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Ciencia

Fabricar microchips exige mucha agua pero Intel ha logrado regresar más de la que usa en México

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La inteligencia artificial (IA), las telecomunicaciones, el teléfono celular que llevas en tu bolsillo, los servidores que guardan la cantidad ingente de información que producimos a cada minuto… en una palabra, la vida moderna: toda ella exige microchips. Al día de hoy, y hasta nuevo aviso, estos se producen sobre obleas o láminas semiconductoras de silicio. Por fortuna, el silicio es el segundo elementos más abundante de la corteza terrestre, solo después del oxígeno. Por desgracia, la creación de la delgada lámina exige agua: dulce, ultrpurificada y, sobre todo, abundante. La cuestión es que, a diferencia del silicio, el agua dulce es escasa. La crisis hídrica por la que atraviesan cada vez más regiones del planeta, el calentamiento global y la creciente demanda de alimentos son argumentos suficientes para exigir a todas las industrias un papel activo en el cuidado del líquido. Esto incluye, por supuesto, al negocio de los microchips.

Con todo eso en mente, hace 12 años Intel se planteó buscar estrategias para reducir su huella hídrica; hace siete hizo el compromiso público de restaurar el 100% de su consumo y, hace cuatro, se plateó el objetivo de alcanzar un balance de agua neto positivo para 2030. Lograr el balance de agua neto positivo significa resarcir, litro a litro, el impacto de su operación en cada zona en la que opera. Así de simple, así de complejo. Intel ya ha logrado cumplir este objetivo en cuatro países: Estados Unidos, India, Costa Rica y también, como recién ha anunciado hoy, en México. En este último país, Intel lleva a cabo algunas de las operaciones de dos de las seis etapas que toma crear un microchip, un proceso que, como es fácil imaginar, es transfronterizo e implica diversos momentos alrededor del globo.

Cómo ahorra agua Intel

“Lo hacemos de tres maneras”, cuenta desde Arizona Todd Brady, quien ostenta el título de Vice President, Global Public Affairs & Chief Sustainability Officer de Intel. “La primera es que, si podemos usar menos agua, lo hacemos. Cuando empecé mi carrera en Intel, se necesitaban unos dos litros de agua para crear un litro de agua ultrapura. En la actualidad, nuestras eficiencias superan el 90%. Por lo tanto, se necesitan aproximadamente 1.1 litros de agua entrante para producir un litro.” El agua ultrapura de la que habla es esencial para crear un microchip porque la oblea debe estar absolutamente libre de impurezas. A escalas de 3 nanómetros, un objeto prácticamente invisible para el ojo humano puede ser el equivalente a una enorme roca en mitad de la carretera o, en este caso, a mitad del circuito por el que viaja la información en un semiconductor. Este tipo de agua, como su nombre lo indica, aspira a ser nada más de H20 y contar con un balance de pH perfecto.


Transformación de un antiguo pabellón de viviendas de interés social en un jardín comunitario en la azotea con almacenamiento de agua

Ámsterdam está experimentando con azoteas que no solo cultivan plantas, sino que captan agua para los habitantes de un edificio: las ciudades esponja del mañana se podrán exprimir cuando haga falta.


“La segunda parte de nuestra estrategia consiste en recuperar y reciclar el agua tanto como podamos. Por ejemplo, en Arizona tenemos una instalación que nos ayuda a recuperar y reutilizar más de 10 millones de galones de agua por día que devolvemos a nuestras operaciones”, continúa.

Con todo, el ahorro, el rehuso y el cuidado son insuficientes porque, si bien significan un uso inteligente del agua, no pueden jamás regresar más agua de la que Intel usa. Una simple variable como la evaporación inherente al proceso basta para que la inversión sea siempre superior a lo regresado. De hecho, según Brady, la evaporación se lleva hasta el 25% del agua usada en la operación que la compañía tiene, al menos en México.

Aquí es donde entra la tercera estrategia, que “consiste en lo que yo llamaría una restauración del agua: para lograr ese nivel positivo, tenemos que invertir en proyectos fuera de la empresa que beneficien a la cuenca hidrográfica local”, explica el encargado de sustentabilidad en Intel. El plan aplicado, entonces, cosiste en trabajar con socios locales, que son organizaciones guardianas del agua expertas en el riego para la agricultura, así como productores agrícolas locales. La idea es que los socios de Intel aporten análisis y capacitación a los agricultores para mejorar sus técnicas de riego. A la postre, mejores técnicas de riego significan mayor ahorro de agua y el agua ahorrada es la que suma a los objetivos ecológicos de Intel. “En muchas partes del mundo, incluido México, el mayor usuario de agua es la industria agrícola. Por lo tanto, si podemos ayudar a hacer un uso más eficiente del agua, podemos garantizar que las cuencas hidrográficas se fortalezcan. No necesitamos usar tanta agua como se usa tradicionalmente. Se puede usar menos y aplicarla en los momentos adecuados para optimizar el crecimiento de los productos cultivados”, explica Brady.

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