A pesar de intentar hacer creer sobre diferencias abismales con los vicios de otras organizaciones políticas, el Partido Liberal Radical Auténtico, sigue viviendo en unos de sus peores momentos, debido a la desnaturalización de la representación partidaria en esferas del poder, precisamente por la degeneración en la conducta de sus referentes nacionales y locales.
Acciones descaradamente entreguistas y de genuflexión de algunos líderes del PLRA, zozobraron las estructuras del partido, pasando a ser de opositores extensiones de organizaciones políticas que tienen ejecutivos bajo mando. Ser sostén del oficialismo, sea nacional o local, pero a cambio de dádivas o no ir a la cárcel, va en contra de cualquier ideología que se decía pregonar.
No resulta raro en especímenes sin mucho de materia gris, pero con altísima sed por el dinero fácil, recurran a cualquier acción, incluso que atente contra los intereses de su partido, con tal de mantener privilegios en instituciones oficiales, y sumar dinero malhabido en billeteras. Dignos de jaurías en disputa por alimento, y en este caso de “zoquetes”, algunos liberales son más colorados que los propios afiliados a ese partido y más prietistas que el propio Prieto.
Resulta inconcebible que los protagonistas, sean nada más y nada menos que dirigentes liberales, algo que debería causar vergüenza en afiliados, al menos quienes entienden lo que sucede realmente. Existe una amalgama interesante de causas, las principales se circunscriben dentro de la intención de ocupar cargos preponderantes dentro de la estructura oficialista y poder solventar campañas que posibiliten nuevamente tener espacios en listas futuras.
Se pueden sumar como causas de actitudes caníbales el desespero por protagonismos perdidos. Lo claro y concreto es que hasta el momento, se ha visto un Partido Liberal sucumbido en una crisis hasta de identidad, y que solo ha generado enfrentamientos internos que lo debilitan y a la par hacen tambalear posibilidades electorales futuras.
Un PLRA en estas condiciones, no es opción ni para manejar una comisión de fomento.
Actitudes mezquinas como las demostradas por sus máximas figuras, son más que evidentes que la promesa de una política distinta era una fantasía vendida como espejitos a la ciudadanía “hambrienta” de cambio. El liberalismo solo da vergüenza, pues sus líderes prefieren congraciarse con corruptos, y mafiosos políticos a cambio de colocar a séquitos como planilleros en la Municipalidad de Ciudad del Este, así como en consulados, ministerios y entes.
La falta de seriedad en muchos de quienes hoy incluso son autoridad, sencillamente es un peldaño en falso para el mismo partido que no termina por comprender que mal o bien deben ser oposición. Pasar de estar compitiendo en igualdad de condiciones, ejecutivos nacionales, departamentales y comunales, a ser la tercera o cuarta fuerza electoral, no resulta ningún logro.
El asumir una sumisión ciega hacia mandatarios de turno, sencillamente por haber recibido un importante cargo, o dinero, es la mismísima actitud del can que responde al llamado del dueño, y cuya lealtad es mantenida por la comida que recibe. El Paraguay y la ciudad necesitan de políticos más patriotas, de autoridades más críticas hacia males institucionales, y por sobre todo personas que tengan la mínima capacidad de reconocer errores propios y tratar de reencauzarlas.
El paso del tiempo es un juez implacable, y no aprender de tropiezos y desaciertos hasta el límite permitido, será el fin del efímero sueño de alguna vez ser Gobierno. El liberalismo necesita de una verdadera renovación, pues en las actuales condiciones solo están para vivir a costa de oficialistas y con ello negociar espacios y dinero público.