Aduladores, chupamedias y fanáticos de personajes que ocupan cargos públicos, siempre tuvieron presencia en el ámbito social, siendo un claro ejemplo lo que se sigue teniendo nivel local. Pero no es un “amor” real, pues los mismos sobreviven mediante salarios pagados con dinero de instituciones donde fungen de funcionarios. Y como el amor es ciego, la mediocridad, y la hipocresía siguen siendo “leyes” en sociedades bastardas, con la corrupción a flor de piel, siendo hechos de defensas y ataques normales, sin rubor y reparo.

La politiquería criolla es la responsable de mantener fanáticos partidarios, que se mueven, gritan, hacen hurras conforme a la trascendencia del cargo que se utiliza. Todos comparten esta forma de labor, alimento para mediocres. El caudillo, dirigente, líder, u otro tipo de nombres que se auto-asignan detentores de popularidad, no es solo de un estamento partidario, pues se ha comprobado, que los que decían ser diferentes, resultaron ser más de lo mismo, manteniendo vigente la falta de vergüenza que convierte en ganado de una exposición buscando recibir el cargo que les permita obtener lucro que por propias capacidades capaz no obtendrían.

La mal llamada política en Paraguay, sigue sobreviviendo con los mismos matices de antaño. El alquiler de conciencias y de dirigentes políticos, sigue siendo moda en el presente y en la misma ciudad. Hoy son grandes políticos quienes están para ladrar, morder o “lamer” conforme a la necesidad de los que les entregan monedas ajenas. No es precisamente gran cualidad engullir cualquier tipo de inmundicia con tal de no perder protagonismo político o cargos en la Municipalidad, Gobernación, o entes estatales.

No debería ser propio en el hombre ser tan maleable, y menos instrumento para mentir, de modo a demostrar que se es plenamente leal y que se merece seguir recibiendo salario por ser lame botas. La prostituida política paraguaya tiene expositores de primer nivel en el Este. El fanatismo es sinónimo pleno de ignorancia, y penosamente algunas jóvenes figuras, actúan como cavernícolas politiqueros, manifestando lo mismo de quienes criticaban tanto cuando estaban en la vereda del anonimato.

No es una cuestión de terquedad el mantenerse firme y concordar lo que se dice con lo que se hace, si esta postura tiene el cimiento de la dignidad. La ciudadanía debe exigir postura a sus dirigentes, así como a los operadores. Cuando se ocupan cargos en la función pública se debe destacar por acciones correctas, comportamientos a la altura de un profesional y empleado del pueblo, no de bajos en intelecto o para defender a “amos”.

El fin de la política está lejos de lo que se plantea de nuevo en esta época pre-electoral, y sus exponentes sobresalen por la pobreza en conductas, y fanatismos pagados a expensas del pueblo. De momento se ha mostrado poco de entereza, patriotismo y ética, por lo que la población deberá medir con objetividad a quienes deberán estar al frente de timones. Las diferencias se muestran, se practican, no solo se mencionan, o se manda decir.