La incidencia fuerte de la marginalidad es constante, haciendo que todos los días se tengan hechos de sangre y despojos de bienes, afectando a la ciudadanía honesta y trabajadora, que vive al filo de la navaja a todo tiempo. Ninguna acción policial ha logrado dar respuesta efectiva, por diversos factores, entre los cuales se puede mencionar como primordiales, un código penal manipulado para solo favorece al delincuente y una fiscalía lenta, desinteresada y hasta cómplice.
La corrupción de unos cuantos policías afectan notoriamente el intento de cumplir con la obligación asumida de velar por los derechos y garantizar los bienes de las personas. En este rubro también se encuentran algunos fiscales y jueces. Todo es desalentador y el temor acompaña no solo salidas del hogar, sino la misma estancia en las viviendas. La tasa de inseguridad alcanza las nubes, pese a intentos por amañar partes policiales y ocultar hechos delictuales.
Ciudad del Este se ha convertido en el centro de la delincuencia, debido a que las “ratas” salen de sus madrigueras y operan en los barrios. Marginales venidos de prácticamente todos los puntos del país han migrado hacia esta región, convirtiéndola en un centro de operaciones. La policía no da abasto y cuando “casualmente” logran dar con los pillines y “parásitos” son liberados en pocas horas pues de la mano de abogados sin escrúpulos hacen valer la benevolencia de un código que solo les favorece.
En algunos casos hasta la edad los respalda, pues para ser delincuentes no se necesita precisamente tener mayoría edad. Es un círculo vicioso que necesita una solución de fondo. Es lamentable que en este tiempo sigamos siendo obligados a vivir en zozobra hasta para abordar una unidad del transporte público de pasajero. La desinteligencia de los referentes políticos seguirá dando salud a la marginalidad menor.
Este tipo de delincuencia es la peor de todas y la impunidad solo ayuda a sostenerla con fuerza. La alternativa ante esta ola delincuencial es esa, buscar coordinar acciones vecinales que conduzcan a los moradores a unificar esfuerzos por protegerse mutuamente. La autoprotección es el esquema a ser tenido en cuenta por el auge permanente de quienes prefieren robar a trabajar. Se requiere una conciencia colectiva sobre este mal, y sobre la obligación de actuar para brindarse lo que por designio constitucional está en manos de la policía y de la fiscalía, pero que no llegan.
Bajo el respeto a las leyes, es necesario buscar multiplicar el trabajo barrial de vecinos unidos contra la delincuencia. Y debe partir del mismo seno de las fuerzas policiales el apoyo a esta alternativa y un acompañamiento real, y no de la boca para fuera como en la actualidad. Si la ciudadanía común logra aunar esfuerzos por sostener protecciones, será un paso importante para evitar la proliferación del agobio que crea la delincuencia. Penosamente se tiene que plantear estas situaciones, pues los investidos par el efecto suman mediocridad y complicidad.