Sin embargo, es fundamental recordar que, aunque el alcohol aumenta el riesgo de cáncer, no significa que todas las personas que beben vayan a desarrollarlo. Son muchos los factores que contribuyen al desarrollo del cáncer.

Daña el ADN

La historia no termina con estas cifras. Se extiende hasta las propias células de nuestro cuerpo, donde comienza el viaje del alcohol. Cuando bebemos, nuestro cuerpo descompone el alcohol en acetaldehído, una sustancia que puede dañar nuestro ADN, el plano de nuestras células. Esto significa que el alcohol puede reescribir nuestro ADN y crear cambios llamados mutaciones, que a su vez pueden causar cáncer.

La historia se complica si tenemos en cuenta las diversas formas en que el alcohol interactúa con nuestro organismo. Puede afectar a la absorción de nutrientes y vitaminas, alterar los niveles hormonales e incluso facilitar la penetración de sustancias químicas nocivas en las células de la boca y la garganta. Puede afectar a las bacterias de nuestros intestinos, el llamado microbioma, con el que convivimos y que es importante para nuestra salud y bienestar.

El consumo de alcohol también está relacionado con otros aspectos de nuestra propia salud y estilo de vida, y es importante no tenerlo en cuenta sólo a él. El consumo de tabaco y el tabaquismo, por ejemplo, pueden amplificar significativamente los riesgos de cáncer asociados al alcohol. Los factores genéticos también influyen, ya que ciertas variaciones afectan a la forma en que nuestro organismo metaboliza (descompone) el alcohol.

La inactividad física y la obesidad, a menudo asociadas al consumo excesivo de alcohol, también aumentan por separado el riesgo de cáncer, pero además el alcohol lo agrava mucho más. A pesar de ello, persisten los conceptos erróneos. El tipo de bebida alcohólica, ya sea cerveza, vino o licores, no altera significativamente el riesgo de cáncer. Es el etanol (el nombre químico del alcohol) en sí lo que es cancerígeno (causa cáncer).

Y aunque algunos estudios han sugerido que el vino tinto podría tener efectos protectores contra ciertas enfermedades, no hay pruebas claras de que ayude a prevenir el cáncer.

Los riesgos potenciales del consumo de alcohol probablemente superan cualquier posible beneficio. La conclusión no es que nunca debamos disfrutar de una copa de vino o una cerveza con los amigos. Se trata más bien de ser conscientes de los riesgos potenciales y tomar decisiones que se ajusten a nuestros objetivos de salud. Se trata de moderación, atención y toma de decisiones informadas.

El alcohol tiene muchos efectos, no solo cancerígenos. Un reciente estudio a gran escala de más de 135,000 bebedores mayores en el Reino Unido ha demostrado que cuanto más se bebe, mayor es el riesgo de muerte por cualquier causa.

Estas y otras conclusiones similares subrayan la importancia de la concientización y la educación de la población sobre los riesgos potenciales asociados al consumo de alcohol. A medida que aumentan nuestros conocimientos sobre la relación entre el alcohol y el cáncer, se hace cada vez más evidente que lo que muchos consideran un capricho inofensivo puede tener consecuencias para la salud más importantes de lo que se pensaba.

Por desgracia, no mucha gente parece ser consciente de estos riesgos. En Estados Unidos, alrededor de la mitad de la gente no sabe que el alcohol aumenta el riesgo de cáncer. Está claro que hay que trabajar mucho para superar esta falta de concientización.

Artículo tomado de WIRED. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.