Cuando exploramos el espacio, a menudo vamos a tientas en la oscuridad, igual que cuando buscamos soluciones para salvar la Tierra. Venus acude en nuestra ayuda en ambos casos: brilla envuelto en nubes sulfurosas y, sobre todo, muestra cómo corremos el riesgo de que nuestro planeta se convierta en él. Caliente, seco y bañado en una atmósfera que no se puede respirar.
Gemelos pero diferentes, por ahora
Puede resultar chocante, una revelación para quienes aún niegan la crisis climática, pero según Stephen Kane y Paul Byrne, autores del artículo “Venus as an anchor point for planetary habitability” (Venus como punto de anclaje para la habitabilidad planetaria) publicado en Nature Astronomy, no es esta la razón para estudiar Venus. Sí lo es la esperanza de extraer de su evolución el secreto de la habitabilidad planetaria.
Con una temperatura superficial capaz de fundir el metal, una presión atmosférica igual a la de la Tierra a unos 900 metros bajo el nivel del mar, la ausencia de campo magnético y un cielo cubierto por una capa global de nubes de ácido sulfúrico, Venus es como un edificio inaccesible. Inutilizable debido a su degradación física.
Entender cómo llegó a ser así, sin embargo, puede ayudarnos a identificar los factores de los que depende la aptitud de la Tierra, su ‘gemelo infernal’, similar en masa, tamaño y, ‘en cuna’, también en composición química.
Los dos científicos planetarios Kane y Byrne describen su evolución hacia la inhabitabilidad como una especie de “camino paralelo” al de la Tierra. Un efecto de puertas corredizas que no se contentan con atribuir al simple destino, permaneciendo como espectadores de una película que consideran “un anticipo de lo que podría ser nuestro planeta en el futuro”.
El futuro invivible que nos muestra Venus a una distancia media de 170 millones de kilómetros parece remoto, de hecho, sería el resultado de una divergencia en términos de evolución climática que aún está en curso. Mientras no se descubra su naturaleza, nadie puede descartar que nuestra trayectoria evolutiva converja con la apocalíptica de Venus. Según los autores del estudio, “es una cuestión de cómo y cuándo”.
Fugas de hidrógeno, sin agua
Comprender Venus parece ser una obsesión frecuente en la comunidad científica. Así lo confirma la primicia sobre los orígenes de su sequía, realizada recientemente por la Universidad de Colorado.
En este planeta hay hoy 100,000 veces menos agua que en la Tierra, a igualdad de masa, pero no siempre fue así: antes había océanos similares a los nuestros y una atmósfera rica en vapor de agua.
Su desaparición se atribuía hasta ahora comúnmente a una especie de maxi efecto invernadero en el Sistema Solar que habría elevado la temperatura de la superficie hasta 500 grados centígrados. Pero las cuentas no cuadraban.
Ahora, desde este laboratorio extranjero se dice que es el flujo hidrodinámico lo que está provocando que el planeta pierda agua al doble del ritmo estimado anteriormente. Este proceso químico-físico describe cómo el ión HCO+ (compuesto por un átomo de hidrógeno, uno de carbono y uno de oxígeno, y que se produce continuamente en la atmósfera de Venus), se recombina con los electrones presentes en el gas, dejando que sus átomos de hidrógeno (H) utilicen las moléculas de monóxido de carbono (CO) “restantes” como”plataforma de lanzamiento” para propulsarse a toda velocidad fuera de la atmósfera. Una fuga de hidrógeno “real” que deja a Venus sin uno de los dos ingredientes básicos del agua: el hidrógeno.
Consejos para viajar a Venus: no viajes
La identificación de este nuevo mecanismo detrás de la sequía venusiana da nuevas pistas a los miembros de la comunidad científica que sueñan con encontrar un planeta alternativo al suyo al que trasladarse.
Venus debe descartarse como destino, pero no como objeto de estudio. Al contrario, seguir interrogándolo es hasta ahora una de las pocas formas de tratar de identificar entre los demás planetas aquellos con más probabilidades de albergar condiciones templadas en su superficie. Hoy en día, solo y únicamente Venus, de hecho, nos ofrece la posibilidad, permaneciendo en el sistema solar, de entender cómo interpretar la información disponible sobre planetas que orbitan otras estrellas. Aquellos en los que nunca podremos poner el pie para recoger datos in situ (por ahora).
Si nuestra pelota está aún en el lugar de evaluar su habitabilidad, listos con la maleta ya llena de ropa y dinero para abandonar un planeta que está que arde, este “gemelo diferente y caliente” nuestro puede ayudarnos a no hacernos falsas esperanzas. A poner los ojos en el planeta más prometedor del universo, para los que creen que hay uno listo para nosotros, o a mantener los pies en la tierra y aprender a cultivarlo y custodiarlo mejor.
Artículo publicado originalmente en WIRED Italia. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.