América Latina y el Caribe es una región muy desigual en lo que respecta al desarrollo de su infraestructura. Mientras que los países muestran progresos individuales dispares en la materia, según cálculos recientes el continente cuenta con una inversión por habitante igual a un tercio de la media mundial. En relación con los avances en investigación y desarrollo (I+D), si bien los valores globales de financiamiento han aumentado de un 1,5% del PIB en 2000 a 1,7% en 2015, en regiones como la nuestra su desarrollo ha sido inferior al 1%. Esto se explica, en parte, por la baja capacidad tecnológica, los déficits existentes en capacitación, y la falta de coordinación entre las instituciones públicas y privadas.
Por otro lado, en los últimos 30 años se ha asistido a una caída constante de los números de la industria regional provocando la disminución de su peso en el PIB de los países y generando cambios profundos en el comportamiento de las economías locales. Además, las naciones en desarrollo someten apenas el 30% de su producción agrícola a procesamientos industriales, lo que impide maximizar su productividad.
Se estima que para alcanzar la meta del ODS 9 y los restantes puntos de la Agenda 2030, América Latina y el Caribe precisaría invertir más de 2.000 millones de dólares en sectores estratégicos como agua y saneamiento, energía, transporte y telecomunicaciones. Y de la misma forma sería necesario implementar cambios estructurales en sectores como el de la industria manufacturera para dinamizar una mayor productividad y fortalecer el comercio internacional.
Esto implica, entre otras medidas, el desarrollo de una integración física de los países para vincular los recursos naturales de América Latina y el Caribe con los principales centros de producción y consumo para el desarrollo de proyectos comerciales comunes y la reducción de los costos de logística. Y exige a su vez una mayor eficiencia en la asignación de recursos, el estímulo de los procesos de planificación y la promoción de una industrialización inclusiva y sostenible.
Desde el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF) venimos impulsando el desarrollo y potenciamiento de los tres sectores en nuestros países miembros. En el área de infraestructura financiamos proyectos viales y de transporte como los hubs logísticos de Montevideo, Uruguay. También fomentamos el desarrollo de programas urbanos de gran envergadura como la renovación del Paseo del Bajo, en Buenos Aires, Argentina.
Igualmente llevamos adelante iniciativas como el plan “Mi Agua” en Bolivia, para la mejora de los sistemas de dotación de ese recurso. En innovación, avanzamos en la transformación y el fortalecimiento de las capacidades digitales y el progreso tecnológico de los países e intervenimos en proyectos de investigación y conocimiento para su desarrollo. En el área industrial apoyamos a sus distintos sectores a través del financiamiento de iniciativas como el Gasoducto Norte – Obras complementarias al Gasoducto Presidente Néstor Kirchner, que implicó una inversión de 540 millones de dólares para transportar gas al norte argentino y así garantizar su suministro a otras industrias.
Para reforzar el trabajo con cada área en 2022, nuestro directorio nos transmitió la misión estratégica de convertirnos en el Banco Verde y de la reactivación económica de América Latina y el Caribe. Para ello aprobamos la mayor capitalización en la historia de la institución por 7.000 millones de dólares, con el objetivo de contribuir a la mejora de la calidad de vida de todos los habitantes de la región y promover un crecimiento económico sostenible. Ese hito en nuestra historia, sumado a la incorporación de nuevos países miembros y al aumento de la participación accionaria de otros, promovió el fortalecimiento del perfil crediticio de CAF y el avance de los indicadores por parte de calificadoras como Fitch, S&P Global, Moody’s y JCR.
América Latina y el Caribe requiere una batería de medidas que promuevan la reducción de las brechas de infraestructura aún existentes, y que a la vez estimulen el desarrollo de proyectos tecnológicos e industriales alineados con los principios ecológicos, sociales y económicos que la región necesita. De ello dependerá el éxito de la acción contra el cambio climático, la reducción de las desigualdades y el acceso equitativo a servicios digitales y tecnológicos fiables.
Desigual
América Latina y el Caribe es una región muy desigual en lo que respecta al desarrollo de su infraestructura.
(*) Vicepresidente corporativo de Programación Estratégica de CAF.