Si bien para la clásica conducción, imposiciones poco objetivas, egoísmos y mezquindades, ha sido casi siempre características de referentes políticos, ya no deberían permanecer incólume acciones lejanas a lo que de veras implica ser un líder.

Peleas para mostrar que se es dueño del poder, y el que puede bendecir para tal o cual puesto y solo beneficiar por pertenecer a un determinado partido político o movimiento, tampoco dice mucho de “caudillos”, dirigentes, sino más bien, deja al descubierto que eso de “pelear por el pueblo” es pura habladuría de inmorales

Desde el momento en que el “yo” supera al interés de la generalidad, y todo se personaliza, no es más que megalomanía, que intenta hacer creer que se es soberano por sí mismo, y no para representar a la ciudadanía.

El día que referentes puedan comprender que lo importante es aunar esfuerzos en pos del bien común, en vez de argucias para favorecer personalismos, que solo reduce a conducciones retrógradas e inmorales, se podrá salirse de este molde dentro del cual se manejan todos los partidos políticos del país.

Siempre han estado en el más alto nivel de importancia, los intereses personales, o ansias de poder, que ni por asomos son líderes, sino meros imitadores del “Flautistas Hamelín”, que mediante migajas para ratas, los dirige hacia objetivos propios.

Así nadie es verdadero líder, solo en cabecilla de gavillas.

Existe una absurda necesidad de nuevos liderazgos, o mejor de liderazgos reales a nivel regional y nacional.

Las conductas miden niveles éticos y morales, por lo que expresar bondades propias como elemento de persuasión como referente, no sirven a la hora de sopesarla con lo que se profesa, a no ser que el pueblo sea torpe o anestesiado por su propia pereza.

Abrazarse con “parias” y convertirla en hermano por la coyuntura electoral, no habla de aperturas dirigenciales, sino de mero mercantilismo barato. Comprar y venderse, tampoco es de un buen líder.

Creaciones fantasiosas de recursos de marketing, no son líderes, y menos deberían sobrevivir en una sociedad donde los componentes tienen capacidad de discernir.

En política jamás debe prevalecer la falta de ética, pues al partir de ese principio, el resto cae por sí sola.

Si se sigue en el mismo desnivel de cabezas, las organizaciones políticas, no podrán supervivir, pues las carencias son cada vez más notorias.

Todo líder, sabe navegar en aguas tortuosas, y lleva a los suyos hacia objetivos comunes. Ser mero pirata, es crear organizaciones para delinquir.

La ciudadanía debe exigir postura a sus dirigentes, y nuevas opciones de manejos, para realmente ser opción de cambio.

Todo partido que no se aggiorna en liderazgos, no logrará preponderancia, solo repulsión, como sucede en la actualidad.

El fin de la política no radica en escalar a como dé lugar, sino esforzarse por llevar mejor pasar al pueblo, sin distinción de movimientos o partidos.

Es hora de mayor exigencia de la ciudadanía, y no solo observar cómo se denigra la esencia del liderazgo.

Mientras todo quede en nulo interés ciudadano, los especímenes parias de la política seguirán encabezando cargos esenciales.