Este país vive constantes momentos electorales, por lo que renovaciones son factibles periódicamente. Los líderes, siendo todos políticos, permanentemente se encuentran pergeñando futuros, y trabajando fuertemente por fortalecer imágenes, pues en el arte del engaño, hay que aparentar antes que ser.
La gran mayoría de los dirigentes magnifican hasta el hartazgo figuras, y acciones, y aquellos que están en cargos, con dinero fruto del esfuerzo de los contribuyentes hasta crean altares para vanaglorias. Todo esto en las narices de ciudadanos, que quizás por desconocimiento por desinterés o por la ceguera mediática, solo está para aplaudir lo paupérrimo.
Es lamentable que la epidemia de cretinismo no permita ni siquiera percibir cuan equivocados están quienes nos representan, y cuan desinteresado se es ante ello. El pueblo que no conoce sus derechos, es el de mayor utilidad para las pretensiones mesiánicas y de lucro para los grandes hombres de la hipocresía que llegan a cargos de poder.
El poco apego a informarse y generar opiniones propias, alimenta con nutrientes a muchos sinvergüenzas que se arropan de filantropía con dinero ajeno. No existe un solo político regional que no se encuadre dentro de este precepto de la mezquindad. La esencia de la política no tiene nada que ver con auto-elogios, ataques infundados y amnesia constante para cumplir con promesas.
Da asco el cambio de actitudes y pareceres de los políticos, que de afectos pasan al odio, y de amigos a parias. Y esto se convierte en un ciclo que no acaba, siendo solo prioridad de ellos peleas por zoquetes. No se defiende reales principios del bien común, sino más bien se intenta vender una imagen que ni se conoce en esencia. Ideales que se dice contar, son nada más imaginación publicitaria, que se busca impregnar en mentes con carencia de yodo.
Ni de buenos, ni de santos, todos persiguen propios proyectos de lucro. Lo que sí no debería prosperar es la permeabilidad de las mentes ciudadanas, que no saben, o no quieren diferenciar lo real de lo que se publicita mediante fuertes sumas de dinero, venidas de los mismos bolsillos de los contribuyentes. Es momento de encarar responsabilidades, y presionar para que el producto de esta clase denigrada por la codicia de hipócritas que fingen lo que no son, ya no sigan. La renovación de este rubro está en manos de gente que a la suma de instrucción aplica educación y patriotismo.
La honestidad no se publicita, se vive. La corrupción no se ataca denostándola por un lado, pero dejando en cargos municipales a los mismos hombres escombros, con innumerables denuncias por ilegalidad. Dejarse seducir por dulces palabras, ni siquiera en las relaciones personales debería prosperar, por lo que el oído debe estar ligado directamente con la capacidad de discernimiento.
La realidad de mediocridad desde estamentos públicos, dan la certeza de que si se sigue eligiendo más de lo mismo, es sencillamente porque gusta lo poco, pese a reclamos. En este tiempo dejarse engañar por palabras, no es por astucia ajena, sino por torpeza personal, pues los hechos son notorios.