes de ser considerado un requisito oficial por la Unión Europea, cuya regulación final se realizó en 2003. En 1979, EpiSkin creó el primer modelo de epidermis humana reconstruida. Para 1997 el modelo cutáneo incluía células de Langerhans, que se encuentran en la epidermis, por lo que son útiles para la evaluación de corrosión en la piel.
EpiSkin se ha convertido en líder mundial en ingeniería de tejidos, y además beneficia a sectores que van más allá de la cosmética, como la industria juguetera, material escolar, productos farmacéuticos, dispositivos médicos y agroquímicos, mediante el desarrollo de pruebas de seguridad éticas y eficaces para la toma de decisiones durante las fases de investigación. Como parte de L’Oréal Groupe, EpiSkin crea modelos avanzados de piel humana reconstruida in vitro; un proceso único de cultivo celular que permite la producción masiva de tejidos con características histológicas, funcionales y estructurales.
“La técnica de EpiSkin nació en Lyon y poder traerlo a Latinoamérica fue un reto. Un técnico y yo viajamos de Brasil a Francia para una capacitación sobre la piel. Al llegar al Centro de Investigación e Innovación (R&I) de Río de Janeiro nos pusimos a trabajar junto a nuestros colegas parisinos, quienes revisaban nuestros procesos en la producción de piel reconstruida. Podemos decir que las pruebas en animales son cosa del pasado. Y hoy probamos la mayoría de los productos exportados a Latinoamérica aquí en Brasil”, declara a WIRED en Español Vanja Dakic, directora general de EpiSkin Brasil.