Cuando se pasea por cualquier calle de Francia es imposible no leer en algún ayuntamiento, comisaría, colegio o edificio institucional, los valores de la República: ‘Liberté, Egalité, Fraternité’. Un mantra grabado a fuego en la vida de cualquier ciudadano que, desde hace unos años, ha empezado a tambalearse con el auge de la extrema derecha.
El 16 de marzo de 1962, Jean-Marie Le Pen, líder del Frente Nacional enunció un concepto, por primera vez, que sentó cátedra: “Los franceses para el trabajo, para el alojamiento, para las ayudas sociales: preferencia nacional. Los franceses antes que los inmigrantes”. Años después, su hija, Marine Le Pen, líder del rebautizado partido de extrema derecha Reagrupamiento Nacional (RN), rescató esa idea aunque, al igual que su partido, también rebautizada. Ya no hablaba de preferencia nacional si no de prioridad nacional. “Sí, señor. Creo en la prioridad nacional. En reservar las ayudas sociales a los franceses”, respondía en 2013, tras ser preguntada en el programa de televisión Des paroles et des actes.
Ahora, el nuevo líder del partido, Jordan Bardella, sigue con el legado lepenista y ha hecho de este concepto la base de su programa político y la clave para captar los votos de esa ciudadanía enfadada, ofuscada y con un sentimiento de abandono. “Los franceses son una prioridad y vamos a instaurar en la Constitución la prioridad nacional”. Una idea que ha ido filtrándose en la sociedad francesa. El 71% de los ciudadanos son favorables a “la prioridad nacional”, y no solo es cosa de RN, la medida también está incluida en el programa electoral de Los Republicanos, la derecha tradicional francesa, desde hace años.
La idea renace de sus cenizas cada cierto tiempo, especialmente en periodos de crisis, pero tiene poco que ver con esos valores de la República francesa tan presentes en cada una de sus calles y fachadas. “El problema de la inmigración es la expresión misma, (que se hable del ) ‘problema de la inmigración’, ya lo vimos aparecer históricamente en 1880 en Francia. Cuando en la Tercera República se produce la integración de las clases populares en el seno de la nación. (…) Se integraron los diferentes componentes, y no era una sociedad mundial. Era una sociedad nacional. Ahí es cuando nació la recomposición de ‘ellos’ y ‘nosotros’, explica el historiador, Gérard Noiriel.
“Vaciar Francia de inmigrantes”
La “prioridad nacional”, teorizada por la extrema derecha en los años 80, se esgrime ahora disfrazada de medidas que buscan eliminar las ayudas sociales a aquellos que no son franceses, suprimir el derecho de suelo y la binacionalidad, o limitar el acceso de los extranjeros a trabajos estratégicos. El objetivo, “vaciar Francia de inmigrantes”, según ha manifestado en más de una ocasión Bardella.
En los discursos populistas, la idea encaja a la perfección, pero en la práctica podría significar una hecatombe para la economía francesa, además de tener efectos catastróficos para millones de nacionales y extranjeros residentes en el país.
Actualmente, 340.000 agentes públicos son inmigrantes nacionalizados, ya que para trabajar en un puesto público, en la mayoría de los casos, se requiere de la ciudadanía francesa. A pesar de esas cifras, que pueden parecer altas, falta personal en el sector público, según datos del Instituto Nacional de Estadística y de Estudios Económicos (Insee). También en la sanidad, que cuenta con 16.345 médicos extranjeros, pero no son suficientes. “El sector público se sostiene en gran parte gracias a los trabajadores de nacionalidad extranjera o de doble nacionalidad: médicos, carteros, profesores, personal de limpieza. Sin ellos, ¡buena suerte!”, explicó Ian Brossat, portavoz del Partido Comunista en declaraciones a la prensa.
En la agricultura, sector clave en la economía francesa, el 30% de los trabajadores son inmigrantes, al igual que en la hostelería, donde el porcentaje ronda el 25%.
El miedo al inmigrante también es un factor dentro del discurso de la prioridad nacional. “Es esencial controlar nuestras fronteras para detener la inmigración masiva y proteger a nuestros ciudadanos”, ha manifestado Marine Le Pen. Al igual que ella, lo hace su delfín Bardella, quien constantemente relaciona la inmigración con la delincuencia, aunque los datos reflejan otra Francia muy distinta.
Según el Institut Convergences Migrations, solo el 16% de los delitos graves cometidos en Francia son cometidos por extranjeros, y según el Ministerio del Interior, el 23,6% de la población reclusa es extranjera.
“El peligro para la democracia es justamente explotar el discurso nacional que considera que todos los problemas vienen de la inmigración, ahí es cuando se pone en peligro los principios de la República”, detalla Noiriel.
Una idea contraria a la Constitución
El principio de igualdad está recogido y blindado por la Constitución francesa. Por ese motivo, la ley de asilo e inmigración presentada por el ministro del Interior, Gérald Darmanin, el año pasado, en la que se introducía la “preferencia nacional” para acceder a ciertas ayudas sociales, fue censurada por el Consejo Constitucional por “romper con el derecho de igualdad”.
Aun así, en las leyes francesas ya existe una “prioridad nacional indirecta”. Para recibir prestaciones sociales, es decir, dinero del Estado, se necesita la residencia francesa, pero según la abogada de Derecho Constitucional Anne-Charlene Bezzina, “aplicar de manera general una preferencia nacional para todo no entra en la Constitución porque la Constitución reconoce el principio de igualdad”. De ahí que, Reagrupamiento Nacional incluya en su programa político para las próximas elecciones legislativas celebrar un referéndum para cambiar la Carta Magna y modificar este concepto de igualdad.
Casi 100 años de “Preferencia” a “Prioridad”
En los años 30, con la llegada masiva de inmigrantes procedentes de España, Italia o Alemania, y la falta de trabajo en Francia por la inestabilidad política y económica de aquel momento, el Gobierno centrista de Edouard Daladier creó una ley de inmigración en la que mezclaba la hospitalidad con la precaución e instauró, entre otras medidas, el “carnet de trabajadores”, que daba prioridad a los nacionales.
No fue hasta los 60, con Jean-Marie Le Pen, cuando se agruparon todas estas ideas para acuñar el término de “preferencia nacional”. En los años 70, volvió a resurgir este modelo con la crisis económica que azotaba a Francia, pero esta vez para criminalizar al inmigrante, y con una diferencia respecto a los años 30: ya empezaban a surgir las primeras ayudas sociales. “Un millón de parados, es un millón de inmigrantes más. La Francia para los franceses”, se podía leer en uno de los cárteles del Frente Nacional de la época.
Con los años, el concepto ha ido evolucionando y siempre ha resurgido en periodos de crisis económica, política y social, como ahora. Cuando Francia afronta un déficit público del 5,5%, la pérdida de poder adquisitivo de los franceses, un bloqueo parlamentario y el aumento de la delincuencia en el país.