5. Virtua Tennis
Los juegos de deportes no son lo mío y es un género del que normalmente me mantengo lo más alejado posible. Claro que me divertía aporreando a mis amigos en Blades of Steel, y me gustaba reventar palomas de arcilla en Track and Field II. Pero nunca pensé que me involucraría tanto en un juego de Tenis, un deporte que nunca había seguido ni me interesaba lo más mínimo. Pero fuera o no aficionado a este deporte, era imposible no quedar absorto en el clásico Virtua Tennis. Intenso, desafiante y (especialmente en multijugador), salvajemente entretenido. El equilibrio entre realismo y arcade era perfecto y hacía casi imposible soltar el mando.
4. Resident Evil – Código: Veronica
A riesgo de ser linchado por la mitad de los redactores. No, Resident Evil como serie de juegos nunca encajó inicialmente para mí. Los controles rígidos y, en mi opinión, las transiciones entre escenas entrecortadas arruinaron por completo la experiencia. Esto cambió con Code Veronica, un capítulo narrativamente loco de la saga de Umbrella pero que también resolvió todos los defectos de la serie (en mi opinión) a nivel técnico. De repente se volvió divertido resolver puzles absurdos y abatir zombis a tiros. Los entornos dinámicos y atmosféricos, la absurda pero fantástica historia de la familia Ashford y el desafío a veces brutal del juego, todo ello hizo de Code Veronica la experiencia de survival horror definitiva de su época.
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3. Shenmue
La expectación ante el lanzamiento de Shenmue fue enorme, y la obra magna de Yu Suzuki era tan cara como ambiciosa. En muchos sentidos, parecía que el destino de la Dreamcast estaba directamente ligado al éxito de la aventura de acción, que, como todos sabemos, no se materializó. No me malinterpretes, se vendió, pero no lo suficiente como para cubrir los astronómicos costes de producción. Shenmue era un diamante en bruto. Fascinante e hipnotizador, pero también frustrante y extenso, una sopa de ideas y sistemas que no interactuaban tan bien como quizá deberían. Pero eso no me impidió devorar la saga de Ryo Hazuki. Pasé incontables horas en los salones recreativos virtuales del juego, vagando por las calles y callejones de Yokosuka. Shenmue arraigó profundamente en mi corazón y, a pesar de sus muchos y muy evidentes defectos, también fue una experiencia como ninguna otra en su momento.
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2. Phantasy Star Online
Hablando de experiencias transformadoras, hay pocos momentos que puedan compararse a esos primeros pasos tentativos en Ragol, rodeado de otras personas reales. Shenmue era fantástico, pero si me preguntas, Phantasy Star Online es con diferencia el juego más importante de la consola. Al crecer, el juego siempre me había parecido un pasatiempo relativamente solitario, muriendo en mi colina digital mientras mis amigos daban patadas a una pelota e intercambiaban cartas coleccionables. Pero con Phantasy Star Online, se abrió un mundo nuevo, lleno de personas afines, de la vida real, con las que podía aventurarme. Era un nuevo tipo de comunidad, y después de Phantasy Star Online, nunca volví a ver los videojuegos de la misma manera.
1. Soul Calibur
Resulta francamente irrazonable lo espectacular que fue y sigue siendo Soul Calibur. No sólo por el espectáculo visual que ofrecía el juego, un tour de force de polígonos nítidos que destrozaba todo lo que se ofrecía en aquella época. No, incluso desde el punto de vista de la jugabilidad, Soul Calibur era algo mucho más allá de lo ordinario, con un equilibrio casi perfecto entre accesibilidad y profundidad. El hecho de que el juego funcionara a 60 fotogramas por segundo era la guinda del pastel, creando una extraña sensación de velocidad y capacidad de respuesta en los personajes. Añade a esto la gloriosa colección de combatientes, desde el musculoso Astaroth hasta el raro Voldo y la voluptuosamente sensual Ivy. Soul Calibur era y es el paquete completo y no sólo el mejor juego de la Dreamcast, sino también un hito para el género en general.