Cuando probé Paper Mario: La puerta milenaria por vez primera lo hice trazando algunas comparaciones odiosas, sobre todo con su pre-precursor Super Mario RPG, y reconociendo que es de los pocos clásicos de Gamecube que no tengo en mi estantería. Ahora he abierto la Puerta Milenaria y me he pasado la aventura tras compartir más de 30 horas en compañía del Mario de papel y de sus simpáticos amigos y enemigos, y puedo emitir un veredicto bien informado.
Por un lado, ahora entiendo que este sea el Paper Mario más querido. Por otro, que el mismo motivo por el que se recuerda con tanto cariño esta entrega sea lo que sujeta una experiencia que no ha envejecido tan bien en ciertos aspectos.
Empecemos por todo lo nuevo y lo genial. El remáster de Paper Mario: La puerta milenaria para Nintendo Switch (no me atrevo a llamarlo remake) es muy bueno. No te preocupes tanto por los 30 fps, porque ya eran la norma de la serie en Switch para hacer cosas más vistosas y clavarás el baile de Peach con sincronización perfecta. El juego se ve muy bonito en pantalla, sorprendentemente fino en modo portátil, y los colores y efectos añadidos son todo un acierto. El original ya era bello, pero nunca has visto el Bosque Maravilloso con este aspecto, y hasta las cosas más feas de Villa Sombría hacen ahora justicia al arte conceptual. Reflejos mejorados, partículas en los combates, decenas de personajes, primeros planos… la verdad es que no he parado de pulsar el botón de captura.
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En este sentido de la remasterización, ¿recordáis lo que dije de los cortes en la música? Pues bien, ahora sé cuándo ocurre, y no es un error permanente. La música de fondo, así como los SFX de algunas acciones o la posibilidad de capturar pantallazos, se pueden ver entrecortados o retardados solamente si estás descargando otro juego en segundo plano (en mi caso, Endless Ocean Luminous entonces y Hades el otro día). Se ve que la memoria de la vieja y querida Switch ya no da para mucho más, pero al menos es una cuestión circunstancial. ¡Y qué sonido más bueno! Aunque el tema de Villa Viciosa no es santo de mi devoción, por lo demás son unas melodías deliciosas y los nuevos arreglos, geniales. Además, el sonido envolvente 5.1 es bastante curioso, asignando los efectos a los canales traseros para un resultado peculiar, máxime cuando recordamos que toda la aventura se plantea como una obra de teatro de papel y cartón.
Las bondades del clásico a las que me refería siguen valiendo hoy: su gran carisma y el trabajo realizado con los objetos y las medallas. La puerta milenaria incluye muchísimas líneas de texto, todas de una redacción y localización al español exquisita. Para que os hagáis una idea, iba a descontar un punto a la nota que veis al final de esta review por las secciones más aburridas o infrautilizadas, pero es que el guion compensa con creces. Es un juego divertidísimo principalmente por esos relatos y diálogos desternillantes, socarrones, cachondos. Si no te lo tomas demasiado en serio como RPG puro y lo entiendes como un producto más narrativo, no tendrás problema en aceptar ese peculiar reparto del valor final.
Lo otro que es muy bueno de esta entrega frente a otros Paper Mario o al originario Super Mario RPG son los ítemes y la forma de usarlos. Objetos, ataques y medallas se van sucediendo en los combates teatrales con representaciones muy simpáticas del universo mariano y con unas combinaciones de botones muy originales y divertidas que no volvieron a rayar a este nivel, y lo mismo se puede decir de los movimientos de los compañeros.
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Entonces, ¿cuál es el problema? Mis principales pegas con Paper Mario: La puerta milenaria tienen que ver con lo indulgente, o superficial, o monótono que puede resultar en ocasiones, cuando no tenía por qué.
Por ejemplo, en la dificultad de los combates. He registrado creo dos “Fin de la partida” en toda la ídem, y ya bastante entrado en las 20 horas y por dejar de preparar el inventario tiempo atrás. Que la mayoría de enemigos rasos apenas cuenten 4-5 puntos de corazón y que todo se resuelva en un par de turnos se hace insulso bastante rápido, y que la progresión esté tan escondida para no complicar la cosa es contraproducente. Si vienes de personalizar las ‘stats’ de cada miembro del grupo en Super Mario RPG para el mejor equilibrio en combate, aquí encontrarás el vacío: no hay sensación de ‘build’. Los puntos de fuerza y defensa son invisibles e intocables, los compañeros no se pueden modificar y el propio Mario se limita a incrementar PC, PF y PM (corazón, flor o magia y medallas) cuando sube de nivel. Todo inherente al clásico, sí, pero las referencias en Switch son RPG o quizá The Origami King, que al menos se esforzaba por cambiar la táctica de campo.
Las muchísimas medallas, que sirven de modificadores pasivos o para incorporar nuevas acciones, sí que son una muy buena idea y la única forma de ahondar un poco en la personalización, pero como la dificultad es tan baja, puede que termines por no preocuparte demasiado, o que las pruebes por simple curiosidad.
El otro problema son algunos paseos realmente aburridos y partes repetitivas o de relleno. Entiendo que estamos en 2004 y que no está tan mal para la época, pero hay varias secciones que resultan un auténtico pelmazo. Si fuera un trabajo de remake, habría sido grave no retocarlas. Digerir las primeras diez horas largas, escalar hasta la cima de cierta clasificación, o resolver el misterio de cierto viaje se hace harto complicado y no por difícil, por no hablar de completar el juego encontrando alguno de los extras más escondidos.
Pero nunca quise dejar la partida. Ese carisma, esa originalidad siguen funcionando a cada paso para llamarte a seguir. Esa historia, de las pocas de Mario centradas en el amor, además con unos tintes reflexivos sorprendentes. Ese ambientillo en el teatro de combates, donde mantienes un ojo en el respetable y haces piruetas para complacerle. Ese diseño de niveles que, en ocasiones, te pone a pensar y a usar todas las habilidades adquiridas con ingenio. Esa gracia visual, la sensación del papel cuando Mario usa sus ‘maldiciones’ por el mundo…
Por todo esto, sumado al buen trabajo de remasterización, Paper Mario: La puerta milenaria para Nintendo Switch termina dejándote un notable sabor de boca. Si decides vivir esta aventura por primera vez, ya nunca olvidarás a los miembros de tu grupo ni las historias de Peach, Bowser y algunos secundarios. Puede que tus compañeros tengan un papel más testimonial a nivel estadístico, pero sus actuaciones en combate son tan originales como el uso del mando en este juego. Si tu objetivo es revivir el clásico debes saber que es un remáster muy decente y que, si bien no viene cargado de novedades, sí que añade algunas y el conjunto audiovisual merece la pena.