Asunción, Agencia IP.- La misión de San Cosme y San Damián, erigida en el siglo XVIII por los jesuitas en el departamento de Itapúa, busca ser incluida en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco y mantener así viva una historia en la que se mezclan las creencias indígenas con la ciencia del religioso y astrónomo Buenaventura Suárez.
Bautizada en honor a Cosme y Damián, dos hermanos y médicos elevados a los altares, esta reducción, aún rodeada de casas nativas y ubicada a orillas del río Paraná, es vecina de las misiones de Santísima Trinidad de Paraná y Jesús de Tavarangüé, declaradas en 1993 Patrimonio Universal. Su historia se remonta a 1632, año en el que fue establecida en la sierra del Tapé (Brasil), pero no fue hasta 1760 cuando se asentó en la ahora localidad de San Cosme y Damián.
«San Cosme es uno de los 30 pueblos fundados por la Compañía de Jesús, donde los sacerdotes jesuitas trabajaban con los guaraníes hace más de 300 años», dijo a EFE Lucas Vázquez, uno de los guías del lugar, en alusión a los asentamientos fundados en lo que ahora corresponde a Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay, bautizados los «Treinta Pueblos».
Esfuerzo conjunto
La ministra de la Secretaria Nacional de Turismo (Senatur) de Paraguay, Angie Duarte, dijo a EFE que esperan seguir posicionando este «legado jesuítico único, que es orgullo de todos los paraguayos», con la incorporación de San Cosme y San Damián a la lista de la Unesco. «Estamos trabajando con el equipo de la Senatur, en conjunto con otras instituciones, para lograr esa postulación», afirmó.
Duarte destacó que conseguir ese reconocimiento supondría un «gran compromiso de conservación de estos sitios» y un incentivo para el turismo hacia Paraguay, que aunque «no es un destino de playa», sí es un lugar interesante por descubrir.
Un tesoro
Itapúa acoge tres de las misiones jesuíticas: Santísima Trinidad de Paraná, Jesús de Tavarangüé y San Cosme y Damián, destinos obligados para los visitantes. Santísima Trinidad de Paraná, construida en 1706 en Uruguay y trasladada en 1712 a suelo paraguayo, alberga en ocho hectáreas los remanentes de un centro urbano. Su iglesia mayor es una joya arquitectónica por sus decoraciones barrocas y elementos en piedra.
También en Itapúa está la misión de Jesús de Tavarangüé, cuyo templo de enormes dimensiones se considera una réplica de la iglesia romana de Loyola pero no llegó a ser concluida por la expulsión de los jesuitas.
Templo, escuela y un reloj
De menor tamaño, San Cosme y San Damián posee una infraestructura más conservada, en particular su iglesia, que alberga la parroquia principal de esta población. Construido con piedras y maderas de la zona, el templo, de 65,50 metros de longitud y 12 metros de ancho, mantiene mucha de su estructura original, aunque ha sido sometido a distintas reconstrucciones.
Esta reducción incluye salones de dos niveles, usados en su época como claustro y colegio, así como vestigios de una cocina y hasta un acueducto. Pero lo que realmente hace especial a este pueblo es el legado de Buenaventura Suárez, un religioso nacido en Santa Fe de la Veracruz (actualmente Argentina).
La encargada por Senatur de esta misión jesuítica, Mariela Cantero, relató a EFE que este sitio «fue el primer centro astronómico en toda Sudamérica», establecido por Suárez con el apoyo de los guaraníes, con quienes fabricó telescopios de tacuaras o bambú, con piedras de cuarzo obtenidas mayormente del río Paraná.
Suárez instaló un telescopio en el campanario de la iglesia. Sus observaciones las plasmó en el ‘Lunario de un siglo’, que publicó por primera vez en 1744 con los pronósticos de las fases lunares de los 100 años siguientes. Elaboró igualmente el primer mapa de la zona y dejó para la posteridad un reloj de sol que marca, con precisión, la hora de invierno.
Hoy, los conocimientos de Suárez y las creencias guaraníes son parte del atractivo turístico de esta reducción, donde guías como Katterin Leguiza recuerdan en sus relatos que hace casi 300 años un hombre con sotana escudriñaba el firmamento, mientras los nativos planeaban su cosecha o interpretaban su realidad según las estrellas.