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TN PRESS

La dicha

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Como cada 6 de enero, el día de Reyes, es una jornada aún de emoción y alegría, que se apodera no solo de chicos sino de grandes que ven felicidades exteriorizadas por los regalos, y generan recuerdos de una infancia quizás más feliz que el presente. Este debe ser un día interesante y hasta útil, para traer a la retina una inocencia olvidada por cuestiones hasta naturales. La fecha es importante, ya que permite rescatar al menos un poco de que la dicha no es tan complicada o inalcanzable como se proyecta por la imposición social.

Como ejemplo claro se tiene la alegría de niños que al final de cuentas, debería ser la razón de tanto esfuerzo y dedicación al trabajo cotidiano que los padres realizan. Por más tonto que parezca, aprender de los niños puede llevar a una felicidad real, copiar de aquellos que hacen que el mundo siga subsistiendo y por quienes algunos pueden sensibilizarse. Este día los hijos, sobrinos, ahijados, nietos, allegados podrían permitir un recordatorio de momentos felices de infancias vividas en épocas pasadas, en tiempos en que un sencillo juguete de exiguo valor colmaba de alegría por largo tiempo y llenaba de un gozo que solo la inocencia puede explicar.

Este Reyes, las sonrisas deslumbrantes de los menudos rostros, debería devolver al menos algo de sensibilidad propia de un ser humano. ¿Cómo no ponerse contentos por la felicidad de niños y niñas al observar un regalo?, es la paga única y el estímulo más digno para seguir luchando en este mundo cargado de antivalores, llena de dolor, desigualdades y desesperanzas.

Estas realidades que todos experimentan día a día, donde el sudor de la frente, humillaciones, necesidades, acompañan vidas ordinarias, debe llamar a la reflexión y al menos tratar de brindar a niños un pequeño instante de plenitud en sus vidas, despojarlos de la preocupación, de la impaciencia, de las mismas realidades penosas que se atraviesa. Ese es el verdadero regalo de reyes. Tiempos, afecto, interés, amor.

Hay que decir también que la cotidianeidad de muchos niños y niñas está impregnada de trabajos duros, carencias y tristezas, como la de los adultos, cuando en la normalidad deberían estar disfrutando de juegos y del cariño de sus seres queridos. Es la etapa fundamental de la formación humana, o en su defecto deformación. La propia realidad pinta este hecho que no es sencillamente fábula.

Y esta situación de las urbes, donde incluso menores son cabezas de familia, amerita una atención especial no solo de las autoridades, si no de la ciudadanía en general. Este día no debería terminar sin que todos los chicos, reciban sus regalos y generar las sonrisas propias por un momento feliz, escaso en la vida de miles de familias altoparanaenses. Acontecimientos como el de hoy, por más comercial que se haya convertido, tienen que servir para percibir que aún se estima algo de humanidad.

Que sonrisas y alegrías de inocentes son capaces de despertar el lado emocional que se oculta bajo el manto de la madurez, y que imitarlos será el paso necesario para cambiar a toda la sociedad. Los adultos sostienen una felicidad o buen pasar basado totalmente en la tenencia de bienes materiales, que por la generalidad son inalcanzables, por lo que se resigna a vivir defraudados de sí mismos por creer que solo las grandes cosas reproducen la falsa percepción de lo feliz.

La dicha es simple para el niño, y es un ejemplo más que claro de que la felicidad es una cuestión de espíritu, no de lo material y que la sencillez de un acto tan noble es más que gratificante para quien lo ejerce. La sonrisa sincera no tiene contrapeso monetario, la felicidad de los niños es la real prioridad. No es solo entregar el regalo más caro o el más innovador, si no del reconocimiento que los hijos merecen ser premiados, que los Reyes Magos los valoran, se preocupan, ocupan y los aman. Y este último aspecto, el amor, es tan relevante como ausente, por lo que deberían relucir en cada momento, en todas partes, a fin de cambiar lacerantes presentes y edificar un futuro de mayor felicidad para todos.






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