Támara Echegoyen, tan cálida como estricta en sus horarios, afronta con una sonrisa y mucha ilusión ser la abanderada española en los Juegos de París, junto a Marcus Cooper.
Los deportistas conocen la tradición: los más laureados ejercen de abanderados. Le correspondía a Maialen Chorraut, que renuncia por competir en la jornada siguiente. Y un día coge el teléfono y Alejandro Blanco le confirma que será usted.
Ha sido una de las mejores llamadas que he tenido. Fue muy cordial. Tengo muy buena relación con Alejandro; él también es ourensano. Me explicó cuál era el procedimiento y los criterios que seguía el COE para tomar la decisión de quién sería el abanderado y por qué me lo proponía a mí. No fue una llamada muy larga pero sí muy emocionante.
Supone, en contrapartida, una exposición mediática que quizá le resulte incómoda.
Siempre he tenido una relación muy buena con la prensa. Siempre me han tratado muy bien. Soy consciente de que ni mi deporte ni mucho menos yo somos populares, aunque seamos muy exitosos en el campo de batalla. Ciertas veces te sorprende porque pasas de la nada a no poder siquiera coger el teléfono de la cantidad de llamadas. Pero si eso es visibilidad para mi deporte y le da un empujón a la vela, que tengáis más interés por ella, lo acepto encantada.
¿Le añade presión al incrementar el foco puesto sobre usted?
No sé si por bien o por mal, siempre hay un foco en mí en los Juegos, desde los primeros. Muchas veces me costó entender que esas expectativas que la gente tiene sobre mis equipos a la hora de afrontar los Juegos vienen marcadas por los resultados que tuvimos. Nos merecemos el derecho a estar en esas quinielas por los resultados que hemos hecho antes. Y creo que cuando la gente te pone en la quiniela, es porque confía en que tienes posibilidades. Para mí es un plus. Luego somos evidentemente realistas con las expectativas porque tenemos más información. Las equilibramos un poco y las hacemos realistas. Pero ser abanderada en estos Juegos viene por lo que demostré en los anteriores. Por tanto, no crea ninguna presión sobre la competición que voy a hacer. Son cosas totalmente distintas.
Es cierto que ganó el oro en Londres. En Río y Tokio, tras el cambio de modalidad, quedó cuarta; un puesto extraordinario y a la vez el más amargo.
Es amargo, pero por razones que a veces la gente no entiende. No es porque solo valga la medalla, sino porque has salido a navegar, para cumplir un objetivo, y se te ha escapado. Pero conseguir diploma olímpico es un puestazo; evidentemente fueron amargos para mí, necesité tiempo para asimilarlo, pero simplemente por el hecho de que el objetivo era alcanzable. Y no está nada mal.
Llega a París con 40 años. ¿Cómo se siente?
Ciertamente llegar con esta edad a unos Juegos tiene su punto no tan positivo. El físico no es el mismo que con veinte años y arrastras lesiones que tienes que gestionar. Pero muchas veces la edad y sus límites vienen más marcados por la sociedad que por nosotros mismos. Con la vida que llevo, es difícil tener crisis.
Más allá de los Juegos, los ciclos olímpicos son duros a nivel mental, de calendario extenuante… ¿Serán sus últimos Juegos?
Sí que me lo planteo y seguramente sean mis últimos Juegos, pero queda un mes y mi única dedicación es poder hacer un resultado en estos. Cuando realmente sientes la necesidad de buscar otros objetivos y otros retos, es supersano para uno mismo poner fin a etapas que han sido increíbles. La vela olímpica me ha dado una vida increíble, no sólo a nivel de resultados sino en vivencias y muchas otras cosas. Claramente me encuentro en un momento en mi vida en que estoy disfrutando mucho la campaña olímpica, pero también quiero encarar otros desafíos que no son compatibles con ella. Por eso quizá sean los últimos Juegos. Pero es bonito que un camino esté llegando a su final y que se abra otro seguro en el mundo del alto rendimiento. Y lo bueno es retirarte cuando tú lo consideres. A veces la gente se retira obligada por una lesión, no poder clasificarse o mil aspectos. En mi caso será por mi decisión.
Afrontará esa nueva etapa con la certeza de conocer su valía, como ya demostró en la Vuelta al Mundo.
He visto que tengo también cabida en otro tipo de competiciones profesionales. Veo que puedo aportar muchísimo. Y hasta cierto punto muchas no son compatibles. La campaña olímpica es casi al cien por cien de exclusividad y muy exigente temporalmente. Tu calendario deja de tener huecos blancos; para mí son el descanso que te permite quedar con tu familia y tus amigos. Siempre son huecos pequeños y cuando ellos no pueden porque tienen otro tipo de vida. Cuando llevas muchísimos años arrastrando ese tipo de calendario, la vida te pide un cambio. No será fácil si decido hacerlo, pero hay que ser valiente, cerrando etapas para abrir otras nuevas, que traerán cosas buenísimas.
Es su segundo ciclo junto a Paula Barceló; en match race compartió equipo con Toro y Pumariega; en 49er, en Río, con Berta Betanzos. Son muchas horas de convivencia.
No siempre es fácil. Pero en mi caso tuve que cambiar de pareja porque no me dejaron otra. La consolidación que consigues navegando muchos años con la misma pareja se disfruta luego. Cuando cambias mucho, tras haber conseguido tener el nivel para seguir luchando por los podios, es como empezar de cero. Y no nos lo ponéis fácil cuando empezamos de cero porque queréis los resultados demasiado pronto. Yo he disfrutado mucho de tener diferentes compañeras, de los inicios y de llegar a lo más alto con todas ellas. Este segundo ciclo con Paula ha sido diferente al primero, que fue contrarreloj, con otro tipo de adversidades, que siempre hay en el mundo del deporte. El paso de conocerse, compenetrarse y todo lo que necesitas antes de salir a navegar totalmente compaginada con tu compañera ya estaba hecho. Eso te permite focalizarte en otras cosas y te hace ser mejor en el agua.
De cara a los Juegos, la última referencia; sextas en el Mundial. Todo dependerá de detalles, el día exacto, la decisión acertada.
Hay dos rivales que durante los dos últimos años se han consolidado mucho, que son las suecas y las holandesas. Seguramente sean las rivales a batir para todas las que queremos estar en el podio. Pero está todo muy junto. Es un campo de regatas muy abierto y no hay que dar nada por hecho. Estos Juegos Olímpicos exigirán luchar barco a barco desde la primera regata, sin desfallecer. Quien lo consiga de la manera más inteligente se llevará las medallas. En eso estamos. La última parte de preparación es muy importante y en este caso estoy muy tranquila por el trabajo que estamos haciendo Paula y yo. Espero que dé frutos.
Conocen bien el campo de regatas de Marsella.
El viento siempre es impredecible, pero nosotras viajamos cada año allí para conocer las condiciones. Marsella es un campo bastante complicado, desafiante, y muchas veces va en contra de todo lo que consideras. Nos pondrán en aprietos a todos.