SANTIAGO DE CHILE. Latinoamérica tiene el desafío de bajar sus emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), sobre todo las relacionadas al consumo de energía, sin que ello implique frenar su desarrollo. En la región, el 57 % de la electricidad es producida con fuentes renovables, valor significativamente superior al 36 % correspondiente al registro mundial, revela el Reporte de Economía y Desarrollo (RED) del Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe – CAF, presentado la semana última en Santiago de Chile y que este año se denomina “Energías renovadas: Transición energética justa para el desarrollo sostenible”.
Aún así, tanto Paraguay como el resto de los países latinoamericanos no se escapan de la necesidad de iniciar el proceso de transición energética, pero en este caso, que se ajuste a la realidad de esta región del planeta, que sigue teniendo problemas históricos de demandas socioeconómicas no atendidas. Precisamente, la propuesta es que esta transición sea aprovechada por el potencial de América Latina y el Caribe, de producir energía limpia y alimentos, dos necesidades fundamentales del mundo en la actualidad.
Todo esto es lo que se analiza en el RED 2024 y al respecto, Sergio Díaz-Granados, presidente ejecutivo de CAF, conversó con editores de Economía de medios de prensa de la región -entre ellos ABC-, y profundizó en los puntos principales de este estudio, que recoge los datos de la región principalmente y en base a ellos, plantea sugerencias para lograr una “transición energética justa”.
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Según lo resaltado en rueda de prensa, CAF se viene consolidando como un banco enfocado en la región, pues hoy cubre Centroamérica, Caribe, Sudamérica de una manera más integrada. Es que en el organismo entienden que solamente de manera conjunta se pueden abordar los temas trascendentales de desigualdad, productividad, integración comercial y el asunto desarrollado este año en el RED, de transición energética.
“Muy a comienzo de mi gestión como presidente del banco, en setiembre de 2021, seis meses antes de que Rusia invadiera Ucrania, antes de que viéramos el deterioro de los precios que vimos, estábamos recién saliendo de la pandemia y estábamos hablando justamente de estos temas en CAF. Hay una realidad como civilización y es que necesitamos más intensidad de consumo de energía para sostener lo que hemos hecho hasta el momento (en materia de desarrollo), que ha tenido una consecuencia grave para el planeta y la región en términos de desequilibrio”, comenzó diciendo Díaz-Granados.
El estudio “Energías renovadas: Transición energética justa para el desarrollo sostenible” destaca el dato del enorme impacto del ser humano en emisiones de GEI: “Desde 1850, la actividad humana ha causado la emisión de más de 2.300 gigatoneladas de dióxido de carbono (CO2). Más del 68 % de esas emisiones provinieron del uso de energía generada por fuentes fósiles”.
De ahí surge una pregunta: ¿Cómo logramos mantener esos niveles de más intensidad de energía para seguir creciendo como civilización y, al mismo tiempo, no desequilibrar más el planeta?.
“Hablamos de hacer la transición energética y, al mismo tiempo, de resolver problemas de déficit fiscal y de pobreza. Porque los países del Norte están haciendo ese debate pero han resuelto los problemas de desigualdad y de pobreza. Pero América Latina no ha resuelto esos problemas de desigualdad y pobreza y tiene que dar un brinco en esta transición energética”, acotó el presidente de CAF.
A esos problemas históricos, se suma que alguien tiene que pagar esta transición energética. “Esos kilovatios que tenemos que trasformar y hacer más sostenibles, tiene que pagarlos esta estructura económica que tiene Latinoamérica hoy”, acotó.
En tal sentido, no se puede dejar de lado que tenemos una región que contamina poco en el concepto mundial, con una matriz que es limpia. Y aquí viene el potencial de América Latina y el Caribe: Puede hacer más en acceso a recursos naturales y conectar esa capacidad a la producción de bienes y servicios que demanda este siglo.
Según explicó Díaz-Granados, los grandes sectores intensos en energía provienen del servicio y la tecnología, como la inteligencia artificial, que es una gran consumidora de energía. Como ejemplo, mencionó que “prender un día de Chat GPT, son 250.000 hogares de California al año. Y no es precisamente la plataforma más efectiva o ponente”.
Entonces, el desafío de Parguay y otros países de la región es ¿cómo hacemos más energía?, ¿cómo conectamos a las demandas de la civilización actual crecientes?, y ¿cómo pagamos eso, para que sea una transición ordenada y justa?.
“Cómo resolvemos ese dilema no sólo de buen suministro de energía, de confiabilidad y de buenos precios, sino cómo hacer de esto una herramienta para reducir pobreza y para cerrar los déficits fiscales de América Latina hoy. Tenemos países altamente estresados por deuda y que van a requerir en este proceso de transición que esto ayude a mejorar la renta de capital y balancear las cuentas fiscales”, añadió.
Y agregó: “En la medida en que los países de la región, aquellos que tienen la posibilidad de ser jugadores importantes, que tienen metales, minerales, capacidad hídrica, solar o elólica, logren transitar rápidamente a ese mundo, tener una mayor matriz, incremento en generación, mejora en distribución, una vez que se muevan más en la electrificación de ciertos sectores, eso le va a dar la respuesta a América Latina para el cierre de pobreza, de desigualdad, para ser un actor a nivel global”.
Por todo ello, la propuesta es ver a América Latina “como región solución”, porque tiene piezas para la crisis global: tanto de alimento como de energía. La idea es que se pueda aumentar la capacidad de producción eólica, solar, fotovoltáica, hidrógeno verde y otros en América Latina, para que sea uno de los motores de crecimiento de la región.
“El mundo necesita esa producción de alimentos, esa producción de datos soportada en energías limpias. Ahí es donde la región tiene que ser optimista con su propio futuro”, puntualizó Díaz – Granados.