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El golpe de 1954 y la historia social

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Recientemente se cumplieron 70 años de aquel 4 de mayo de 1954 que significó la toma del poder por el general Alfredo Stroessner y el Partido Colorado. Llamativamente, este año fueron muy débiles las actividades que recuperaron el período dictatorial. Casi ninguna organización de derechos humanos llegó a realizar actividades públicas, siempre con el objetivo de acercar a la juventud algunos aspectos de lo que fueron las luchas contra aquel sistema. Vimos que solamente se publicaron –en las redes– algunos escritos, y más nada. Contrariamente a lo que sucedía estando la dictadura en el poder o pocos años después de su derrocamiento, ahora pareciera que aquel sistema se halla en la antigüedad y que sus efectos ya no pertenecen al presente.

La pregunta que me hago es: ¿por qué ocurre esto? ¿Es que el pueblo reconoce perfectamente lo que fue la dictadura y ya no es necesario recordarla? ¿Es que los partidos políticos, en todos estos años, se dedicaron a trabajar la memoria de aquel periodo y a reivindicar las luchas de sus compañeros? ¿O será que los movimientos de trabajadores, estudiantes, campesinos e intelectuales tienen satisfechas todas sus reivindicaciones y ya no es necesario realizar ninguna actividad, porque aquello fue un pasado cuya influencia ya no existe en la actualidad?

Si uno observa la realidad, sobre todo de la oposición política, gremial y cultural, podría analizar que más bien es que seguimos con los mismos males que se desarrollaron en aquellos años. Ahora parece que se responde a las expectativas si escribimos un comunicado en las redes o hacemos un acto en un local cerrado y con muy poca publicidad para que se hagan presentes solamente los invitados, que muchas veces casi no conocen del tema en profundidad.

Pero además de la evidente debilidad de estas organizaciones, y de la oposición en general, encontramos un movimiento obrero cada vez más dividido y confundido, que parece que ya no entiende las diferencias de proyectos políticos. También vemos una izquierda que piensa que la única salida se dará por la vía de las elecciones –no importa cuáles, ni cuándo, con tal de participar–, sin plantearse el fortalecimiento de sus propias organizaciones, con planes de capacitación, con una política de educación que vaya generando las condiciones para estructurar nuevos cuadros y dirigentes, y no como ocurre ahora, que todo es producto del azar.

Uno de los problemas que vemos y que juega un papel importante en la forma de militancia de la oposición, es que identificamos aquel régimen dictatorial solamente con las represiones, torturas, muertes, desapariciones, exilios, y dejamos de lado muchas otras realidades que tuvieron gran importancia para su sostenimiento.

Y esa manera de observar aquellos 35 años y los actuales, no es casual. Responde a una determinada posición política e ideológica que, asegurando el ocultamiento de esas otras realidades, sigue afirmando –aunque sea en silencio– la validez del sistema capitalista con su modelo político en boga, según la coyuntura política. Justamente por esa razón sería interesante, a partir de ciertas posiciones teóricas, plantear un debate no solamente con aquellos funcionarios o intelectuales cercanos al gobierno, sino, y fundamentalmente, con quienes son identificados con la oposición y, sobre todo, con la militancia del campo de los derechos humanos.

Tres conceptos de la historia social serán los ejes que van a explicar parte del proceso histórico de nuestro país. Este enfoque nos permite visualizar más realidades y más complejidades, lo que aporta una mejor interpretación de lo que fue nuestra historia, o parte de ella, y su permanencia en la actualidad.

Contra la concepción de la historia positivista, que sigue teniendo sus influencias hasta nuestros días, este concepto entiende que la historia es un proceso de una serie de elementos, datos, hechos, acontecimientos que se presentan en ciertas coyunturas y van determinando nuevas realidades. Al revés de la historia tradicional, entiende que son múltiples las causas que se desarrollan en ese proceso y que por momentos tiene mayor incidencia lo económico, en otros lo político y en otros lo social, pero todos actuando e influyendo de manera dialéctica.

Pero decir que la historia es un proceso y no un simple suceso tiene que explicarse a partir de un método, de una concepción de hacer historia. Y este método tiene la cualidad de incluir los fenómenos que se verifican en una realidad concreta y no la separación de los mismos. Esta es una de las principales características de ese método y una de sus principales riquezas. Entonces el concepto de proceso me permite entender que hay un tiempo corto, del presente; un tiempo del pasado y una posibilidad de un tiempo futuro.

Contrariamente a la historia tradicional, que siempre sostiene que la verdadera historia está despojada de contenido político, y que cuanto más neutral sea, mejor, los procesos históricos no se desarrollan en las nubes y sus protagonistas no son querubines. Por el contrario, la historia se desarrolla en un escenario, sea cual sea el país, donde diferentes intereses movilizan las fuerzas de los acontecimientos y elementos que dan vida a esos procesos.

Además, los protagonistas de estas historias ocupan diferentes lugares en la sociedad y en todo el proceso de producción. A simple vista uno puede observar que algunos llegan en vehículos del año a sus oficinas, mientras otros seguimos viajando en los modernos 1113 de la línea 23, lo que estaría demostrando las grandes diferencias existentes en la sociedad. Por lo tanto, no se puede dejar de entender que la historia es política concentrada, y así, también, se debe entender que la política está constituida por diferentes procesos históricos; de allí el concepto de proceso, del que hablábamos antes.

Sostenemos que la historia siempre está construyéndose, cada vez con mejores elementos, explicaciones, interpretaciones que le dan una dimensión diferente. Un ejemplo claro es cómo percibimos hoy aquel 4 de mayo de 1954. Al entender la dictadura como un hecho del pasado, nos basta emitir un comunicado y tratar de incorporar a dos o tres jóvenes a la militancia. Sin embargo, si la historia es entendida como un producto político y social, la dimensión de lo que hacemos o tenemos que hacer será muy diferente. No estamos cambiando los hechos: lo que se tiene es otra manera de interpretar lo que sucedió, con herramientas que antes no teníamos y, en esa medida, con una profundidad y una claridad cada vez mayores.

*Carlos Pérez Cáceres es periodista, sindicalista e investigador, dedicado al rescate de la historia reciente del país y en particular de la historia de los movimientos sociales y de la resistencia a la dictadura de Stroessner. Como defensor de los derechos humanos, ha sido nominado al Premio Dignidad a la Trayectoria en 2021. Ha publicado, entre otros libros, La muerte del estudiante (Atlas, 2021), Dictadura y memoria (Grupo Memoria, 3 vols., 2018-2019), Años de luchas y resistencias, 1940-1954 (Arandurá, 2021).

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