La noticia de un hallazgo, del que se trate, parece ser solo el pretexto para descubrir lo más oculto de la especie humana. La voracidad le ha puesto un precio a las cosas que incluso no han sido encontradas o inventadas, mientras una fila de compradores espera con la chequera abierta. La imaginación tiene costo. Es la naturaleza de la especulación; nada nuevo. Si en algún momento los bienes del pasado —sentido e identidad del presente, catalejo hacia el futuro— lograron sostenerse por su valor histórico, cultural y científico, ahora llevan código de barras.
La ética será la única que no asistirá a la próxima subasta de un fósil de dinosaurio. Se trata de ‘Apex’, como ha sido llamado, un estegosaurio de 11 pies de alto (3.3 metros) y 20 pies de largo (6.1 metros) que se ofertará el próximo 17 de julio en la ciudad de Nueva York. La famosa casa de subastas Sotheby’s entregará el esqueleto de 150 millones de años de antigüedad al mejor postor. La pieza ya se expone fastuosa en una de las salas de la subastadora, y estará ahí hasta el día de su venta.
La firma estima que el ejemplar podría ser vendido hasta por 6 millones de dólares. “Apex es el estegosaurio más grande y completo jamás encontrado”, asegura Cassandra Hatton, directora global de ciencia y cultura popular de Sotheby’s. El esqueleto presume un buen estado hasta en 85% de su osamenta. “Si encuentras la mitad de un dinosaurio, se considera un descubrimiento importante. El 60% es increíble; cuando tienes el 70 u 80% del ejemplar, todo el mundo presta atención”, señala Hatton.
La oferta de este lote representa un hecho histórico para Sotheby’s. Aunque no es la primera vez que una casa subastadora pone a puja objetos fósiles, es hasta ahora la única que ha puesto uno en el mercado desde su descubrimiento. En eventos similares, instituciones o museos fungen como intermediarios o son quienes directamente venden la pieza al almacén subastador. En esta ocasión, Sotheby’s negoció directamente con el propietario, el famoso paleontólogo Jason Cooper.
Como parte del trabajo de promoción, se documentó el proceso de excavación, restauración y montaje de ‘Apex’. “Así es como podemos garantizar la autenticidad del animal, viéndolo salir de la tierra, entendiendo cómo fue preparado, y todos los procesos para traerlo hasta aquí”, comentó Hatton. En 2022, Christie’s, una renombrada casa subastadora de Londres, retiró un esqueleto de T-Rex de su lista de ofertas luego de ponerse en duda la autenticidad de la pieza.
El fósil de ‘Apex’ fue encontrado en un terreno privado de Coper, en la Formación Morrison de Colorado, en los Estados Unidos. No expresa lesiones relacionadas de depredación; la evidencia de artritis señala que vivió hasta edad avanzada, lo que también sugiere que se trata de una muestra ósea singular y por lo tanto valiosa. Aunque se espera que la oferta inicial comience en los 4 millones de dólares, se estima que el precio final llegue a 6 millones como mínimo.
Gana el ego, pierde la ciencia
La idea de subastar huesos, fósiles u objetos prehistóricos siempre ha dado de qué hablar. La bandera de la preservación, la forma en que ha sido entendido tal concepto, juega para ambas partes. Se encuentra en el argumento científico, que se opone a la oferta de piezas de dicha naturaleza para colección, y en la voz de privados, que sostienen que pueden conservar mejor el espécimen de turno.
Pese a que en varios países se han dictado leyes para manejar estos casos, que en su mayoría contemplan la prohibición o limitación de la venta y compra, regulan las prácticas de extracción y castigan el comercio ilegal, son insuficientes para detener las subastas. Al no existir un marco regulatorio internacional, estas prácticas pueden celebrarse.
Así como no es (o será) la primera vez que una casa subastadora se presta para lucrar con los restos de historia, tampoco es la primera en que la comunidad científica se posiciona al respecto. La ciencia vuelve a levantar la mano para reafirmar la necesidad de que estos objetos de valor incalculable se conserven en los museos u otros espacios públicos; no venderlos al opulento que un día despierta con ganas de tener un esqueleto milenario en la sala de su casa.
Organizaciones científicas muestran su inquietud por dichas subastas. Señalan que estas prácticas incentivan la venta ilegal, la excavación rapaz (con su respectivo impacto ambiental) a costa de la investigación que hace la paleontología. El temor de la parte opositora es que, si el comprador o coleccionista adquiere un ejemplar de esta naturaleza, pueda con todo derecho cerrar la puerta al público; negar nueva investigación científica con el objeto único. Esto es vital porque repetir experimentos, con las técnicas que se desarrollen a futuro, arrojará nuevos hallazgos incluso con el mismo fósil.
Christie’s, la misma firma que casi ofrece un esqueleto falso en 2022, logró vender dos años antes la osamenta de un T. Rex apodado ‘Stan’ (por su descubridor, Stan Sacrison) por 31.8 millones de dólares: hasta ahora el fósil más caro de la historia. “Un precio astronómico que roza lo absurdo”, dijo en su momento el paleontólogo David Evans, director de paleontología de vertebrados del Museo Real de Ontario, en Canadá. Calculó que, con esa cifra, “el comprador anónimo pudo haber financiado 15 puestos permanentes de investigación de dinosaurios o casi 80 expediciones de campo al año, de forma perpetua”.