La investigación de Martínez-Suz se centra en los hongos micorrícicos, un amplio grupo de hongos que coexisten con los sistemas radiculares de las plantas. Los hongos micorrícicos forman redes que pueden rodear las raíces de las plantas y, a veces, introducirse en ellas, transfiriéndoles nutrientes y agua a cambio de carbono. Se sabe que alrededor del 90% de las especies vegetales establecen estas redes de comercio simbiótico con distintas especies de hongos. “Estas plantas están cubiertas por estos hongos. Es increíble. Son pequeños pero están por todas partes”, explica Martínez-Suz.
Esto tiene serias implicaciones para los planes de plantación de árboles. La plantación de nuevos bosques es una de las principales esperanzas para el secuestro de carbono, pero cada vez hay más pruebas de que las redes de micorrizas podrían ser cruciales para el éxito de estos intentos. Según un estudio de replantación, un bosque de abedules y pinos plantado en un páramo del norte de Escocia no aumentó las reservas de carbono del suelo ni siquiera después de casi 40 años en el suelo. Los investigadores que llevaron a cabo el estudio creen que podría deberse a que la afluencia de nuevos árboles alteró las delicadas redes micorrícicas del páramo ya presentes.
“Sustituir el conjunto completo de hongos por otros tiene implicaciones para el secuestro de carbono a largo plazo en el suelo y la biodiversidad”, advierte Martínez-Suz. Su proyecto actual consiste en comparar muestras de bosques de zonas poco contaminadas, como el norte de Finlandia, con las de regiones muy contaminadas, como Bélgica y los Países Bajos. Según ella, los hongos de las regiones contaminadas son menos diversos, lo que podría repercutir en la capacidad de esos bosques para almacenar carbono.
El principal responsable es la contaminación por nitrógeno, que entra en los suelos a través de la quema de combustibles fósiles para la electricidad y el transporte, y a través de la agricultura. Un exceso de nitrógeno modifica la composición de los hongos del suelo, de modo que disminuyen los que mejor retienen los nutrientes y bombean carbono al suelo.
Pero hay esperanzas de que los bosques puedan cambiar la situación. Un estudio realizado en los Países Bajos descubrió que cuando se reducía la contaminación por nitrógeno, las especies de hongos beneficiosos empezaban a volver a los bosques. El peligro, según Martínez-Suz, es que si se presiona demasiado a los ecosistemas, puede que no queden esporas de hongos para estimular las poblaciones.
Tantos hongos desconocidos
Si queremos entender mejor cómo influyen estos hongos en ecosistemas críticos, tenemos que llegar a conocer todas estas especies”. Los micólogos creen que casi el 90% de las especies de hongos del mundo están aún por descubrirse, y los archiveros de Kew están apenas a mitad de camino en el largo proceso de digitalización de su colección para que los investigadores puedan saber fácilmente dónde y cuándo se encontró una especie.
Cada año entran en el fungario unos 5,000 especímenes más, y las estanterías están abarrotadas de muestras a la espera de ser deshidratadas y almacenadas. Muchos de ellos, según Davies, son enviados por micólogos aficionados fascinados por el mundo de los hongos. “La gente de instituciones académicas como ésta les envía material para que trabajen en él y hagan identificaciones, porque son expertos mundiales aunque no tengan formación oficial. Son realmente obsesivos. Es genial”.
Este artículo aparece en el número de julio/agosto de 2024 de la revista WIRED UK. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.