Varios abogados con los que habló WIRED dijeron que un caso que Bette Midler presentó contra Ford Motor Company y su agencia de publicidad Young & Rubicam a finales de los años ochenta sienta un precedente legal. Después de rechazar las ofertas de la agencia de publicidad para interpretar una de sus canciones en un anuncio de automóviles, Midler demandó cuando la compañía contrató a uno de sus cantantes de respaldo para imitar su sonido. “Ford básicamente estaba tratando de beneficiarse del uso de su voz”, dice Jennifer E. Rothman, profesora de derecho de la Universidad de Pensilvania, que escribió un libro de 2018 titulado The Right of Publicity: Privacy Reimagined for a Public World. “Aunque no usaran literalmente su voz, estaban dando instrucciones a alguien para que cantara de una manera confusamente similar a Midler”.
No importa si se utiliza la voz real de una persona en una imitación o no, dice Rothman, solo si ese audio confunde a los oyentes. En el sistema jurídico, hay una gran diferencia entre imitar y simplemente grabar algo “al estilo” de otra persona. “Nadie es dueño de un estilo”, afirma.
Otros juristas no ven lo que hizo OpenAI como una imitación clara. “Creo que cualquier posible demanda de Scarlett Johansson contra OpenAI por ‘derecho de publicidad’ sería bastante débil, dada la similitud superficial entre la voz de la actriz de Sky y la de Johansson, según la jurisprudencia pertinente”, escribió el martes en X el profesor de Derecho de Colorado Harry Surden. Frye también tiene dudas. “OpenAI no dijo, ni siquiera dio a entender, que estuviera ofreciendo a la verdadera Scarlett Johansson, sino solo una simulación. Si utilizara su nombre o imagen para anunciar su producto, sería un problema de derecho de publicidad. Pero clonar simplemente el sonido de su voz probablemente no lo sea”, afirma. Los jurados son impredecibles”, añade Surden.
Frye tampoco está seguro de cómo se desarrollará el caso, porque dice que el derecho de publicidad es un área del derecho bastante “esotérica”. No hay leyes federales sobre derecho de publicidad en Estados Unidos, sino un mosaico de leyes estatales: “Es un lío”, dice, aunque Johansson podría presentar una demanda en California, que tiene leyes bastante sólidas sobre derecho de publicidad.
Las posibilidades de OpenAI de defender una demanda por derecho de publicidad podrían verse debilitadas por un mensaje de una sola palabra en X. El día de la demostración de la semana pasada, Altman publicó un tuit en que se leía “Her”. “Se parece la IA de las películas”, escribió Altman en un blog ese mismo día.
Para Grimmelmann, de Cornell, esas referencias debilitan cualquier posible defensa que OpenAI pueda montar alegando que todo es una gran coincidencia. “Invitaron intencionadamente al público a hacer la identificación entre Sky y Samantha. Eso no tiene buena pinta”, dice Grimmelmann. “Me pregunto si un abogado revisó el tuit de Altman que decía ‘Her’”. La insistencia de OpenAI en que Sky no pretende parecerse a Samantha, combinada con las revelaciones de Johansson de que la empresa había intentado que pusiera voz a sus chatbots —dos veces—, resulta difícil de creer para algunos.
“Fue un movimiento estúpido”, dice David Herlihy, abogado especializado en derechos de autor y profesor de la industria musical en la Universidad Northeastern. “Un error de cálculo”.
Otros abogados consideran que el comportamiento de OpenAI es tan manifiestamente ridículo que sospechan que todo el escándalo podría ser una maniobra deliberada: que OpenAI juzgó que podía desencadenar una controversia al seguir adelante con un imitador de sonido después de que Johansson declinara participar, pero que la atención que recibiría de parecía superar cualquier consecuencia. “¿Qué sentido tiene? Yo digo que es publicidad”, dice Purvi Patel Albers, socia del bufete Haynes Boone que suele llevar casos de propiedad intelectual. “La única razón de peso -quizá les estoy dando demasiado crédito- es que ahora todo el mundo habla de ellos, ¿no?”.