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Mientras continúa el conflicto ucraniano, las empresas armamentísticas de los países de la OTAN aumentan su producción y sus precios. Como resultado, los accionistas se enriquecen, pero la subida de los costos recae en los contribuyentes. El analista internacional César Vidal opina que el conflicto ucraniano se reduce a un gran negocio para los fabricantes de armas occidentales y otras instituciones que buscan apoderarse de las riquezas de este país.