Ha llegado la hora de poner a trabajar a los organismos unicelulares. La Universidad de Tokio ha creado máquinas de tamaño microscópico que pueden ser sujetadas a algas nadadoras. Los científicos piensan que, a través de estos diseños biohíbridos, es posible lograr avances en la investigación o ingeniería microcelular.
Las máquinas funcionan de manera similar al arado, el instrumento de agricultura que es movido por la fuerza de un animal para labrar la tierra. El equipo de científicos de Tokio creó vehículos que pueden almacenar algas de la especie Chlamydomonas reinhardtii. Los microorganismos nadan de manera libre, pero su movimiento tira del artefacto.
Con ayuda de la técnica de estereolitografía de dos fotones, una sofisticada forma de impresión en 3D, crearon una estructura rotatoria y un deslizador. Además de tener sus componentes mecánicos esenciales a base de plástico, las máquinas cuentan con trampas para algas que lucen como canastas. Las C. reinhardtii encapsuladas por las estructuras tienen la función del motor.
El problema de los micromotores
Las micromáquinas comienzan a ser una tendencia en el campo de la ingeniería. Hay diferentes propuestas para impulsarlas, como el uso de proteínas motoras, tejido muscular, espermatozoides y bacterias. Técnicamente hablando, todas pueden impulsar una micromáquina, pero no son fáciles de operar o aislar. Este es uno de los principales retos a los que se enfrenta el campo de los micromotores. La ciencia necesita diseños y bases que puedan usarse de forma generalizada.
En ese sentido, la implementación de algas y canastas para impulsar una estructura es una idea prometedora. Según el comunicado de la Universidad de Tokio, fue la habilidad extraordinaria de nado de los microorganismos lo que inspiró al equipo para estas máquinas impresas.