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No los une el amor sino el espanto

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“La relación entre Santiago Peña y Horacio Cartes, en lo político y en lo amistoso, es de tan alto nivel que lo único que faltaría es que hagan el amor”, dijo hace unos días el exsenador colorado Juan Carlos Galaverna.

En tanto, Silvio Ovelar, ayer nomás, dijo en una entrevista que “no existe peñismo sin cartismo, no existe esa dicotomía”.

Suele decirse que hay que desconfiar sin reservas cuando alguien exagera sobre alguna cuestión de la que quiere convencer a sus interlocutores.

A esta altura, se sabe que las relaciones entre Cartes y Peña no son para nada sencillas.

Al primer mandatario lo suelen tildar de títere por el hecho de haberse convertido en presidente por decisión de Cartes, quien lo eligió para ser el candidato de su movimiento, ya que, por sí mismo, Peña carecía y carece de liderazgo partidario y estructura política.

No obstante, es falso que Cartes le haya armado su gabinete. En realidad, la mayoría de sus ministros y especialmente los cargos claves fueron elegidos por Peña: Lea Giménez (Jefa de Gabinete). Carlos Fernández Valdovinos (Economía), Luis Ramírez (Educación), Rubén Ramírez (Cancillería), Claudia Centurión (MOPC), por nombrar algunos.

Peña le dijo no a la intención de su mentor de que Gustavo Leite sea canciller o embajador en la OEA y que Juan Carlos Baruja sea ministro de Obras Públicas.

Pero aunque al presidente del Partido Colorado le hayan molestado esas negativas, no puede enojarse y ponerse en contra de Peña. Así como tampoco Peña puede optar por desprenderse de Cartes para evitar mezclarse en cuestiones con las que no está de acuerdo y que afectan su imagen a nivel nacional e internacional, como fue la decisión de expulsar a la senadora Kattya González.

Dependen uno del otro y no tienen la menor posibilidad de separarse, al menos por ahora.

La coyuntura actual parece muy favorable al cartismo, con el transfuguismo de figuras políticas hacia el oficialismo, tanto de opositores de otros partidos como de opositores internos.

Se sabe que estos “pases” de una carpa a otra no son gratis. Se pagan con cargos, contratos y otras dádivas.

El proyecto estrella del oficialismo “Hambre Cero”, por ejemplo, es visto como una gallina de los huevos de oro por parte de gobernadores que esperan convertirse próximamente en millonarios.

Pero los cargos públicos tienen un límite y nunca se puede conformar a todos los dirigentes que los piden. Además, el Gobierno intentará “cumplir” con los oficialistas conversos y deberá postergar en parte a los correlís de la primera hora. Eso generará molestias y rencores, algo que le ha pasado a todos los presidentes colorados que pasaron por el cargo.

Otra cuestión favorable de la coyuntura para el oficialismo es la falta de antagonistas. No asoma nadie por ahora ni de fuera ni de dentro del partido, que pueda liderar una contrapropuesta política.

Las circunstancias llevan a concluir que el gobierno tiene “arco libre” para hacer los goles y tiene sobrado tiempo para hacerlo.

El problema puede ser la angurria y el apuro de algunos por hacerse de dinero de manera rápida o la incapacidad para gestionar los pomposos proyectos que el Ejecutivo promete y sigue prometiendo, como si estuviera en campaña electoral.

Solo eso y algún imprevisto que nunca falta.

mcaceres@abc.com.py

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