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TN PRESS

La mediocridad en el magisterio

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Los nuevos resultados de exámenes destinados a docentes interesados en ganarse horas cátedras y rubros en instituciones educacionales dependientes del Estado, una vez más demostró varios puntos importantes que ameritan análisis serio y objetivo.

Ensayando causas someras,  se puede considerar que el nivel de cientos de profesionales de la educación es penosamente mediocre y preocupante. Ahora bien centrar la atención en otras aristas, como el origen de esta falta de capacidad, es de suma importancia a la hora de sacar conclusiones y soluciones válidas.

Las facultades nacionales y privadas, arrojan en cantidades industriales a mentes poco instruidas, y prácticamente sin conocimiento apropiado, generando la vigencia de seudo profesionales, egresados universitarios solo de mote. Pero esto es generalizado no solo en el rubro citado.

El mal de la mediocridad universitaria es el principio de esta realidad que se traslada consecuentemente en un círculo vicioso de anomalías, pues todo alumno será reflejo de sus instructores.

El permitir la vigencia de centros educativos del nivel terciario, donde sus universitarios concurren una vez por semana a las clases y prácticamente compran sus títulos de profesionales, es la aberrante muestra del fomento de la más significativa insuficiencia. Ejercer un control estricto sobre las diferentes casas de altos estudios que pululan como hongos en todas las zonas, es primordial si de veras se quiere buscar el fortalecimiento de conocimientos de futuros docentes.

Habilitar universidades privadas, sin más trámites que amiguismos fundados en dinero, sigue siendo uno de los principales motivos del ancla que no permite calidad en varios ámbitos profesionales.

El otorgamiento de cargos, rubros, horas cátedras mediante “compadrismos” o zoqueterismos políticos, es otro factor de retraso en la educación paraguaya.

La inclusión de la mediocre práctica política, donde a dedo se manipulan concursos, es más un punto a favor de la pobreza educacional.

La vigencia de un sistema educativo permisivo, que solo favorece a la pereza del educando y a la imposibilidad de un razonamiento criterioso, puede catalogarse como un traspié más dentro de la mediocridad imperante, no siendo esta la consecuencia de un bajo rendimiento docente, sino ministerial.

Implementar métodos impracticables por precariedades de la misma cartera de Estado propulsora, es la incoherencia más bárbara que solo desea dar golpes de marketing, de modo a cubrir inoperancias.

Calcar programas de estudios, y presentarlos como la más innovadora manera de encarar la educación nacional, es un chiste de mal gusto, que origina una marea de insuficiencias.

Pero esta situación no deslinda la responsabilidad personal de cada profesor, que suma su falta de interés en buscar día a día capacitarse.

Un verdadero docente estudia, repasa y lee. Acomodarse y conformarse con la paupérrima calidad educativa, no ayudará jamás a despegar hacia el cambio, y se vulnera el deber primero de un profesor.

El docente asume la responsabilidad de llevar adelante la instrucción de los chicos, y por lo tanto debe comprender que su misma ignorancia repercutirá directamente sobre sus alumnos.

La falta de conocimiento o instrucción se subsana estudiando, y esa es una obligación personal, no ministerial.

Por otro lado, como Ministerio de Educación, la responsabilidad no es menor pues la situación lo refleja. De la misma forma como los alumnos son reflejo de los profesores, los docentes son reflejos de sus autoridades, y en este caso del mismísimo estamento que hoy los expone como “medio-burros”.

Todos fracaso docente es una derrota ministerial, pues es ella quien dicta los principios, reglas y pautas de la docencia. La educación paraguaya se ubica en uno de los peores sitiales en cuanto a nivel y rendimiento académicos, y ese es un “logro” compartido por autoridades, maestros y alumnos.






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