Una persona que sufre misofonía presenta una alta la sensibilidad, disgusto, ira o rechazo a ciertos sonidos causados por otras personas, como los que producen al masticar o beber agua. Este trastorno complejo puede tener un impacto profundo en quienes lo padecen y afectar sus relaciones interpersonales. Por ello, expertos en neuropsicología intentan llegar a su raíz. La mayoría coincide en que proviene de experiencias pasadas, pero no se ha descartado una predisposición genética para explicar su presencia.
Ahora, investigadores del Centro Médico de la Universidad de Ámsterdam han encontrado un vínculo entre la misofonía y otros trastornos psiquiátricos más serios. El rechazo a los sonidos comparte una superposición genética con la depresión, la ansiedad, el estrés postraumático y el tinnitus, el fenómeno que produce zumbidos en los oídos. Este hallazgo respalda la idea de que la misofonía podría clasificarse como un trastorno psicológico.
“Descubrimos que la genética de la misofonía estaba relacionada con la genética del rasgo de personalidad ‘irritable’. En cierto modo, es la esencia de la misofonía: te irritas y te enfadas cuando escuchas el sonido desencadenante, que luego puede ser seguido por comportamientos de evitación”, contó Dirk J. A. Smit, autor del estudio a Psypost.
El origen de la respuesta emocional a los sonidos
Para realizar esta investigación, los científicos usaron una técnica de análisis genético conocida como Estudio de Asociación del Genoma Completo (GWAS). El método examina el genoma de una gran cantidad de personas para identificar variaciones genéticas asociadas con rasgos o trastornos específicos. Para la misofonía, los investigadores analizaron datos genéticos relacionados con la ira desencadenada por el sonido que generan las personas al comer. Esta característica no engloba todo el trastorno sonoro, pero fue un punto de partida útil.
Los datos utilizados por los investigadores provinieron de diversas fuentes, como 23andMe, el Biobanco del Reino Unido y el Consorcio de Genómica Psiquiátrica. En total, el estudio contempló los datos de 80,607 individuos. Los investigadores también buscaron una correlación genética entre el síntoma de la ira detonada por sonidos a otros 44 rasgos o trastornos. Al final, se identificó que el locus rs2937573 cerca del gen TENM2 está fuertemente asociado con la sensación básica de la misofonía (un locus es una ubicación específica en un gen).
El gen por sí mismo está relacionado con el desarrollo del cerebro y la adhesión celular. El conocimiento previo de TENM2 así como la nueva conexión del locus sugieren que está vinculado con la audición o con las respuestas emocionales a los sonidos. En el futuro, se deberán hacer investigaciones puntuales en la ubicación para comprender mejor la dimensión de la relación. Por lo pronto, los neuropsicólogos estiman que hay un sistema neurobiológico compartido entre los trastornos.
Los autores señalan que sus resultados deben tomarse con cuidado. Si bien el estudio es sobre la predisposición genética, no hay forma de saber si los 80 mil individuos de la base de datos fueron diagnosticados clínicamente con misofonía. En las muestras, los participantes respondieron preguntas básicas sobre la irritabilidad detonadas por sonidos. Fueron cuestionarios orientativos y no evaluaciones médicas.
Que existan correlaciones genéticas solo es señal de que hay factores de riesgo compartido. Por lo tanto, el hallazgo no debe interpretarse como que la misofonía detone ansiedad o estrés post traumático. Tampoco que los tres trastornos tengan la misma vía causal.