En una extensa entrevista, el párroco Pedro Celestino Brítez, desnudó la realidad que envuelve a la parroquia y la crisis económica por la que atraviesa. Mencionó que quedó impregnada la anterior cultura, en donde las capillas se comportaban como una isla, realidad que busca cambiar con un plan pastoral parroquial, cuya proyección está enfocada hasta el 2030.
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Como primer punto mencionó que hasta ahora no se tiene respuesta del paradero de las joyas de la Virgen. Dijo que cuando asumió como párroco no recibió ningún inventario. Sí, una parroquia devastada, sin camas, sin utensilios para la cocina, y el templo en pésimas condiciones. Comentó, además, que pidió al obispo de San Lorenzo, Joaquín Hermes Robledo, que pidiera a su par el arzobispo de Asunción, Adalberto Martínez, una respuesta con relación a las joyas de oro que son de Nuestra Señora del Rosario, para no rebasar la autoridad.
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“Junto a su equipo económico, el arzobispo tiene que dar una respuesta. Fue noticia nacional e internacional. Ya saben, conocen, por delicadeza, y automáticamente por el buen nombre de la Arquidiócesis de Asunción tienen que dar una respuesta a la feligresía itaugüeña. Al menos una foto, un video, hoy en día es muy fácil corroborar todo. Los lugareños hablan de que hubo una medalla del cantaautor Félix Fernández, que fue donado por su persona. Incluso mucha gente donó de sus prendas para el decoro de la Virgen”, manifestó.
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Respecto a la organización de la parroquia que dirige desde hace un poco más de un año, el presbítero contó que llamó a una reunión a todos los coordinadores y servidores de las 63 capillas de los cuales solo 55 tiene catequesis. Pidió la colaboración de todas las capillas y dio ideas de actividades de manera que pudieran recaudar más dinero.
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Sin embargo, el pedido no sentó bien a los colaboradores de las capillas, que manifestaron que se pidió por mes G. 3 millones a cada comunidad. La acusación fue negada por el sacerdote. “La cuestión es que las capillas trabajan para sí, tienen su fondo, no mucho, pero se vuelven islas, y los movimientos también. Ellos hacen su retiro, su campamento, para eso tienen plata, pero nadie tiene dinero para la parroquia, y si aportan, es una minucia. Eso me llamó la atención, y tuve que pedir a la gente para que aporte más”, contó el párroco.
Recordó que cuando llegó a la Iglesia se encontró con muchas necesidades, pero que gracias a contados fieles se pudieron subsanar las necesidades básicas de la casa parroquial. Explicó que se reforzaron cinco pilares, además del cambio de algunas vigas de la galería. Recordó que la iglesia tiene más de 30 pilares que necesitan de arreglos, y que cada uno tiene un costo de G. 11 millones.
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“Tanto la parte estructural como la parte estética deben ser tenidas en cuenta, y todo eso, demanda mucho dinero. Tenemos como ingreso mensual G. 15 millones, que se destina al pago de salario de una secretaria que está tiempo completo, un cuidador y una persona que se encarga de la limpieza de los baños, además del pago de nuestros salarios que supera un poco más del salario mínimo. No tenemos una limpiadora, cocinera, ni lavandera, porque el ingreso que tenemos solo es para el funcionamiento de la parroquia en general”, comenta el sacerdote.
Derecho Canónico establece el deber de ayudar
El Derecho canónico en el canon 222 habla acerca de que los fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo que disponga de lo necesario para el culto divino, las obras de apostolado y de caridad, y el conveniente sustento de los ministros.
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En ese sentido, el párroco explicó que tanto él como el vicario Antonio Vázquez, han puesto de su parte para hacer sostenible el servicio en la parroquia. Comentó que utilizan su vehículo para realizar gestiones o trasladarse y todo eso implica gasto.
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“Esta situación afecta a todos, y muchas veces, pasa porque los sacerdotes se dedican a enriquecerse a costa de la Iglesia y no invierten en los templos, casas parroquiales, en los vehículos, y cuando son trasladados nadie les dice nada. Los obispos tienen que controlar a sus sacerdotes, porque muchos están en otras cosas, no están confesando, tienen sus negocios. Todo esto genera una frustración para los sacerdotes que quieren hacer bien las cosas”, manifestó.
Si bien la Iglesia contempla ciertos reglamentos, los feligreses son reacios a colaborar, según indica el presbítero. Esto porque sus pares, al ser designados a cumplir una misión en una parroquia, lo asumen como si fuera de ellos, y antes de servir sacan provechos personales, y las personas asumen que todos los religiosos son de la misma talla.